El Encuentro Nacional de Mujeres y la disputa de poder

Foto: Télam/José Granata/cf

Quienes participan del Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) ya no vuelven a ser las mismas. Unánime, es una sentencia que resume el espíritu de estas jornadas y que este texto pretende reflejar de la única forma posible: mediante la voz de sus protagonistas.

Florencia Álvarez, del Movimiento Popular La Dignidad de Santa Fe, explica que “más allá de la cantidad de temas a charlas y debatir, lo importante de estos espacios es que son semilleros de voces: muchísimas de las compañeras que se acercan experimentan sus primeras exposiciones en espacios colectivos de debate y transitan sus primeros acercamientos a la organización como forma de lucha. Debe sumarse a esto la mística que se vive durante todo el Encuentro, que aporta una carga pedagógica y emotiva muy fuerte. Por eso decimos que algo cambia en toda mujer que asiste a un Encuentro de Mujeres”. Su compañera, Natalia Fernández, agrega que “también debe destacarse la experiencia de la represión, porque muestra cuánto queda por hacer para que las mujeres podamos escribir las páginas de nuestro destino”.

Transformación

Con un pañuelo rojo sobre sus ojos, tratando de descansar a pesar de los cuatro reflectores que invaden la pieza con una intensa luz de hospital, una joven se deja llevar por el cúmulo de sensaciones que experimenta tras su primera participación en el ENM. Es poco más de la una de la madrugada del lunes 10 de octubre y su certeza más nítida es que está triste. El nudo en el estómago que sintió al desconcentrarse la marcha se le subió al pecho en forma de angustia. Ella no vivió la represión frente a la catedral, pero de camino a la escuela 1.319 José Ortolani, donde se alojaban, tuvieron su propio momento de tensión cuando un grupo de seis policías (cuatro hombres, dos mujeres) frenó el colectivo urbano que las trasladaba para hacer su gracia: pidieron que las mujeres pintadas se bajen porque iban a requisar sus documentos de identidad y los boletos del pasaje. Quienes no los tengan irían a la comisaría, explicaron. Una chica quebró en llanto, mientras las demás intentaban limpiarse los rostros entre sí. Al final, otro grupo logró comunicarse con la comisión organizadora y el conflicto llegó a su fin.

Ya acostada sobre su bolsa de dormir, pasada la una de la madrugada, la joven piensa en lo efectivo de la presencia policial. Entiende cómo cinco minutos de sus armas, sus uniformes y el tono autoritario que emplearon fueron suficientes para poner en jaque la energía de liberación que cultivó mientras marchaba. Y siente tristeza, porque vivió además dos días de intensa libertad, con la sensación de que era capaz de cambiar el mundo; porque cinco minutos le bastaron para sentirse vulnerada.

Pese a todo (y a la luz de los cuatro reflectores que no tuvieron acceso a apagar ni siquiera para dormir), intenta hacer foco en algo positivo. Lo primero que piensa es en la heterogeneidad dentro de algo tan homogéneo como la lucha de mujeres. Por eso, antes de intentar dormir, le envía un mensaje a un compañero, periodista, que marchó junto a ella y le comentó que tenía que escribir una nota sobre lo vivido. “Sería interesante que pueda reflejarse cómo se vive la diversidad”, puso en el mensaje de texto.

Al otro día la joven, aún mal descansada pero más tranquila, se siente con mayor tranquilidad para volver a comunicarse con su compañero y animarse a hacer un análisis: “Las consignas que tienen apoyo unánime son las de la lucha por el aborto seguro, legal y gratuito, y de la exigencia por basta de femicidios. Hay otros debates más polémicos, como las posturas en torno a la prostitución (prostitución no es trabajo y trabajo sexual no es trata). Entonces hay cuestiones que las mujeres reivindican con mayor urgencia ante la sociedad, y otras que están en construcción”.

Sobre la diversidad

Los cuerpos de varones solo acompañan en una instancia particular del ENM: la marcha. Quienes participan activamente de las demás jornadas son las mujeres heterosexuales, lesbianas y transexuales. Incluso hasta hace poco, estas últimas no participaban.

Milagros Calabrese (militante de Radio Orgullo) es lesbofeminista y cuenta que antes de pararse como mujer tuvo la necesidad de hacerlo como lesbiana. Por eso, sostiene la importancia de que el movimiento de mujeres abrace la causa de los cuerpos disidentes. “Debemos entender que nuestro cuerpo es el primer territorio de lucha, por lo que debemos estar todas unidas. Porque pararme como lesbofeminista es visibilizar dos cuestiones (el feminismo y el ser lesbiana) y poder unir sus fuerzas para enfrentar hostigamientos cotidianos como la dificultad de conseguir empleo (y de permanecer en el) por la condición sexual.”

Durante el ENM, Milagros participó del taller sobre mujeres y activismo lésbico. Sobre este dice que “fue mucho más interesante que el año pasado porque hubo mayor concurrencia y experiencias de problemáticas”. Una de las batallas actuales es la de “trabajar sobre el léxico, haciendo hincapié en las estrategias que deben darse para no utilizar términos como ‘lesbofobia’ (que patologiza la cuestión) o ‘crimen de odio’ (que invisibiliza el concepto ‘feminista’)”.

Yo, hombre, digo

Los testimonios que componen este relato reflejan que quienes asisten cada año al ENM lo hacen con una profunda convicción política. Por eso, la vivencia de la joven que transitó por primera vez esta experiencia, y pasó además por un instante de represión, sirve como ejemplo concreto de cuál es el lugar que debe asignársele a cada cosa. Porque, pese a todo el mal trago, fue imposible para ella el quedarse con la situación de hostigamiento policial innecesario (que sin embargo queda como una posibilidad latente, una basurita de inseguridad institucional que no tiene dónde ser tirada). Entonces y del mismo modo, sería lamentable que el foco de la discusión, pasado los días de fervor massmediático, quede en acciones que nada tienen que ver con el espíritu de las jornadas. Porque, como dice Melisa Malatesta, militante de La Antirepresiva de Santa Fe y de El Birri, “el Encuentro refleja muchos años de lucha feminista, y es un lugar de empoderamiento necesario para la mujer. Permite la visibilización de las problemáticas que nos atraviesa, pero también es un lugar concreto para dar ciertas luchas como la campaña por el aborto seguro, legal y gratuito. Es un espacio de encuentro y de disputa de poder”.

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