Es flamante campeón del torneo amateur Sub-1700, realizado en Buenos Aires y avalado por la Federación Argentina de Ajedrez. Analiza la importancia que tiene este logro para quienes practican ajedrez en sus ratos libres, y reflexiona en base a su rol como docente y como integrante de la Asociación Santafesina de Ajedrez. En este marco, aclara: “El ajedrez es una rama cultural muy importante y, por eso, mucho más que un simple deporte”.

En su teléfono celular, el jugador amateur de ajedrez tiene más aplicaciones relacionadas a esta actividad que la suma de todas las demás extensiones que añaden cualidades a su móvil: varios servidores para jugar en línea, relojes para pimponear (modalidad de partida donde cada jugador posee un tiempo relativamente corto para realizar sus movimientos) con algún amigo, programas de entrenamiento para resolver ejercicios tácticos y estratégicos, procesadores para analizar partidas. El jugador amateur también es un millenial, pero a su modo: en la cola del supermercado, durante el viaje en el bondi, en el transcurso de una reunión o de una charla aburrida, a este tipo de personaje podrá vérselo inmerso en el análisis de un problema planteado en las 64 casillas del tablero que se extiende dentro de la pantalla de su smartphone.

Hoy, y por un año, Antonio Maset es el mejor jugador amateur de su categoría (Sub-1700) a nivel nacional. Esta mención la consiguió el fin de semana del jueves 8 al domingo 11 de diciembre en el Club Argentino de Ajedrez de Buenos Aires. Fue durante un torneo exigente y con alto nivel de participación, cita a la que acudieron 73 ajedrecistas provenientes de 14 provincias.

Maset fue un jugador dedicado durante su adolescencia. Oriundo de Esperanza, compitió hasta los 18 años obteniendo varios logros en su ciudad y en las localidades abarcadas por la Federación Rafaelina de Ajedrez. Desde aquella edad, cuando debió emigrar a la capital provincial para estudiar abogacía, y luego a sus 25, cuando se casó con su actual pareja con quien tuvo dos hijos, Antonio perdió contacto con el juego-ciencia. Es algo natural, se dice, propio de los devenires de la vida. Pero aún más natural (o biológico), es ese “bichito” que lo convenció a sus 33 años de volver a probar suerte en las competencias ajedrecísticas. Un par de buenos resultados lo convencieron de hacer un esfuerzo económico para participar de dos torneos internacionales para jugadores amateurs. Ambos se realizaron en Grecia (en Creta en 2013, y en Kos en 2015), y en ambos salió campeón.

—¿Qué significa ser campeón amateur Sub-1700?

—Una gran satisfacción y un gran alivio. Sentí mucha presión durante el torneo, porque tuve dos perseguidores que tampoco perdían. Pero además me pesaba la carga personal de demostrar en suelo argentino mis conquistas de Grecia. Porque en 2013 y en 2015 tuve la posibilidad de participar allí en dos mundiales para jugadores no profesionales. Era una competencia organizada por la Organización Mundial de Ajedrez Amateur (Amateur Chess Organization, ACO), cuando todavía la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez, las siglas son en francés), no contemplaba a la categoría amateur. Hasta este reciente reconocimiento debíamos participar en torneos abiertos junto a profesionales que le dedican su vida a la disciplina, y donde las chances de tener una actuación destacada se reducían mucho. En fin: durante todo el torneo me sentí sin margen para el error.

—¿Podés resumir el transcurso de tu performance?

—Gran parte de las partidas las definí en los últimos segundos. Después de varias horas de lucha, cuando comenzaba a jugarse contrarreloj, pude terminar de sacar la diferencia. Por eso, ninguna de las partidas fue sencilla. Incluso mi quinto juego fue crítico, donde mi posición era de desventaja. En muchas otras ocasiones llegábamos a un final muy parejo, donde el rival me ofrecía tablas pero yo sabía que quien me pisaba los talones había ganado su partida. Entonces debía rechazar el ofrecimiento y seguir buscando el desequilibrio. Así, una de mis mayores estrategias fue la de tratar de exigir al máximo a mi rival hacia el final. Intentaba “tirar trampas” para que mi rival “pise el palito” en posiciones que estaban totalmente igualadas. En una sola ocasión no tuve éxito, pero terminé ganando porque mi rival se confió y, de tanto reflexionar, se le acabó el tiempo de juego.

—¿Cómo se prepara un jugador amateur?

[quote_box_right]1700, un número muy difícil de alcanzar

En ajedrez, los niveles de juego se determinan en base a un puntaje derivado de la performance que cada ajedrecista desempeña en los torneos avalados por la FIDE. A esta forma de medición se la conoce como ELO (debe su nombre a su inventor, el profesor estadounidense de origen húngaro Árpád Élő). Hasta antes del torneo, Maset tenía un ELO de 1644, cifra que aumentará en alrededor de 130 puntos, un logro realmente destacable. El ELO del noruego Magnus Carlsen, número uno del mundo, es de 2840.[/quote_box_right]

—La preparación es bastante exigua, porque el amateurismo convive con su ocupación principal. Además muchos tenemos familia. Hay que buscar “el huequito”, como se dice. Pero cuando tengo un torneo en vista trato de ser disciplinado. Intento dedicarle por lo menos una hora diaria al estudio durante cuatro o cinco meses. Y el entrenamiento se da de diversas formas: ya sea analizando partidas o posiciones, o bien leyendo revistas y artículos sobre ajedrez. Pero no tengo un método específico. Sin embargo, sí creo importante seguir las partidas de alto nivel porque algo termina aprendiéndose. Para este último torneo tuve menos tiempo de preparación porque me enteré de su realización muy por encima de la fecha. Mi principal entrenamiento fue una competencia que realizó la Asociación Santafesina de Ajedrez (ASA, de la cual forma parte), cuya particularidad fue que el ritmo de juego propuesto coincidía con el del campeonato (una hora por jugador, con 30 segundos de incremento por cada movimiento). Fue una casualidad que me benefició muchísimo.

—¿Qué puede aportar este título al ajedrez amateur santafesino?

—Aspiro a que sea un trampolín para que se entusiasmen los demás ajedrecistas. Porque estamos todos a un muy buen nivel. También me interesa que sirva para la difusión, porque debemos sembrar las semillas necesarias para encontrar nuevos jugadores. Es una disciplina que es muy buena para la gente de todas las edades. Fomenta la capacidad de analizar y de pensar. Y debe destacarse que el nivel de los ajedrecistas santafesinos es muy bueno. Quienes me acompañaron en este torneo (viajaron cuatro en total) terminaron todos por encima de mitad de tabla. Hay muchos chicos que estudian y se preparan. Quizá, lo que haría falta es generar más espacios donde podamos reunirnos para competir.

Ser ajedrecista

—¿Desde cuándo tenés vinculación con el ajedrez?

—Aprendí a mover las piezas a los ocho años. Como soy de Esperanza, empecé a competir en el ámbito de la Federación Rafaelina de Ajedrez a los 16. Participaba de muchos torneos y le dedicaba varias horas al estudio: unas cuatro o cinco diarias. A los 17 fui campeón de mi ciudad. Pero luego, cuando empecé la facultad (estudió abogacía pero no terminó la carrera), me costó retomar. Además me casé muy joven, a los 25 años, y desde entonces abandoné casi definitivamente la disciplina. Más tarde, ya con 33, retomé el gusto por jugar en torneos amateurs. Entonces le dediqué todo el 2011 a estudiar, y fui progresado para animarme a competir en Grecia en 2013. A este torneo fui con la gran incógnita de cuál era mi nivel real en el plano ajedrecístico.

Un detalle de los premios. Foto: María Belén Garófalo.
Un detalle de los premios. Foto: María Belén Garófalo.

—¿Hay alguna edad para empezar a ser ajedrecista?

—Creo que la mejor respuesta es una anécdota que presencié en Creta: en la categoría Sub-1400 la participante más longeva tenía 93 años y hacía solo dos que había empezado a jugar.

—Suele preguntárseles a los Grandes Maestros cuál es la particularidad que los hace sobresalir por el resto de los jugadores, más allá de las horas de dedicación; ¿pensás que existe alguna?

—Creo que los primeros 30 jugadores del mundo tienen un plus de capacidad o de genialidad innata que los hace diferentes. Pero del resto de los Grandes Maestros llegan a serlo a través de mucho trabajo y perseverancia. Cuanto uno más tiempo le dedica, más progresa. Pero también es importante el ambiente en el que uno está inmerso para su formación. Muchos de los integrantes de la elite ajedrecística estuvieron rodeados, desde niños, por tutores y escuelas de muy buen nivel.

—¿Qué diferencia hay entre un jugador profesional y uno amateur?

—Un jugador profesional trabaja de ser ajedrecista. En 2012, en ocasión del match por el campeonato del mundo entre Borís Gélfand (Israel) y Viswanathan Anand (India), le preguntaron al primero cuánto le dedicaba al ajedrez. Respondió que, incluyendo la preparación física, sumaba un total de 12 horas diarias.

—¿Existe el cansancio físico en el ajedrez?

—Sí. El torneo que gané tuvo una modalidad de dos rondas por día, e incluso hubo una jornada en que se desarrollaron tres fechas. Si bien lo que más se siente es el cansancio mental, lo cierto es que tener una buena condición física ayuda a sobrellevar este agotamiento. Por eso, para entrenarme incluí además caminatas diarias de una hora.

—¿Considerás que un jugador amateur puede alcanzar un nivel de ELO superior a 2400, por ejemplo?

—Es complicado. Pero no es algo que se dificulte por un tema de capacidad, sino debido al tiempo del que uno dispone para abocarse a la disciplina. Debería cambiar radicalmente su forma de vivir. Porque para lograr la maestría hace falta un plus que es estar abocado a la competencia permanente. De todos modos, cualquier jugador amateur puede ser un jugador de primera categoría.

Enseñar ajedrez

Antonio Maset da talleres de ajedrez en Club Banco Provincia de Santa Fe, destinados tanto a niños como a adultos.

—¿Qué considerás importante a la hora de ejercer la docencia en ajedrez?

—Lo más importante no es saber jugar bien, sino tener la capacidad pedagógica para saber transmitir ese saber. Cuando comencé con la docencia, lo primero que me propuse fue capacitarme. Importé varios libros en inglés que actualmente se utilizan en Europa. Me ayudaron mucho para llegar a los chicos de una forma adecuada a su edad y nivel. También considero que las clases deben tener cierta estructura. Mis talleres no duran más de una hora, y las divido en 15 minutos de reflexión en torno a algún tema teórico, y el resto del tiempo lo destinamos al juego. Finalmente, es importante saber que no deben exponerse grandes conceptos cuando se dan clases a chicos. Más bien, debe adentrárseles por conceptos básicos y de una forma práctica, lúdica.

—Formás parte de la ASA, ¿cuál considerás como un objetivo fundamental de esta institución incipiente?

—Estamos tratando de encontrar la veta para trabajar con la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Santa Fe. El ajedrez tiene sus connotaciones deportivas, pero también entendemos que es una expresión cultural de la sociedad. Gari Kaspárov reflexionó cierta vez que al ajedrez se vive como se juega. Relacionó las diferentes épocas de la humanidad en base a cómo se jugaba al ajedrez en aquél momento. A partir de la Revolución Francesa, por ejemplo, apareció el racionalismo de François-André Danican Philidor (quien creó una forma de comprender el juego en torno a la estructura de los peones sobre el tablero); en la época del Renacimiento se destacaron jugadores como Gioachino Greco; en el Romanticismo aparecieron Adolf Anderssen y las corrientes filosóficas de Arthur Schopenhauer. Así, a medida que la historia progresa, cambia el modo de abordar el juego. Hoy estamos frente a un ajedrez muy pragmático, donde la belleza queda de lado. También vivimos en una sociedad donde cada vez hay menos tiempo para todo, y por eso predomina tanto el estilo de juego conocido como ping-pong (partidas con cinco minutos o menos por jugador). Desde la ASA entendemos entonces al ajedrez como una expresión cultural. No es una actividad de intelectuales, pero sí es una disciplina intelectual. Porque propone un contenido muy rico, que predispone para desarrollar diversas cualidades. Y dentro del ámbito escolar creo que es una disciplina auxiliar de sumo interés para potenciar el aprendizaje en otras materias.

 

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