Organizados a la vera del riacho


Desde 2005, un grupo de personas de las más diversas profesiones y carreras, que hoy llega a los 40 integrantes, trabaja en la Vuelta del Paraguayo generando un espacio de participación.

Por Ileana Manucci

Entre bromas, risas y algunos anhelos, parte de los integrantes de Revuelta, colectivo que desarrolla diferentes actividades comunitarias en la Vuelta del Paraguayo, ante la pregunta de cuáles son los desafíos futuros del grupo, responden “hacer la revolución”. Y efectivamente revolucionar algo está entre sus objetivos, aunque la respuesta haya sonado más a una chanza al utopismo que como el trabajo concreto que llevan a cabo.
En la génesis de este proyecto, la universidad y el movimiento estudiantil algo tienen que ver. “El grupo nace en 2005 con gente que estaba militando en la universidad pero que no terminaban de estar conformes con lo que estaban haciendo ahí adentro”, cuenta Guillermina Barukel. “Justamente el proyecto, cuando arrancó, se llamaba ‘Cruzar la ruta’, porque se trataba de eso, de cruzar la ruta, ahí nomás de la universidad, a un lugar tan cercano pero lejano a la vez. La idea fue salir de esa burbuja que era la universidad y ver lo que pasaba en el barrio de enfrente”, agrega Ariel Espinaco.
—¿Cómo llegan a la Vuelta del Paraguayo?
—Por uno de los chicos que tenía contacto con el cura del barrio, el cual le comentó que había un espacio en la iglesia como para comenzar a hacer algo. Y ahí se arrancó con apoyo escolar, que fue lo primero que se hizo.

La Casa de los Talleres crece de la mano conjunta de los vecinos y Revuelta. El espacio será un centro cultural en la Vuelta del Paraguayo.

La Vuelta del Paraguayo es un barrio costero con más de 100 años y en el cual viven, aproximadamente, 400 personas. La Vuelta es uno de los lugares de la ciudad más vulnerables ante la creciente del Paraná, que ya muchas veces los ha obligado a abandonar sus casas y armar ranchos a la vera de la ruta 168, a esperar que baje el agua. Allí se encuentra Revuelta, un colectivo político, organizado de forma horizontal, con decisión y convicción de pelear y luchar con base en la justicia y la solidaridad, y con una acción colectiva que pretende desnaturalizar algunos supuestos y generar conciencia, según la definición de su carta de presentación.
—¿Cuáles son las actividades que desarrollan en el barrio?
—Arrancamos con el apoyo escolar y, a medida que eso fue creciendo, los chicos del lugar comenzaron a demandar otras cosas, como los talleres artísticos –dice Guillermina–. Entonces armamos una pequeña asamblea donde ellos nos contaron las cosas que les interesaban y ahí armamos los talleres de circo, de teatro, plástica y ahora estamos con el de murga. También estamos con un proyecto que se llama “Emproductivos”, que son diversos procesos productivos que estamos llevando adelante con la población mayor, desarrollando huertas.
—También tuvimos un taller de costura –explica Ariel– donde nos acercamos por primera vez a los adultos del barrio, pero justo llegó la inundación del 2007 y eso se cayó. Aunque, por otro lado y a raíz de este hecho, el vínculo resurgió de otra manera, porque nosotros los acompañamos en las asambleas, hicimos una conferencia de prensa para visibilizar lo que estaba pasando y ver qué se hacía, porque había una intención muy fuerte de la Municipalidad de no dejarlos instalarse a la vera de la ruta y relocalizarlos en el norte de la ciudad, algo que ellos no querían porque necesitaban estar cerca de sus casas para cuidar sus cosas.
En Revuelta marcan esta inundación, la primera que les tocó vivir en el barrio, como un punto de inflexión a partir del cual comenzaron a pensarse a sí mismos de otra manera, sobre todo al tomar conciencia de los lazos que se habían creado con los vecinos a raíz del acompañamiento en esa situación tan extrema como casi habitual.
“A partir de ese momento, donde comenzamos a relacionarnos con los adultos en las asambleas, se empezó a trabajar fuertemente el tema de la tierra, de la pertenencia al barrio. De ahí surge uno de los grupos de trabajo que viene desarrollando una acción muy fuerte en el lugar”, explica Guillermina.
—¿Qué tipo de acción?
—Arrancamos con un relevamiento de la población y recuperación de la historia oral del barrio, la idea del grupo es poder aportar al conocimiento del territorio para empoderar la acción de defensa del mismo. Para esto se recolectó material como actas que certifican el nacimiento en el lugar, documentos escolares, diferentes cosas que van dando testimonio de la vida e historia de los habitantes de la Vuelta. Y este tema es tan fuerte porque de diferentes maneras siempre han intentando sacarlos del lugar, de sus tierras, porque son tierras privadas, pero que fueron privadas mucho tiempo después de que los primeros habitantes se instalaran allí: no las usurparon.
—La idea de rescatar las historias de las familias del barrio –agrega Luciana Ghiberto– pasa también por terminar con los estigmas de que es un lugar marginal, de delincuentes, usurpadores, y revalorizar otras cosas, como el trabajo que ellos hacen ahí: la pesca, la cría de animales, las actividades de los chicos, los deportes, la escuela.

La Casa de los Talleres
El proyecto que actualmente concentra gran parte de las energías del grupo es La Casa de Los Talleres, un centro cultural que, junto a la gente del barrio, están levantando desde los cimientos. “Esto nace después de todo un proceso, de todos estos años en los cuales ocupamos siempre distintos lugares del barrio. La necesidad de algo propio fue creciendo, queríamos un espacio que tenga nuestra identidad, que no se mezcle ni con la vecinal, ni con la iglesia, ni con la escuela”, cuenta Guillermina.
—¿Para qué se va a destinar la Casa?
—A partir de tener el espacio propio el abanico de posibilidades de incorporar otros talleres es muy grande, porque ya podemos pensar en tener un lugar donde guardar pinturas, instrumentos y distintos materiales para el desarrollo de los mismos. Hay gente que nosotros llamamos los colaboradores externos, gente con conocimientos específicos que se acerca a darnos una mano con determinadas cosas, como los ingenieros hídricos que están ahora con el grupo de tierras, o un percusionista en el taller de murga; la Casa sería como el lugar en donde materializar y reunir todas esas cosas que andan dando vuelta.

Revueltos
El proyecto se inició allá por 2005 con unos cuantos estudiantes con ganas de hacer algo más, por fuera del ámbito estrictamente académico. A fines de 2008 eran seis integrantes; desde el año pasado son unos 40. Mucha gente, de muchos ámbitos diferentes: estudiantes de medicina, sociología, ingenierías varias, letras, comunicación social, publicidad, historia, arquitectura, ciencias políticas, trabajo social; y de procedencias geográficas también variadas: Santa Fe, Paraná, Rafaela, Concordia, San Francisco.
“Este crecimiento del grupo, bastante abrupto, nos llevó a pensarnos de otra manera, a organizarnos mejor, haciendo grupos de trabajo, dividiendo tareas, teniendo objetivos más concretos que puedan resolverse de manera más práctica”, explica Guillermina.
—¿Hay requisitos para formar parte de Revuelta?
—De carreras, edades y lugares, ninguno. La gente que se acerca a formar parte de esto es gente que, de una u otra manera, no está conforme con esta realidad, la considera inhumana, indigna, y quiere hacer algo para cambiarla, está en búsquedas de generar algo nuevo, lazos diferentes.
—¿Cómo impacta en el grupo su heterogeneidad?
—Estas diferencias hacen al grupo, porque el proyecto no es algo que esté cerrado ni que permanezca estático, sino que se está repensando constantemente en base a las experiencias colectivas –dice Luciana–. El que haya siempre gente nueva incorporándose favorece y habilita esto; todo el tiempo se escuchan nuevas ideas, diferentes conocimientos, y lo que está bueno es que todos hacemos cosas dentro de Revuelta que por ahí no tienen que ver específicamente con lo que estudiamos. Por ejemplo, un estudiante de ciencias políticas trabajando en el taller de huerta. El enriquecimiento de los conocimientos diversos, en este sentido, está buenísimo. Realmente lo que estás estudiando o estudiaste, en Revuelta, no te hace ser lo que sos, acá sos miembro de un montón de cosas y cada uno ocupa los lugares que quiere.
—¿Qué sienten que está dejando Revuelta en el barrio?
—Creo que más allá de lo que nosotros podemos dejar, es importante lo que aprendemos estando ahí –consideró Agustín Patrone–. Ahora, para levantar la Casa contamos con la ayuda de un arquitecto y de la gente del barrio, porque muchos son albañiles o trabajadores de la construcción, tienen la capacidad de levantar, en un par horas, un rancho donde vivir cuando sus casas se inundan. Son todos conocimientos que se comparten.
—Nosotros –sigue Ariel– lo principal que queremos dejar con nuestro trabajo es la idea de que puede haber una organización para defender los derechos, la tierra que es propia, para trabajar en conjunto. Seguramente algo de eso ya dejamos.

Publicado en Pausa #98, que te espera con mucho más en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé. 

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