Algo huele mal en las profundidades

La recurrente aparición de hundimientos a lo largo del
Bulevar Pellegrini obliga a preguntarse por el verdadero estado del suelo, las
napas y el sistema cloacal de la ciudad.
Tras 15 años de reclamos, el histórico socavón de Urquiza y
Cándido Pujato fue reparado a mediados de 2014. Pero apareció el de Urquiza y
Bulevar Pellegrini meses después. Está a punto de repararse por completo,
dicen. A pocos metros y a días de haberse habilitado el tránsito en esa zona,
emergió una importante grieta. Parece que la repararon. A principios de agosto
se hundió parte de la intersección del Bulevar con Rivadavia. Al cierre de esta
edición, aseguran, estaban por finalizar la reparación del lugar.
Todo ello ocurrió en pleno corazón de la ciudad y –lo que
constituye la mayor preocupación– en inmediaciones de la cloaca madre, ese
colector construido hace décadas sobre el Bulevar, que conecta los líquidos
cloacales de esta capital en su totalidad y los conduce a la estación elevadora
situada frente al Club Regatas.
Cuando se hizo esa faraónica obra, Santa Fe tenía unos 200
mil habitantes. La población se duplicó y se multiplicaron las conexiones
domiciliarias. De allí la inquietud de funcionarios y operarios de Aguas
Santafesinas SA (Assa), que concurren con el ceño fruncido y el rostro cansado
a cada sitio donde surge, cada vez con mayor recurrencia, un inconveniente. Sin
embargo, lo cierto es que los referentes de la empresa proveedora de agua y
cloacas no debieran hacerse cargo de la situación en soledad, porque están
lejos de ser los únicos responsables.
Responsabilidad compartida
En los socavones de Urquiza hubo afectación de la cloaca
máxima, y claro que eso es inquietante. Pero los hundimientos se reproducen en
muchos barrios, involucrando obligaciones que exceden a las empresas, actuales
y pasadas, de agua y cloacas. Las calzadas, las veredas, las propias casas (ya
está ocurriendo en barrio Candioti), están cediendo, y esto obliga a
preguntarse por el motivo originario, quizás histórico, de los problemas.
“Esto tiene que ver con la imprevisión”, explica Ricardo
Mascheroni, abogado especialista en Derecho Ambiental. “Santa Fe nunca elaboró
un plano de napas y suelos.  No tenemos
un panorama y no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Tampoco hay un mapa de
ríos subterráneos”. Debido a las características topográficas de la ciudad, la
falencia no es menor. “Aquí las napas son bastante superficiales, su altura es
muy baja con respecto a los niveles de los ríos. Muchas zonas son de refulado y
relleno. Y los ríos subterráneos corren, buscando el cauce”, señala. En una
ciudad cercada por el Salado y el Paraná, debajo de nuestras viviendas hay
líquido corriendo constantemente, erosionando tierras y corroyendo caños, sin
que se sepa a ciencia cierta por dónde y con qué nivel de daño.
Por ello, cuando el gerente Regional de Assa, Dante de
Nardo, aseguró por LT10 que la empresa tiene “un equipo robótico de
videoinspección por dentro de las cañerías” para evaluar la calidad y
continuidad de la red vigente, no consiguió ser tranquilizador: el tema no pasa
solamente por los ductos actuales. Además, como remarca Mascheroni, “el área de
Planeamiento es municipal. Es la Municipalidad la que debe exigir los estudios”.
Explotando la ciudad
Según Mascheroni, “la Municipalidad tiene
que determinar suelos buenos y malos, y decir: ‘en esta zona se puede construir
y en esta otra no’”. Pero mientras esto no se hacía, se fue produciendo el boom
inmobiliario en Santa Fe. Así, “los basamentos de los edificios nuevos
interrumpen las napas. Y el agua encuentra espacios donde sea”.
La cosa es así: nuestra ciudad está preparada para las casas
bajas que siempre fueron su característica. Los cimientos de esas viviendas
tienen más o menos el nivel de las napas y el agua fluye subterráneamente con
cierta tranquilidad. Pero un edificio requiere basamentos más profundos; con lo
cual por debajo de él se hacen armazones de hormigón que interrumpen el paso
del líquido o lo reconducen, actuando como diques de contención o represas. “Al
estar cercenado el escurrimiento, los ríos buscan por dónde salir: a veces
afloran, a veces van a tierras más permeables, y muchos de esos nuevos cauces
que se van formando comienzan a producir un lavado de las tierras, o se van
arrimando a las cañerías y empiezan a descalzarlas”, señala Mascheroni.
Una nueva fosa se abrió en el Bulevar y lo soterrado amenaza con emerger como un trauma de lo que hemos reprimido: las cloacas. Fotos: Pablo Bertoldi
Pese a esto, la explosión de edificios en altura continúa, y
esto sólo es funcional a los intereses empresariales. “Acá lo que se ha dado es
un sistema de maximizar ganancias con la menor inversión posible. Esto tiene
que ver con una figura jurídica que también se aplica a la cuestión ambiental,
que es la de las ‘externalidades’: la consecuencia de una decisión económica
que toma un particular o el Estado, que no se hace cargo de los daños
colaterales, sino que los traslada al conjunto de la sociedad”. Y aquí está el
error: “no pueden dejarse libradas a la iniciativa privada estas decisiones”.
En diciembre de 2010 el Concejo Municipal sancionó el Plan
de Ordenamiento Urbano, cuyas disposiciones, según su artículo primero,
“alcanzan asuntos relacionados con el uso, la ocupación y la subdivisión del
suelo” y con “el manejo de la vulnerabilidad medioambiental y demás aspectos
que tengan relación con el ordenamiento urbanístico según parámetros de
sustentabilidad social, económica y ambiental del territorio que comprende la
jurisdicción del municipio de Santa Fe”. Sin embargo, la normativa no demanda
la realización de un estudio de los suelos. De hecho, para el especialista
consultado “ese plan llegó para legalizar lo que ya se hizo mal”.
Entre bueyes no hay cornadas
El boom inmobiliario redunda asimismo en un gran incremento
de la densidad poblacional en el microcentro, que genera mayor presión para las
cañerías. Y en algunos casos, estamos hablando de materiales que datan de 1914.
Y en este punto sí, la responsabilidad es de Assa: la obsolescencia de los
caños conspira contra la estabilidad del sistema cloacal.
El propio titular del Ente Regulador de Servicios
Sanitarios, Oscar Pintos, reconoció por LT10 que “estos episodios que se van
dando tienen que ver con un estado de infraestructura que ha cumplido
largamente su vida útil, y con una exigencia cada vez mayor de prestación de
esa misma red que hace que empiece a colapsar”; para luego agregar que es
necesario “un diagnóstico preventivo para ver cuáles son los principales puntos
de afectación”, ya que “en Santa Fe y en otras grandes ciudades, como
consecuencia del boom inmobiliario, se dio una exigencia hacia los servicios
que no ha tenido como contrapartida los niveles de inversión necesarios”. No
obstante, sólo hizo hincapié en las obligaciones de la empresa que el ente
controla, sin vincular referencia alguna a la urgencia de una evaluación de las
napas y los ríos subterráneos por parte del gobierno municipal. “En política se
habla el idioma de los cardenales: nadie se acusa de nada”, ironiza Mascheroni.
“Todos los tiros son para Assa porque es de la provincia, y la provincia
resulta más etérea a la hora de tratar problemas locales”.
Mientras los protagonistas se cuidan de no cornearse entre
sí, las falencias de cada área del Estado siguen aflorando cual agua de un
socavón, so pretexto de solucionar, vía nuevas construcciones, un déficit
habitacional que de ninguna manera se resuelve con torres de pisos únicos, con
salón de usos múltiples y amenities.
Publicada en Pausa #159, miércoles 12 de agosto de 2015
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