Mamá King

Decir que leés a Stephen King ahora está re bien. Un par de escritores jóvenes y reconocidos lo reivindicaron, su libro Mientras escribo se popularizó en las clínicas y talleres de escritura, y hasta hay remeras y pins con la cara de loco de Stephen.

Pero cuando en los 80 mi mamá lo leía y nos prestaba sus libros a mí y mis hermanos, King era considerado vulgar y berreta. Las películas basadas en sus libros eran reconocidas, pero ningún escritor “serio” se animaba a invocarlo entre sus influencias.

Mi mamá –que por otro lado era una señora elegante, de suaves modales, amante de la música clásica y el arte renacentista– tenía un singular gusto por lo truculento y lo bizarro. A contramano de lo que cualquier manual de psicología o el simple sentido común indicarían, desde nuestra más tiernita edad nos expuso a películas como Martes 13, Pesadilla, El Exorcista, Poltergeist, El Regreso de los Muertos Vivos y un largo etcétera, que por supuesto incluía todas las pelis basadas en las novelas del muchacho de Maine. Cuanta más sangre y muertos había, más le gustaba. Ella misma llamaba bazofias a muchas de sus pelis favoritas, pero le encantaban.

También nos contaba unos cuentitos muy poco tranquilizadores: recuerdo uno en particular (¡cómo olvidarlo!), de un príncipe que asesinaba de un tiro a su perro creyendo que éste había matado a su hijo, sólo para descubrir que en realidad el perro había salvado al niño, ocultándolo, del ataque de un lobo. En otro, una hermosa ovejita se moría de frío. ¡Qué extraña mi mamá, que después era la más tierna y amorosa de las madres!

Los libros de King los tenía todos en la pieza: el gordísimo e interminable It, el maravilloso Cementerio de Animales, Misery, Maleficio, Carrie, La zona muerta, El resplandor, Los ojos del dragón, Cujo, Silver Bullet, del que tenía una versión en inglés ilustrada. Cuando los terminaba, nos los pasaba. Yo no leí todos, claro. Era chica, y leí sólo cuatro.

Me acuerdo de escucharla opinar sobre cómo habían sido llevadas al cine las novelas de su escritor fetiche; generalmente estaba conforme, y me acuerdo que también decía que King era muy “cinematográfico”, que sus descripciones pintaban realmente los lugares y personajes. También le fascinaba todo lo que tenía que ver con el maquillaje y los efectos especiales. Con mi hermano del medio, compraban una revista española que explicaba cómo se hacían los monstruos, mutilaciones, sangre y demás delicias. Siguiendo algunas de esas ideas, mis hermanos construyeron con cajas un tren fantasma, en el cual las atracciones principales eran mis muñecas, colgadas, acuchilladas y sanguinolentas, criaturitas de Dios.

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