La redención

Nacho Yuchark para lavaca.

Por Karina Arach Minella

En la última misa más que nunca el “estar ahí” se compone como un caleidoscopio. Lo vivido se asienta en lo irrefutable: a mí me lo vas a contar, yo lo viví. Sin embargo, la suma de las diferentes experiencias no alcanza para dar cuenta del acontecimiento. Lo que sobra es la empresa mediática dando cátedra moral con el diario del lunes.

El último bondi a Olavarría es el nombre que elegimos en diciembre pasado para el proyecto audiovisual que una vez más nos llevaría a la celebración pagana del Indio. El sábado 11 después de un periplo que incluyó rutas alternativas, calles de tierra, pozos, giros en U y marcha atrás, llegamos para disfrutar y registrar la previa ricotera. Fenómeno inexplicable que amalgama a una gran diversidad de feos, sucios y malos, rotos y rubias, doctores, investigadores, laburantes, docentes y estudiantes… Para decirlo con una frase –remanida– en la variedad está lo rico-tero.

Arrancamos caminata carnavalesca. Remeras, tatuajes, trapos, humos y rocanroles decoran y singularizan la ranchada que devotos y paganos improvisamos en las calles aledañas. Parás, bailás, saltás, te convidan y seguís. Alguien me dijo que Olavarría tiene calles anchas. No se nota. ¡La Pringles es un delirio! Mucha, mucha gente. La indiada re-creamos una ciudad en horas.  

Casi siempre vuelvo a casa sin ser cacheada y con mi entrada intacta (quizá ayuda la imagen de señora que no va con entrada trucha, ¡ponele!). En La Colmena me cortaron la entrada y me cachearon, ¡qué raro! Entramos al campo una hora antes, el infierno está encantador. Ansiedad festiva. Lo que sobrevino, la focalización múltiple. La suma de las diferentes experiencias no alcanza para dar cuenta del acontecimiento que modificó la realización de eventos multitudinarios futuros.

Terminó Ropa Sucia y esa frase inmortalizada en la piel que no nos deja huir. El viejo chinchudo otra vez como en Tandil, cuando los nenes arrojaban cosas al escenario. La horda no es joda. La máxima ricotera es cuidarnos en la celebración. El carnaval de los cuerpos es fricción y explosión.

¿Cómo frenás a cien mil que quieren entrar? La estrategia: bajar la espuma, profundizar el sentido político.

Cortes de varios minutos entre tema y tema. ¡Volvieron los lentos!, sentí. A mi lado unas pibas chapaban y al rato otra parejita también chapaba. ¡Qué raro! Nunca antes en un recital del Indio, mucho menos en recitales Redonditos, había visto gente chapar.

Jijijí, Mi Perro Dinamita y la marea nos guió en torbellino con fuerza y presión hacia un embudo y a remolinear. Vamos, y no se empujen, ni pisoteen que este temblor ya va a parar. ¡Todxs nos pusimos bravos muchachitos!

En el bondi.

–¿Cómo estuvo adelante?
–Estaban todos locos –me dijo Tati.
–Definime loco.
–Uno le mordió el brazo a una mina para sacarla de la valla.

Las redes vinculan, comunican y también atrapan. Violencia es mentir. Un cable de Télam difundía siete muertos, instalando el caos mediático oficial. Esa empresa, voraz e inhumana, que transforma en papel picado todo lo que toca. La multiplicación de información, sabemos, produce magnitudes peligrosas. Todos los canales, todos los periodistas, todos los noticieros, toda la gilada, prendieron fogatas para que el humo oculte el malestar social.

Si toca en la luna, ahí vamos a llegar. Hace tres recitales, en los tres vamos a estar.

...y en unos días la tele va a olvidar.

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