Under no es amateur

Li Francucci (Los Todopantalla y Tierra de Antílopes), hizo bases para Los Cartógrafos, la revelación de la noche. (Foto: Aimé Luna)

Creciente Magnética se consolida en el escenario indie nacional.

El cuarto festival Creciente Magnética se hizo el sábado 17 en El Birri, primero con charlas acerca de las temáticas que rodean a la música y al arte en general; después, con ferias y cinco shows transmitidos por FM y streaming. En definitiva, fue una confluencia de sucesos que articuló movidas, rubros, públicos y la adhesión al trabajo independiente y autogestivo. Alrededor de ocho horas netas de actividades a lo largo (y a lo ancho, midiendo todo lo que pasó en simultáneo en el mismo lugar) del sábado con un balance claro: cada jornada, festival, panel o encuentro que tenga que ver con estas dinámicas de trabajo casi de seguro que no tendrá un alto impacto en lo inmediato, pero sus realizaciones son necesarias y útiles, siempre.

La organización estuvo y está a cargo de un grupo que se puso un nombre como productora (Moncholo Magnético) pero que son simplemente personas haciendo lo que les gusta: Juan Curto, Gigi Bugliolo, Naná Municoy y Julieta Fort Villa se pusieron las remeras (púrpuras, con el nombre del festi en rosado tono Flin Paff) de staff para llevar adelante no solo una nueva parada en el circuito under, sino también un circuito per sé. Al principio como un ciclo audiovisual, 2 Canciones, que pescó durante dos temporadas bandas de varios ríos del país. En un segundo momento, ya como Creciente Magnética, perfilando una garantía santafesina para bandas de los lugares que sean. Ahora, como un acontecimiento en sí mismo que da cabida no solamente a la experiencia de la música y el comercio de discos y libros, sino también a una oportunidad para encontrar, intercambiar y charlar con los que están en la misma.

 

No es fácil ser justo

Un rato después de las 15.30, cuando afuera explotaba de puestos al sol en el trueque, ocho expositores se sentaron a intercambiar experiencias. “Música-Gestión-Cultura digital” fue el título de una charla que en verdad era más una piedra al aire que una focalización puntual. En el transcurso de las disertaciones hubo tiempo para conversar acerca de las políticas que amparan, o no, a los músicos: Sebastián Aldea, gestor y artista que participa regularmente de programas de fomento e innovación, dos representantes de Santafesinos Unidos por la Música Autogestionada (SUMA) y la villense Morena Velázquez (periodista, productora radial y agente de prensa de bandas) compartieron los alcances de políticas ya disponibles como Espacio Santafesino.

Músicos, productores, sonidistas, iluminadores, emprendimientos gráficos, sellos y editoriales están convencidos de que a la exclusión de los mercados y la industria cultural se le contesta con acción de los estados.  Con los avances y todo, siempre queda alguna puntada por dar: la cuestión de la propiedad intelectual (¿se pueden regular las ediciones digitales?), la pregunta por cuáles instancias de producción no se contemplan, la suficiencia o no de los fondos otorgados, los criterios ejercidos para adjudicar los premios. En el tiempo del macrismo, no sobran las billeteras sueltas para estas cuestiones culturales y lo saben los propios periodistas con la desaparición del Afsca: hay que aprovechar lo que viene y arreglarse.

Uso compacto

En la raíz de estas discusiones descansan cuestiones universales como la incógnita en cuanto a que “existiendo Spotify, Bandcamp, YouTube y tantos sitios tanto o más específicos para la difusión de las obras, ¿sigue valiendo la pena la producción de un disco físico?”. Esto lo preguntó el moderador de la charla, Claudio Kobelt, un periodista obrero en la cuestión de la cultura autogestiva. A esta altura, parecía que imprimir y replicar un disco compacto es una cuestión caprichosa y ya.

Morena Velázquez, que también fue parte de Polvo Bureau (un histórico sello indie rosarino), expuso rápidamente su defensa del físico desde la perspectiva de la difusión: “hay cuestiones que son muy puntuales y que tienen mucho que ver. Por ejemplo: lo generacional. Me pasó que un periodista de Rosario me dijo que no escuchaba discos digitales y que si la banda que yo le estaba acercando no lo tenía materialmente, que le lleve uno grabado con la computadora. Es una tarjeta de presentación al fin y al cabo, lo mejor que se tiene para llegar directamente a una persona. Ojo, también hay nuevas formas que tienen asidero en lo material, como tarjetas de descarga o pendrives de acceso público.”

Siguieron algunos argumentos en detrimento, otros a favor y una conclusión en que la convivencia de los soportes es la mejor de las consecuencias posibles.

 

Músicos peregrinos

Otra de las panelistas fue Rosario Bléfari, la líder de los míticos y noventosos Suárez, que integra Los Cartógrafos, un podcast en el que se producen interpretaciones libres de escritores argentinos contemporáneos con incorporación de elementos musicales, vocales y sonoros en general. El trío lo completan Romina Zanellato y Nahuel Ugazio, que también están en la mesa. Rosario cuenta que las bandas que le llegan son como las que salían a volantear para “ganar el público uno a uno”.

“¿Cómo puede hacer una banda para tener buena prensa?”, se preguntaron los panelistas. No hubo reparos en confesar que los que más seguido acaban consiguiendo su atención son los que los contactan por Facebook, los que los invitan y proponen. Más todavía: propuestas que se presentan con equipos de trabajo en los que hay además de encargados de prensa alguien que maneja la imagen del grupo, su propuesta estética ya sea con teasers de trabajos nuevos o hasta de coberturas fotográficas propias son las que trascienden, al parecer tanto de los expositores como del público.

Como a las seis se levantaron los ocho de la mesa y siguieron hablando pero sin micrófono. Afuera de El Birri todo se movía, los puesteros que liquidaban los alfajores de maicena, las papas ya freídas, los nenes jugando, los puestos que ya se estaban yendo. Aunque no estaba fresco, el viento se hacía respetar y en un momento se volvió mejor estar adentro que afuera.

Camilo Hormaeche y Mamo Aguirre de Pobre Vaca ya estaban esperando que le toque probar sonido. Miraban, escuchaban y se movían según lo que tocaban los que sí estaban probando: los pibes de Viva Elástico, un rock a cara limpia pero medio desfasada, como si se tambalearan y nunca se cayeran.

Las mesas del hall se estaban volviendo a llenar de libros: Fran Bitar, Cecilia Moscovich, Ariel Aguirre, Analía Giordanino. Enfrente, otra hilera de mesas con manteles llenos de cds, vinilos y cassettes de Bestia Bebé, Emmanuel Bayúgar, Los Reyes del Falsete, también estaba el de ÑÑÑÑ, que tocaron penúltimos y que Alejandro de Viva Elástico felicitó, mientras tomaba una lata de porrón, porque los había escuchado y le parecieron buenísimos.

Dos varones estuvieron todo el día con cámaras a cuestas tirando fotos, filmando y mostrándose tomas, también entrevistaron a Camilo. Gigi contó por lo bajo que estaban grabando para hacer un documental del festival. En eso, llegó el estudio móvil de Ochava Roma, que transmitió todos los shows por aire y por streaming desde el hall, al lado de un parlante que traía la mezcla de la consola y hacía sonar también ahí lo que pasaba en el escenario.

Poetas, cantantes, profesoras, periodistas y bateristas recorrieron los catálogos de Discos LAPTRA, Repelente Discos, Editorial Iván Rosado y hojeando los libros del Slam de Poesía Oral, que editaron entre Elián Del Mestre y Corteza Ediciones.

Los Cartógrafos abrieron la noche mientras la gente ya iba siendo de bastante a mucha, usaron textos de algunos de los autores que estaban en la mesa y por ahí mismo dando vueltas, como banda de apoyo tocaron los chicos de Tierra de Antílopes (normalmente formado por Li Francucci e Iñaki Chemes, esa noche fueron Li y Andrés Ruiz).

Con Los Jóvenes (de Córdoba) y después con Pobre Vaca la cosa no paraba de subir: coreos, gritos, Juan Curto pasando con los envases marrones goteando para que los músicos tomen y regulen las temperaturas corporales. Aldana Mestre también sugería movimiento y parte de esa energía con las visuales proyectadas sobre los cuerpos, en forma de lluvia televisiva de rectángulos, de colores, de señal de ajuste. Entre banda y banda DJ Galindo pasó música sintética: de la pretensión al efecto de baile, servicio expreso. ÑÑÑÑ se articuló con esa impronta también, pero con más grandilocuencia, por la batería de Pablo Bantar y los sintes de José M. Hernández.

Para el final quedó Viva Elástico, que desde arriba dijo que “los que la rompieron verdaderamente con todo fueron Los Cartógrafos”. Todo terminó horas después de lo que los controles municipales quieren que terminen las cosas. Ningún vecino se quejó porque haya bicis atadas en la vereda o gente en el barrio. No da que los ámbitos en los que la gente que labura mucho,  cobra poco y va para conocerse y bancarse terminen temprano. Porque para estas personas todavía es temprano. Y quieren quedarse.

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