Las palabras y los crotos

I

En algún lugar de Córdoba, al menos hasta los 90, había un hotel abandonado o a medio construir donde paraban mochileros y saltimbanquis. Se lo conocía con el simpático nombre de Linyératon.

 

II

El Monopoly es un juego de mesa conocido, lo inventó un desocupado en Pensilvania, Estados Unidos, durante la crisis del 30. Su antecedente inmediato, Landlord’s Game de 1903, fue diseñado por una mujer y su propósito didáctico era el contrario: la necesidad de evitar los monopolios y distribuir las riquezas. Esto último, claramente, no prosperó en el mercado. En Argentina se editó como El Estanciero, alrededor del cual varias generaciones pasamos al menos una tarde, comprando hectáreas y enriqueciéndonos con plata de juguete, mucho antes de Monsanto, la soja y De Ángeli. Lo curioso es que la empresa que fabricaba el juego tenía uno más viejo: El Linyera. Su objetivo era hacerse de algún oficio o profesión para no terminar como el hombre dibujado en la tapa, que con todo su capital a cuestas caminaba con rostro serio y fatigado por las vías del tren.

 

III

El nombre linyera figura en los diccionarios de lunfardo y, como suele suceder, hay distintas opiniones sobre su origen. Para algunos viene del piamontés linger: pobre. Para otros, del francés lingerie, luego de una derivación sospechosamente complicada. Como sea, linyera tiene cierta musicalidad tanguera y libertaria.

 

IV

El Viejo de la Bolsa, junto al Cuco y la Solapa asustaron a muchas generaciones de chicos que pretendían salir a jugar profanando la siesta. Es sabido que junto con la creación del ferrocarril, inmigrantes, trabajadores golondrinas y desclasados –que como herederos de los gauchos matreros decidían un proyecto de vida itinerante– compartían vagones de carga yendo y viniendo en un mundo angosto de miles de kilómetros de largo y unos diez metros de ancho. Como caracoles, cargando sus miserias y su intemperie en bolsas, vagaban por los pueblos, dando realidad y horror a esos cuentos que metían miedo. Algunos, entre sus pocas cosas, llevaban libros de Bakunin, Kropotkin y Malatesta, que asustaban mucho a los empresarios ingleses y a la oligarquía terrateniente.

 

V

Crotto es un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Su nombre evoca a José Camilo Crotto, fundador de la UCR y gobernador entre 1918 y 1921. Su tercer decreto le permitió una fama extensa aunque, paradójicamente, poco conocida. Más por estanciero que por humanista, permitió a los peones viajar gratis en los trenes de carga. Desde entonces, los linyeras fueron progresivamente llamándose crotos, palabra que hasta hoy repiten los chicos con significado un poco más impreciso. Por suerte o destino, como las tarjetas de El Estanciero, su etimología empieza en cripta. Croto suena a roto, a maltrecho y deja cierto regusto a mugre en la boca.

Publicada en Pausa #171, edición de 28 de abril de 2016

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