Sin choripán no hay fútbol

En el reino de los embutidos, la cancha no duda en consagrar
a su majestad: el chorizo.
Es muy difícil encontrar a una persona que se le resista.
Tentarse por el olor que despide desde la parrilla es profundizar la
intolerancia hacia los vegetarianos y toda la familia anticarnívora. Sus encantos atraviesan todas las capas sociales capaces de describir por el
más riguroso de los sociólogos. Escuchar el sonido del pinchazo para medir su
cocción en la parrilla es comparable con la explosión de la eyaculación (para
algunos, sobre todo los precoces): el líquido que despide y su caída en las
brasas es deleitar los oídos y alimento de la ansiedad por llevarse esos 15
centímetros de embutido a la boca.
Foto: Pablo Bertoldi
Observar, oler y escuchar un chorizo en la parrilla es una
placentera experiencia que nadie debería perderse en el paso por esta vida.
Obviamente que el paso posterior es saborearlo con el sentido del gusto en su
grado extremo. El primer mordisco del chori, el ingreso a la boca y el contacto
con el paladar justifican estar vivos un día más. Pero todas estas sensaciones
son capaces de multiplicarse cuando la vida te besa en la boca con sus labios
de choripán.
Ese beso en la boca se puede transformar en amor eterno
cuando ese emparedado es saboreado a la salida de la cancha. Y en esa esquina
llena de historias también se empieza a escribir un poco de la tuya, cuando con
el tiempo empezas a repetir lo que otros vienen repitiendo desde hace décadas:
“el choripán de la cancha es único”.
Los que saben
Se acomodan, instalan el carrito, bajan las parrillas, el
tacho para mantener el fuego bien prendido, las bolsas de carbón, las
herramientas para manipular el carbón, la cuchilla, los tenedores, unos
cuchillos, el chimichurri, los potes de mayonesa, mostaza, la lechuga, el
tomate, las bolsas de pan y al final el actor principal: las ristras de
chorizos.
“Cada uno tiene su lugar, y nos respetamos, nos conocemos
casi todos y diría que hasta hay amigos en esto. Son años de venir alrededor de
la cancha con el carrito y las parrillas para hacer los choris”, dijo Daniel,
un experto en el rubro. Con casi dos décadas de experiencia, sale desde su
Barranquitas natal y dos horas antes del inicio del partido ya tiene el fuego
prendido, algo de brasas bajo la parrilla y los primeros chorizos que empiezan
a tomar otro color. “Me gusta lo que hago, me gano la vida así y con otras
changas en la semana, puedo comer todos los días con mi familia sin robarle la
plata a nadie”, sonríe cuando termina la frase y después le da lugar a los
recuerdos: “es lo que mi viejo y mi tío me dejó”.
Soledad no está sola, sus hijas la acompañan en la tarea,
cortan el pan, el tomate, la lechuga, preparan el chimichurri, la mayonesa y
gritan “¡Al chori choriiiii!”. “Es un trabajo en familia, estos pesos nos
sirven a todas”, afirma la señora que está al frente del negocio del domingo.
Colón – Boca es una oportunidad magnífica y doña Soledad lo sabe: “hoy vamos a
vender bien, y ojala que gane coloncito así vendemos más todavía”. La hija,
atenta a lo que decía la madre, acotó: “me parece que nos vamos a quedar corta
vieja, tendríamos que haber comprado más, aunque sea unas cajas más de
hamburguesas”, la hermana menor del choripán de la cancha.
La ruta del chori
Daniel y otros miles y miles de “choripaneros y
choripaneras” son los herederos que se desparraman en los contornos de los
estadios argentinos para que el hincha no abandone jamás ese ritual tan viejo
como el fútbol. En la Santa
Fe de sabaleros y tatengues, ese rito se desarrolla en
lugares sagrados. Sólo por mencionar algunos puestos, en Unión el choripán se
lo saborea con ganas en la esquina de Pujato y López y Planes, en Mariano Comas
y López y Planes, en la salida de la platea, sobre bulevar, en los puestos que
van desde Perón hasta López y Planes. Y obviamente en el estacionamiento frente
a la sede y el bar, en ese triángulo de cemento y canteros abandonados.
Los sabaleros reviven este folclore futbolero en las
inmediaciones del Cementerio de los Elefantes. La calle Rodriguez Peña, camino
a la platea Este, es una invitación al placer de comer un chori, ahí donde se
une con Pietranera el humo te envuelve. Avenida J.J. Paso es una tentación de
siete cuadras, desde Zavalla hasta 1º de Mayo. Y la misma Zavalla hacia el
norte tiene sus clásicos puestos de choripán; mientras que su calle paralela
(Freyre) también tiene lo suyo, pasando por la seductora ochava de Jujuy.
Fundamentalismo
Esta cruzada que propone reivindicar a la histórica comida
argenta, también alza la voz en contra de todos aquellos que menosprecian y
ofenden con sus despectivas bravuconadas la “cultura choripán”. Sin pensar
siquiera dos segundos, se atreven a humillar a los concurrentes de un acto
político con la repetitiva frase: “van por el choripán”. Error absoluto, el
choripán va a la gente, es un seductor nato que con su perfume atrapa a las
masas. Y otra cuestión más: si todos irían por el chori, no alcanzarían los
parrilleros del país para dar abasto con la demanda. Señores y señoras que
sueltan de su boca desdeñosas palabras hacia el choripán y sus fieles, por
favor remítanse al más profundo silencio antes de vociferar desde la
ignorancia.
La cultura del chori o la “choricultura” está intacta, no
hay tiempos ni modas pasajeras que la destruyan. Con chimichurri, mayonesa,
tomate, lechuga, mostaza o lo que sea, a gusto del cliente, pero que sea
choripán. Después vendrán los fundamentalistas de los alimentos sanos, los
detractores del chorizo, los impolutos de la limpieza, los fabuladores de la
carne con la que está hecho y todos los empleados de la Agencia Santafesina
de Seguridad Alimentaria para desbaratar uno de los rituales
gastronómicos-culturales más importantes de la patria argenta.
Para el final comparto un dato duro, que no admite ningún
tipo de discusión: el choripán se vende más a la salida de la cancha y es más
rico cuando tu equipo ganó.
Publicada en Pausa #149, miércoles 11 de marzo de 2015.
Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí