Digresiones

I
Es sábado. La primavera invernal hace todo más agradable. Mi
amigo, la Fiera,
entra: es lo más parecido a Lucas de Rep... Suele ingresar acompañado de su
nubarrón y suele trasladar la tormenta. Esa noche, sin embargo, una leve
alegría lo invadía. Luego del habitual saludo de rutina, tiró sin preámbulos
“¿Qué harías si tuvieras la máquina del tiempo?”. Es una pregunta sin sentido,
pensé, incluso si existiera la posibilidad de trasladarnos al pasado o al
futuro. Dudé, saqué un Marlboro. Antes de que responda, la Fiera se anticipó y me
aclaró “No me vengas con viajar en el tiempo y matar a Hitler o decirle a
Higuaín que no se apure en la final y defina mejor. ¿Posta qué harías?”. La Fiera no sabía donde había
estado las últimas horas, es más: desconocía completamente mi estado de ánimo.
Prendo el cigarrillo, le aclaro que me agarra en plena
nostalgia y que si pudiera viajar en el tiempo, seguramente retrocedería a una
época en donde ella tuviera 20 y yo 21, quizás un Entepola o, quizás, ese lugar
de tantos donde uno está y comparte el espacio con la persona que conocerá en
otro tiempo y desconoce que habita el mismo espacio. Ahí noté que generalmente
ante estos juegos dignos de dos personas que de muy pequeños vieron Volver al
futuro en VHS hasta que el tracking dijera que ya no es posible, se suele optar
por un viaje al pasado. Lo transitado, volver a lo sabido. ¿Por qué no elegir
el futuro? Porque el futuro no existe y se construye segundo a segundo y antes
de que termine el cigarrillo ya es pasado. El momento fue lindo y hasta me
pareció ver a la Fiera
con un chaleco inflable rojo y una patineta. Luego, volví a la realidad y me di
cuenta de que hasta para vender chicles usan el mismo recurso.
II
Apareció el 114, la alegría es inmensa. No hay nada más
lindo que un nieto abrace a su abuela y puedan reconocerse. Pocas veces vi a
tantos amigos emocionados porque una vida de lucha termina y recomienza en un
sueño encontrado. Cuando la alegría es masiva sorprende, dan ganas... Uno cree
un poquito más a pesar de que aparezcan los matulichis de siempre que no pueden
soportar que la alegría sea de muchos. Usarán seudónimos, se acomodarán el
bigote, debatirán sobre la fama y la identidad. Otros esperamos al 115.
En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu
ejemplar en estos kioscos.

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