El presidente se puso colorado, gritó, hizo chistes con un docente amenazado en el marco de una paritaria empiojada por carneros y trazó la línea de la campaña en su discurso más furibundo. El macrismo apuntará todos los cañones a la corrupción kirchnerista, mientras busca una salida de la misma ciénaga. Riesgos de una escalada de impugnaciones en el marco de una crisis que no va cesar: ¿alguien recuerda el voto salame?

En un tiempo fue “No vas a perder nada de lo que ya tenés” y “No voy a cambiar las cosas que sí se hicieron bien”. Luego fue el mantra de frases hechas de buena onda y neoconservadurismo zen, en combinación con la apuesta a la pesada herencia. Hoy el presidente Mauricio Macri sacó la pintura verde y negra, se pintó la cara y lanzó un abierto grito de guerra. La transmisión en cadena nacional tomó nota, los dos primeros dirigentes extrapartidarios puestos en cámara fueron el ex presidente Eduardo Duhalde –con una silla dentro del espacio asignado para el gabinete– y el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey.

Macri demostró una faceta desconocida de exaltación personal –gritó, se le hinchó la vena, se puso colorado, aceleró el habla y tuvo un exabrupto peligroso– y ataque a la oposición, en uno de sus discursos más duros. Muy poco hubo para rescatar respecto de 2016, muy poco se puede puntuar respecto de lo que viene, mucho hubo de relato macrista, una visión de la realidad donde la reactivación privada sólo se debe al campo y donde la obra pública florece y el Estado no recorta en medicamentos o políticas de ciencia y educación.

El relato de Mauricio

Pero sí, en poquito más de una hora, cada tema fue jalonado por un estiletazo al kirchnerismo y, puntualmente, a los trabajadores organizados. La campaña electoral ha comenzado y el gobierno eligió su enemigo para confrontar, mal que le pese a la ensalada de repollo con dulce de leche de Sergio Massa y Margarita Stolbizer. El kirchnerismo y el macrismo polarizarán la disputa electoral, ambos espacios se eligieron mutuamente hace rato.

La lucha contra el mal

Es un misterio el camino para salir de una cultura del enfrentamiento después de un discurso como éste. No es algo para lamentar, o sí, para algunos, no importa. Para el caso, simplemente se señala la total contradicción entre una supuesta vocación de unión de los argentinos y una sucesión de embestidas contra la oposición que supera sobradamente la apelación a la “pesada herencia”.

La arriesgada apuesta de inventar la pesada herencia

Un pasado de supuestos errores políticos y desbarajustes económicos es una cosa. Una impugnación moral es otra. La “pesada herencia” es una versión de la historia, la calificación de corrupto es un castigo al honor de las personas y una acusación penal. Falto de éxitos palpables en el bienestar de la población, Macri clavó como eje de su disputa a la honestidad, la transparencia y el apego por la verdad de su gestión, frente a la horda de ultraorcos kirchneristas. No importa que el presidente esté más sucio que una papa con la que se alimenta un cerdo que vive en un chiquero de una ciudad polucionada de 40 millones de habitantes. El kirchnerismo no pudo –y probablemente jamás pueda– dar respuesta convincente al sinnúmero acusaciones por sus agachadas. Macri tampoco, pero esa discusión se zanja políticamente por TV y en los Tribunales. Con ambas, el presidente tira un full y el kirchnerismo de suerte arma un par simple.

No obstante, el Congreso tuvo visos propios de un aula universitaria en la que los troscos, los peronchos, los cristianuchis y los morados se aúllan por el canon de la cantina. “Después de una década de despilfarro y corrupción, empezamos a normalizar el sector energético para que las familias, los comercios y las fábricas tengan energía cuando la necesitan”, dijo el presidente, y las bancadas oficialistas estallaron en aplausos, se pusieron de pie y vitorearon el “Sí se puede”. Del otro lado, el kirchnerismo coreó “Correeeooo, Correeeooo”. Una delicia y una muestra del tono de los meses que nos quedan hasta octubre.

Los dardos

“Siempre supimos que el camino iba a ser difícil. Son muchos los que no quieren que las cosas cambien, que se resisten, que ponen palos en la rueda”. ¡Ay si la CGT tuviera los mismos bríos que la Mesa de Enlace en el 2008! Uno de los gobiernos que más despidos, pérdida de poder adquisitivo, endeudamiento y ajuste ha producido en las últimas décadas no recibió todavía ni un solo paro general. Con la excepción de la reforma política –la boleta única electrónica–, el Congreso le votó todo a favor al gobierno (igual, los atendió por eso). El cierre emotivo del discurso apeló al mismo tema: "Y yo les digo hoy: no aflojemos. No nos demos por vencidos, ratifiquemos nuestra convicción por el cambio, no escuchemos las voces de aquellos que nos quieren desanimar, que nunca quisieron el cambio, y que ni siquiera hacen autocrítica de lo que han hecho en el pasado". Una contundente promesa de que el ajuste va a continuar.

Por otro lado está el tema de la verdad. La verdad del Indec, del sinceramiento, de las fotos de la vida privada, de las declaraciones juradas –esa no– se vuelve propiedad pura del gobierno como efecto reflejo de la falsedad del kirchnerismo. Es el mismo espejito rebotón que se aplica a la corrupción, es la misma argumentación cuya efectividad depende de una sola cosa: afinidad judicial y machaque televisivo en el living de tu casa. Como ejemplos, “Necesitamos más acuerdos y más realidades, menos exaltación y menos símbolos, menos relato y más verdad”; “Hace un año compartí el diagnóstico de la situación en que encontramos el país cuando asumimos: venía de años de simulación y de un intento intencional y organizado de ocultar los verdaderos problemas”; “La inflación es tóxica. Destruye el salario de los trabajadores, dificulta ahorrar, paraliza la inversión y nos impide mirar a largo plazo. Los gobiernos anteriores la fomentaron y la quisieron esconder”; “La Argentina ya está creciendo y en base a políticas sólidas, sostenibles en el tiempo, sin atajos y sin mentiras. Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro. Con la verdad”.

Sinceramiento, absurdo y memoria

Hubo también tutuca por las cuestiones usuales: se habló de “populismo irresponsable” y de “liderazgos mesiánicos”, del uso con “fines partidarios” de Tecnópolis y de los medios públicos –¿hay que decir que ahora es igual, pero con la portentosa amplificación de los medios privados sobados a pura pauta y concesiones espurias?–, con el aplauso de la muchachada, que interrumpió tanto que pareció un poco mucho, al borde de lo impostado. A destacar, su llamado al diálogo y la unión, después de años en los que fuimos “conducidos a un enfrentamiento permanente, padeciendo persecuciones y un estilo de pensamiento que descalificaba al otro”. Para Milagro Sala que lo mira por TV.

El corchazo

El kirchnerismo apuntará su campaña a la crisis económica –que no va a cesar– y el macrismo apuntará a la corrupción. Las cartas están tiradas y ambas fuerzas no tienen cabal respuesta para las impugnaciones que reciben.

Porque el macrismo tiene total razón en lo que señala, en el punto de que la solidez de su argumento es igualmente proporcional a los balbuceos que encuentra como respuesta. Dicho de otro modo: si el kirchnerismo no digiere de algún modo a José López y Lázaro Baez, podrá hacer mucha campaña, pero siempre va a ofrecer un militante que se quede mudo cuando le levanten el dedo. El kirchnerismo carece de todo discurso unificado de la conducción ante las acusaciones –algunos las niegan, otros las esquivan, otros las admiten pero se abren, otros dicen “yo no, señor”–, el macrismo al menos puede apelar al viejo, querido y patilludamente menemista “estamos mal pero vamos bien”, que ya debería dejarse de lado por el mucho mejor y más cínico “Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro”.

Coco Sily, la corrupción y el voto salame

La síntesis fue el momento cumbre de la alocución, cuando el presidente arrebató la ovación y dejó plantados a sus críticos. “La corrupción es un mal que envicia lo político. Detrás de la corrupción hay millones de argentinos sin cloacas, rutas destrozadas, y tragedias que se pudieron haber evitado como la de Once. Hoy la obra pública dejó de ser un sinónimo de corrupción”. In your face. La última frase llama a la broma, pero in your face.

Lo siniestro

Guarden los globitos. Esto es Macri yendo a la guerra.

“Necesitamos docentes formados, motivados y reconocidos. Enseñen donde enseñen, tienen que poder realizarse en sus vocaciones y tener un salario digno.

Tenemos que apoyarlos en su tarea, especialmente cuando son víctimas de agresiones, como es el caso de Mónica y Raquel, en Rosario de la Frontera, Salta, que cuando quisieron no pasar a una chica de año fueron agredidas por su madre delante de las demás alumnas. O María Marta, que por querer tomar un examen fue amenazada con una bala.

Para cuidar a los docentes, que no creo que Baradel necesite que nadie lo cuide, les pido que sancionen una ley que agrave las penas a quienes los agreden”.

En una misma secuencia, el presidente pasó de ser el pastor que escucha a las maestritas a mofarse de las repetidas amenazas que recibe un dirigente gremial, en el marco de un paritaria empiojada por la convocatoria estatal de carneros organizados. Luego, apuntó veladamente –después lo haría más directo– a bajar la edad de imputabilidad.

De cara al 6 y 7 de marzo, Macri tiró una brasa encendida al cuerpo de CTERA y de cada uno de los docentes de la Argentina. Fue el tramo más violento y la mojada de oreja más macabra que podía suceder. Le salió de adentro, le resultó gracioso, provocador.

El salame

Que no quede duda: la campaña va a ser un espiral de acusaciones mediáticas y judiciales, carpetazos, audios filtrados, operaciones de los servicios, revoleo de mierda. La economía no va a mejorar, menos si el gobierno logra su objetivo de sellar paritarias al 18%, así que la calle será tomada por los desamparados. La estrategia oficial es tan desesperada como quizás efectiva. Desembozada y, a la vez, desoladora. Una fuerza política será mentirosa y corrupta, la otra oligarca y ajustadora. Qué loco si en octubre ganan de nuevo los sobres vacíos, o rellenos de salame o imágenes de Clemente. Como en el 2001.

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