Tarifa social: un objetivo imposible

Morirse de calor y vivir en la penumbra: así es el hogar que imaginó el Ministerio de Energía para que se perciba el beneficio de la tarifa social.

Tenés dos focos de 60 watts y uno de 100, en el comedor. Se prenden solo de noche, entre las 19.00 y las 24.00, cinco horas, todos los días. Eso representa 1,1 kilowatt por día de gasto de electricidad. Son 33 kW mensuales para vivir fuera de las penumbras: con luz sólo por la noche, en tres habitaciones como máximo. Olvidate del velador de decoración, la lectura nocturna, el foquito de seguridad en el zaguán o el patio o de tener una pieza sin ventana.

Una heladera es otra cosa. No se apaga nunca. Con freezer consume 0,1 kW por hora. Son unos 72 kW por mes. Si cometiste lo que ahora se tornó en un error fatal –haber aprovechado el Ahora 12– y te clavaste en los últimos años una heladera con freezer –las cuales coparon la oferta en la plaza–, su mero uso hoy representa la mitad de los kilowatts que se reconocen en la tarifa social.

Porque estamos hablando de cómo el ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren imaginó el hogar de una familia que puede acceder a la tarifa social: los primeros 150 kW gratuitos que se concedieron para paliar el sablazo del aumento de la luz, que afectará a todo el país, especialmente a la Capital Federal y el Conurbano, a partir del retiro total de los subsidios a la generación de energía eléctrica.

Entonces, Aranguren imaginó que también tenés una tele. Color, 20 pulgadas. Viste que en las villas hay antenas de Televisión Digital Abierta, seguro que se gastaron la changa en la cuota de un pantalla plana de 40 pulgadas. Pero la tabla del Ministerio de Energía no muestra el gasto promedio de esos televisores, así que Aranguren imaginó que tenés un viejo y pequeño TV de 20 pulgadas. Sos un pobre de los buenos –manso y abnegado– cuyo TV consume 0,07 kW por hora. Tenés uno solo, y como son muy lectores lo prenden dos horas, en el almuerzo, y cuatro horas, de 20.00 a 24.00, a la noche. Suman 16,8 kW de consumo al mes.

Aranguren, el hombre fuerte en Argentina de la petrolera Shell es hoy el ministro de Energía.
Aranguren, el hombre fuerte en Argentina de la petrolera Shell es hoy el ministro de Energía.

Resumamos: una casa con una heladera con freezer funcionado todo el tiempo (no le queda otra) un televisor prendido apenas seis horas al día y tres foquitos prendidos durante cinco horas consume un total de 121,8 kwats por mes.

Sigamos con lo imprescindible: un ventilador. Hay uno solo y lo usás sólo ocho horas al día, no más, durante el verano. Por hora, consume 0,09 kW. Por día, entonces, son 0,72 kW. Por mes, 21,6 kW. Dejemos esa cifra, sin considerar el consumo en invierno de una estufita a cuarzo o de un calefón eléctrico. Vamos, llegamos a los 143,4 kW. Todavía puede mejorar tu vida.

En tu casa el uso de la ropa es muy, muy eficiente. O, más bien, hacen de las prendas sucias un estilo cool, tipo onda casual. Por eso, el lavarropas automático (0,18 kW hora), que también sacaste con el Ahora 12, se usa poco, y nunca con agua caliente. Se prende apenas cuatro horas por semana, son dos o tres lavados, depende del programa, unas 16 horas al mes. Son 2,88 kW.

¡Todavía puede mejorar tu vida! Planchemos algunas prendas: media hora de planchado por cada sesión de lavarropas. Son cuatro horas de plancha al mes, a 0,60 kW por hora. Unos 2,4 kW al mes.

Llegaste a los 148 kW, redondeando. De ahí en más prácticamente cualquier otra cosa que utilices te llevaría a superar los 150 kW mensuales de la tarifa social. Otro televisor. Otro foquito, o una hora más de luz prendida, otro ventilador, la computadora del Conectar Igualdad, un minicomponente para escuchar horribles cumbias o al speaker radial de ocasión.

[quote_box_right]Estamos hablando de cómo el ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren imaginó el hogar de una familia que puede acceder a la tarifa social: los primeros 150 kW gratuitos que se concedieron para paliar el sablazo del aumento de la luz.[/quote_box_right]La tarifa social se aplicará automáticamente a los jubilados, los empleados que cobren menos de $12.120, discapacitados con certificado, titulares de programas sociales, percibientes de seguro con desempleo, aportantes de Monotributo Social y empleados domésticos registrados. Si se es titular de más de un inmueble o si se tiene un auto modelo 2001 a la fecha, no hay tarifa social. Según estimó el Ministerio de Energía y Minería, unos 900 mil clientes de Edenor y Edesur –el área metropolitana de Buenos Aires– serán abarcados por la tarifa social, casi el 20% de los clientes. Sólo en esa porción del país se aplica el beneficio, todavía el Ministerio de Energía está negociando con las provincias para extender la aplicación en el resto del país, donde los aumentos no dejarán de tener impacto. Para el caso, en Santa Fe se advirtieron en off futuras subas del 50%, que dejarían a la tarifa casi un 80% arriba, en total, respecto del año pasado. Al final, tras una reunión entre representantes de la EPE y del Ministerio de Energía, se precisó que en Santa Fe los nuevos aumentos estarán en una franja que va del 30% al 48%, los cuales se suman al 27% promedio que ya se habían establecido a fines de 2015.

En verdad, lo que la tarifa social indica es hasta dónde tenés derecho a progresar en tu bienestar sin que te afecte el nuevo “sinceramiento” de la economía. Como dijo el ministro Aranguren: “Si por un consumo de 180 kilowatts hora por mes pagabas 25, ahora pagarás 150” pesos. Porque después de los 150 kW, el peso del tarifazo llega con todo. Así, la tarifa social establece los límites de la riqueza en un nivel tan subterráneo que suena más a planificación de la pobreza que a otra cosa.

Ahora, podés vivir en la penumbra, con la ropa bastante sucia y algunas prendas planchadas, muriendo de calor y viendo apenas un rato la tele. Eso sí, al porrón lo vas a tomar bien fresquito, por el freezer.

Más en la calle

La tarifa social no sólo imagina un límite de consumo hogareño casi imposible, sino que además oblitera realidades familiares y de las comunidades a la cuales beneficiaría. Y no estamos refiriendo al uso del aire acondicionado, que se masificó en la última década, sino al empleo de los calefones eléctricos como sustitutos del gas envasado, sobre todo en las áreas pobres con mayores subsidios en las que el dispositivo obró como eficaz competidor frente a la garrafa social o al gas de red mismo. El estímulo al robo hogareño de energía en los barrios pobres quizá haga por fin palidecer al que habitualmente practican countries y barrios cerrados.

Las advertencias de los supermercadistas chinos respecto de cómo se trasladarán a los precios los aumentos de la luz nos llevan a otro escenario: el almacén. En los barrios más periféricos, el almacén no sólo es la provisión de último momento para completar la compra mayor, sino que es el principal lugar de aprovisionamiento. En los mismos territorios donde se aplicaría la tarifa social, los almacenes llevarían sus precios a niveles desconocidos. Son economías familiares –establecimientos de garaje o piecita– que tienen que soportar al menos un par de heladeras de exhibición y un freezer en función de vender en el barrio. Su opción es llevar los precios a las nubes o desaparecer por la imposibilidad de pagar tarifas que le permitan sostener el negocio.

Se va a poner duro llenar el freezer de porrón.

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