El túnel parece no tener fin

"Probando realidad virtual en Davos", publicó el presidente en su cuenta de Facebook.

Anuario 2016 | Pese a los vaticinios, no hay indicadores de que el crecimiento vuelva en 2017. Cayó el consumo, la inversión y seguirá bajando el salario real.

Los gurúes con megáfono señalan que el año que viene se verá un “rebote” y que la economía crecerá. Son los mismos tipos que entienden que ha vuelto al “orden” y la “transparencia”, que se perdieron durante más de una década. En el milagroso caso de que Argentina vuelva a crecer en 2017 no se recuperará el producto alcanzado en 2015, por lo que estaríamos hablando de dos años perdidos (o cuatro: en 2015 se había recuperado lo perdido en 2014, quedando en niveles similares a 2013). El resultado final de 2016 se sabrá recién en marzo, a junio ya se acumulaban tres trimestres de recesión y una caída acumulada del -1,7%. Los émulos de Horangel fueron acomodando sus vaticinios sobre la caída del producto con el paso de los meses. Replicaban la consigna del segundo semestre luminoso, luego la metáfora de los “brotes verdes” y, ahora, apenas se restringen a valorar el “sinceramiento”. La aberración conceptual –reducir la economía, que es una cuestión política, a la contabilidad, un tema meramente administrativo– además está vacía de datos; el resultado de pensar mal y sin información es equivocar la predicción. Más bien: el verso de un 2017 venturoso es para esperanzar a la platea y para fortalecer el credo en un gobierno que encara un año electoral crucial. Semejantes promesas combinadas con la cada vez menor efectividad del discurso de la “pesada herencia” hacen de la apuesta algo muy peligroso.

Por qué la inversión no llegará, Toby

La recesión tiene su causa en el empeño del gobierno por disolver el salario real. El crecimiento argentino se impulsa en el consumo privado. Hay cuatro indicadores que muestran que 2016 fue el peor año desde la crisis de 2001 y 2002, sin ambigüedad en la afirmación, y también sin exceso: carne, leche, puchos y vino. La cantidad de leche consumida por habitante en el año que se va alcanzó los 15,93 litros, según el último dato. Apenas supera los 15,59 de 2002 y está debajo de 16,63 de 2001. El consumo de kilos de carne de vaca per cápita es de 55,2 kilos; era de 64,4 en 2001 y 59,3 en 2002. Con los cigarrillos y el vino, los niveles son los más bajos desde que hay registro (2005 y 2009). La mesa de cualquier ciudadano es el dato más duro de la recesión.

Este año, la pérdida del poder adquisitivo para los trabajadores registrados que lograron buenas paritarias fue de, al menos, un -8%. El 17% de inflación estimada en el presupuesto 2017 le pone el techo a las negociaciones con los sindicatos. Sólo con los tarifazos –que todavía no terminaron de pegar en los usuarios y a los que les falta una segunda etapa–, la suba de los combustibles y los alquileres y un leve corrimiento del dólar, los precios quedarán mucho más arriba.

Del 2008 al boom de la desigualdad

Tanta inflación abarata el precio del dólar. Para evitar la suba de la divisa y, a la vez, aspirar pesos, el gobierno apela a las altas tasas de interés. El combo de contradicciones no puede ser más desalentador para cualquier inversor: garpa más ir al dólar o a la timba financiera que plantar el dinero en maquinaria. Eso también es sabido por los gurúes, pero para admitirlo habría que hacer referencia al brutal aumento en la fuga de capitales. Falta un elemento, la apertura de las importaciones. Heladeras, chanchos, calzados, jeringas, lo que quieras a precios de dumping. Los controles han cesado, las autoridades celebran los higiénicos cierres o, directamente, sugieren a los empresarios la reconversión… en importadores.

Mucho Davos y Davosito, vuelta al mundo y apapachos del FMI, pero la inversión ya había caído un -4,9% en el segundo trimestre, respecto de 2015. Medidos en dólares, los salarios obreros argentinos siguen siendo altos y, por otra parte, un mercado interno deprimido carece de atractivo, pese a que ese sea el camino elegido para amansar la fuerza laboral en vistas a la flexibilización. Sólo una explosión de obra pública puede darle cierto respiro al gobierno, pero es improbable que se produzca. La falta de coordinación política entre los ministerios se ventila hasta en los medios de comunicación afines, el presidente inaugura obras del gobierno anterior y, tras un año entero de parate casi total, difícilmente llegue a cortar un buen lote de cintas en 2017, como lo exige cualquier manual de campaña.

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