Maestro de alcance nacional, Ricardo Alfonso mantiene su pie en los ballets de Taiarte.

Taiarte es uno de esos espacios que están tan naturalizados en el paisaje santafesino que simplemente se vuelven parte del contexto cotidiano. Así, sobre calle Tucumán, casi al lado del comedor árabe, podemos ver diariamente la puerta del antiguo edificio con el cartel de Taiarte en letras rojinegras. Pero si uno llega a tener la suerte de pasar y que la puerta haya quedado abierta podrá entrever el pie de la escalera de mármol blanco y escuchar la música de un piano irresistible que nos llama, impulsándonos como autómatas a subir hasta el pequeño recibidor de paredes derruidas con plantas, afiches, cuadros y unos cálidos sillones.

El voyeur que todos llevamos dentro se manifiesta más que nunca cuando espiamos el salón principal y vemos una puerta art noveau francés como telón de fondo de un grupo de bailarinas con tutú y rodetes que giran etéreas sobre sus puntas.

Esta es una de las maneras de encontrarse con Taiarte, Taller Integral de Arte, un lugar que ya tiene 14 años de trayectoria cultural en la ciudad. Su director Ricardo Alfonso, santafesino por adopción, es además el director artístico del Ballet del Sur, uno de los tres más importantes de la Argentina.

Lugar de ensayo y creación

En Taiarte funcionaron cuatro compañías de gran importancia para la ciudad, el Ballet Contemporáneo, el Ballet de Cámara, el Ballet Flamenco Raza de Fuego y el Ballet de Jazz que con la partida para el nuevo cargo oficial de su director han quedado en “stand by” según su mentor.

El coreógrafo Diego Ríos ,con la guía del maestro, es quien está a cargo en su ausencia de las clases de ballet y también lleva adelante los talleres de flamenco, que son su especialidad. Si bien fueron cinco los fundadores de Taiarte, el estudio quedó bajo la dirección general de Alfonso. Luego ocurrió la convocatoria de importancia nacional: “Cuando me convocaron en 2010 pensé que iba a estar dos años en el Ballet del Sur de Bahía Blanca, pero resulta que ahora van siete. Me gusta que haya continuidad de gestión. Tenía problemas gremiales y administrativos y hoy estamos haciendo giras internacionales. El año pasado salimos segundos mejor del año en danza en Argentina por nuestra Giselle con Marianela Nuñez, estrella del Royal Ballet de Londres y tenemos programando este año dos funciones de La Sylphyde el 28 y 29 de Julio en el Teatro Coliseo de Buenos Aires junto la reconocida bailarina Luzmila Pagliero, étoile de la Opera de París”.

Alfonso dice que si bien nació en Uruguay y está trabajando en Bahía Blanca, su corazón está en santa Fe: “Yo elegí vivir acá, acá tengo mi casa y mi estudio. Soy uruguayo de nacimiento y santafesino por elección”. Su formación la realizó en la Escuela Nacional de Danza de Montevideo y después fue bailarín y coreógrafo en el Ballet Nacional de Uruguay. En 1996 vino a Santa Fe y fundó Taiarte, comenzó con trabajos en el país y en Brasil y ahí apareció Bahía Blanca.

Para él la formación en un establecimiento público fue determinante: “Hay que destacar que generalmente los artistas se forman en lo privado, pero en mi caso mi formación me permitió siempre trabajar a nivel oficial, lo que profesionaliza la tarea. Hay cronogramas, puestas luces y montajes de escenografía. Nada se deja nada al azar. El Ballet del Sur es provincial, lo integran más de de 300 personas”.

Profesional

Si bien su vocación está en lo público, Alfonso tiene una visión muy crítica sobre la gestión cultural del Estado: “Una de las carencias del Estado es que no tiene políticas culturales. Hay gestión de manual en la cual hacen cuasi producciones pero no hay proyectos a largo plazo. Te dan un subsidio muy bajo en relación a todo el esfuerzo de años que conlleva la preparación de un espectáculo y luego viene y te ponen el cartel del ministerio de turno”. De esta manera destaca que “la cultura no es nunca un gasto” y pone de manifiesto el error de hacer gestiones personalistas.

¿Y como se manifiestan estas ideas en Taiarte, un espacio de gestión privada? Si bien por su partida a Bahía Blanca tuvo que interrumpir las gestiones para que el estudio cuente con el título oficial, Alfonso dice que es lo primero que aclara cuando alguien quiere tomar clases: “Aquí el enfoque desde mi lugar es muy en serio. No se trata de llenar a los alumnos de lentejuelas y a fin de año cobrarles un montón de plata para el vestuario, haciendo que se sientan felices bailando cualquier cosa. Acá no bailan cualquier cosa, sino algo de calidad dentro de sus posibilidades. No los llevamos a concursos a ganar medallas de plástico aunque estén pintadas de dorado porque eso me parece que es un negocio y una estafa moral a las personas”.

Alfonso quiere remarcar la diferencia y afirmar que Taiarte no es un negocio: “no concebimos a Taiarte como un negocio. Siempre estamos a pérdida, me han ofrecido hacer danza árabe para niñas y baile del caño. Todo eso es un negocio y no es el objetivo de nuestra enseñanza. Que niñas de cuatro años hagan punta es deformarles los pies, hay técnicas de fortalecimiento que llevan su tiempo, hay papás que han dejado el estudio porque lo único que querían es que la hija hiciera puntas”.

La casa

Taiarte tiene historia. Fue un hospedaje, una radio y hasta otro estudio de danzas, antes de ser Taiarte. Por ahí paso Raúl Kreig con sus clases de teatro y también sirvió de estudio del artista plástico Ricardo Calanchini. Aun hoy pueden verse obras que el artista donó al estudio. La dueña, una señora muy mayor, quedó fascinada con el proyecto cultural, por eso siempre tienen cierta flexibilidad.

Para Alfonso la casa está llena de magia “acá la gente viene y se siente bien, buscamos que vivan un momento de placer a través del arte y la cultura. Pero obviamente que hay diferentes niveles: si viene un grupo de niños y jóvenes a estudiar, vienen a estudiar”. Aunque los niños y jóvenes no son los únicos, también hay nivel de adultos que tiene la danza como materia pendiente.

Técnica y belleza

Es sabido que la danza contemporánea no tiene un publico masivo. Si bien no es la única disciplina con esa particularidad, consultamos a Alfonso sobre cuál podría ser la razón: “Tiene que ver con el desconocimiento y con lo que se muestra. Cuando mostrás en una academia o algunas galas que se presentan hoy como lo mejor que existe en danza, si el público no tiene el hábito de investigar va a pensar que eso es lo mejor pero muchas veces es muy malo. Entonces después lo duda y no quiere volver a ir. Eso es lo que hace que se bastardee. Ahora si producís un espectáculo de buen nivel, seguro despertás el interés del público”.

Por su ausencia transitoria en la ciudad decidió por ahora que el Ballet de Danza Contemporánea de Santa Fe en este momento esté suspendido: “Lo improvisado no me gusta, más que como materia de estudio, pero no para presentar un espectáculo porque ahí es donde se ven las carencias. Algo que se ve en muchas ciudades es que a la danza contemporánea no tiene un publico habitué más que los amigos porque está muy bastardeada, es muy improvisada. No hay técnica, no hay estudio, no hay nada”.

Más adelante continúa: “Por ejemplo en la danza contemporánea mucho grupos presentan la expresión corporal como si fuera danza contemporánea entonces uno ve algo improvisado. La expresión corporal no es una técnica para hacer coreografía, es una técnica de complemento como la técnica vocal. Hay gente que erróneamente se ha copiado de videos para hacer sus espectáculos, por ejemplo una obra como Café Müller de Pina Bausch, pero a esa bailarina le costó toda la vida llegar a realizar esa obra, es como el dicho de Picasso: ‘primero hay que pintar como un maestro renacentista para luego pintar como un niño, con la simpleza de un trazo’”.

 

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí