Por una ley para el trabajo sexual

Legalizar o abolir el trabajo sexual es uno de los debates que divide al movimiento de mujeres en nuestro país. Las meretrices organizadas avanzan con su voz en el feminismo.

El feminismo crece día a día, a paso urgente ante una realidad y una cultura machista que ya no se tolera, porque en su expresión más extrema se está llevando la vida de una mujer cada 18 horas en nuestro país. Contra ese objetivo, todo el movimiento grita al unísono Ni Una Menos, al igual que al unísono se reclama por el aborto legal, seguro y gratuito, entre otros temas.

Pero hay acuerdos a los que todavía no se llega y realidades que aún pueden verse desde diferentes lados, lados opuestos, básicamente. El trabajo sexual es uno de ellos. Es, indudablemente, el tema que divide aguas en el movimiento de mujeres en nuestro país. Algo que quedó evidenciado el año pasado, con la polvareda que levantó que, por primera vez, las trabajadoras tuvieran su propio taller dentro del Encuentro Nacional de Mujeres; y este año, cuando en las asambleas previas al Paro Internacional de Mujeres se debatía si se las incluía o no en el documento.

“Nuestro recorrido no es casual, es el mismo que tuvieron que hacer las compañeras lesbianas y trans”, explica Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar). “Pedir  la inclusión a un movimiento feminista donde siempre ha predominado un feminismo blanco, académico y de clase; donde todos los cuerpos disidentes, que se salen por fuera de la heteronorma impuesta, siempre fueron excluidos. Eso ahora está en puja”.

—¿Sienten que fue una pequeña batalla ganada el taller propio en el Encuentro?

—Para nosotras es un gran avance tener ahí un espacio donde se respete nuestra autodeterminación como mujeres trabajadoras, ya que en los encuentros anteriores asistíamos a los talleres que se llamaban “Mujeres en situación de prostitución”, donde era muy difícil tener un debate sin violencia, sin apelar a descalificativos. Además ese ambiente tenso resultaba expulsivo tanto para  nosotras como para un montón de otras compañeras feministas que no querían debatir en ese ámbito, y siempre quedábamos las mismas, las que ya tenemos una postura tomada. Fue complejo todo el camino para llegar a tener el taller, hacer notas, reuniones, exponer casi ante un jurado si era posible que las trabajadoras tengamos nuestro espacio, por suerte hubo muchas compañeras que apoyaron, de la CTA, organizaciones como Pan y Rosas, el Movimiento Evita, fue un amplio apoyo. Y después Ammar trabajó para que pudieran asistir la mayor cantidad de trabajadoras sexuales posible y por eso tuvimos más de seis talleres repletos y más de 700 mujeres escuchando por primera vez a las trabajadoras sexuales, que también por primera vez estaban coordinando esos talleres y discutiendo una agenda que el propio movimiento planteaba.

Orellano estuvo en Santa Fe como parte de una recorrida que Ammar encaró para relevar la situación de las trabajadoras en el país y poder llevar esos datos al Primer Congreso Nacional de Trabajadoras Sexuales, que se realizará en el hotel Bauen, en Capital Federal, del 30 de mayo al 1 de junio. “Apuntamos no sólo a la formación de cuadros para que haya más referentes hablando en primera persona, sino también a generar un espacio donde podamos hablar sobre qué tipo de legislaciones necesitamos y cuál va a ser la demanda que le hagamos al Estado en este sentido”.

—¿Están trabajando ya en un proyecto de ley al respecto?

—Si, nos estamos reuniendo y trabajando en un nuevo proyecto de ley, con el equipo de abogados de la organización, con antropólogas y sociólogas que vienen investigando el tema y apoyando con informes, dando cuenta de cómo las políticas anti trata terminaron criminalizando el trabajo sexual, por ejemplo. Esa mesa que armamos tiene la representación de una compañera por modalidad, las que trabajan en el espacio público, internet, actrices porno, webcamera, puertas para adentro, página web, bares. Queremos que el próximo proyecto que Ammar haga sea muy amplio, un paraguas legal que no deje a ninguna trabajadora sexual afuera.

En 2013 Ammar había presentado un primer proyecto de ley buscando darle un marco legal a su actividad, pero la iniciativa no prosperó y hoy ven esto como la posibilidad de redactar una normativa superadora, más inclusiva. “Hoy por hoy, con todo el nuevo contexto político, y con la maduración que tuvimos como organización sobre qué modelo vamos a reclamarle al Estado, teniendo en cuenta también que es el propio Estado el que nos violenta, sabemos que queremos un modelo de perspectiva de derechos laborales, no uno que nos arroje mayor obligatoriedad en ciertas cuestiones, como tener un control de la sanidad con una mirada muy peyorativa hacia nuestro trabajo o una credencial, cuestiones que nosotros incorporamos en el proyecto de 2013, pero era otro contexto. Hoy creemos que de aplicarse eso, muchas compañeras quedarían afuera, porque hay muchas que no tienen resuelto el tema en sus entornos familiares, que es una batalla cultural contra el estigma que todavía tenemos que dar, y que por esa razón es lógico que no van a querer estar anotadas en un registro o hacerse una credencial”.

La prostitución quiere amparo legal

Políticas de maquillaje

Para Orellano, es posible la convivencia de las políticas públicas que se reclaman tanto desde Ammar como desde los sectores abolicionistas, esto es: alternativas laborales y trabajo genuino para las mujeres que no desean ejercer más el trabajo sexual, y un marco legal y acceso a los derechos laborales, como una obra social y jubilación, para las que sí quieren hacerlo. Según la dirigente, hoy no ocurre ninguna de estas dos cosas, ya que las mujeres que dejaron de ejercer la prostitución, por ejemplo, al cierre de las casas de citas, cabarets y prostíbulos como parte de la política anti trata, no se les ofreció otra alternativa laboral viable. “Lo que se les ofreció a estas compañeras son cursos, de pastelería, de peluquería, para hacer un microemprendimiento de toallones o de bijouterie, y los cursos pagaban de $200 a $1500 por mes. Creemos que son políticas de maquillaje, porque nadie vive con $1500 por mes, y además desconociendo que hay un alto porcentaje de trabajadoras que somos jefas de hogar, que tenemos hijos”.

El reclamo que se hace desde Ammar a la política anti trata, que comenzó fuertemente en 2012 con la ley 26.842, es que no contempló, según lo entiende la organización, que no todo trabajó sexual es trata de personas, y que en esa desarticulación de redes, también terminaron presas trabajadoras que compartían casas o departamentos donde ejercían su actividad.

“Nosotras creemos que el reconocimiento de derechos laborales para las trabajadoras sexuales autónomas es una forma de sacarnos de la clandestinidad, de la constante vulneración de derechos a la que estamos expuestas por parte de la policía, de la violencia institucional y la falta de acceso a derechos como la obra social, el aporte jubilatorio, acceso a la vivienda, a la salud integral. Trabajar en un marco de legalidad con presencia del Estado, a través de derechos y garantías, nos va a dar a nosotras una herramienta para luchar, para que nuestros derechos no sigan siendo vulnerados”, explicó la secretaria de Ammar.

Sororidad

Al momento de dar los fundamentos por los cuales el trabajo sexual debe ser reconocido como tal, Orellano afirma: “las abolicionistas dicen que la prostitución no puede ser trabajo porque no se elige libremente, y nosotras decimos que es cierto eso, pero que no nos pasa sólo a nosotras, hay un montón de otros trabajos que no se eligen libremente, que terminan siendo la única opción, la diferencia es que a esos trabajadores no se los cuestiona ni juzga de la misma manera en que se nos cuestiona a nosotras. Las empleadas domésticas tampoco eligen libremente, y las ponemos de ejemplo porque somos iguales: mujeres pobres, con pocos estudios, y, en ambos casos, el trabajo recae mayormente sobre nosotras. El feminismo aboga por el poder de decisión de las mujeres sobre nuestro propio cuerpo y nuestras propias vidas. Entonces, si podemos decidir abortar o no, tener una familia o no, ¿por qué no podemos decidir ejercer el trabajo sexual? Parece que somos todas incapaces de elegir y decidir sobre nuestros propios cuerpos, que no tenemos la capacidad suficiente para darnos cuenta si nos están explotando, como si fuésemos además las únicas explotadas. No nos pueden venir a decir que hay que abolir la prostitución porque hay explotación, en todo caso dejen de perseguir a las putas y vayan a abolir el sistema capitalista, esa es la gran revolución”.

Para la secretaria de Ammar, el problema que hay con el trabajo sexual es la parte con la que ejercen dicho trabajo, la genitalidad. “Es sólo eso, porque después tenemos los mismos problemas que cualquier otro trabajador, este tema está atravesado por una cuestión moral, por mandatos culturales que dicen que en el campo de la sexualidad el hombre domina y la mujer siempre tiene que ceder, es impensado que la mujer se apropie de esa sexualidad, del placer y encima le ponga un precio a eso”.

Un debate que apunta a todo un sistema, cultural, económico, político y de valores, que para Orellano se salda con una real solidaridad entre mujeres. “Para nosotras el único enemigo es la policía, que además es el patrón histórico de las trabajadoras sexuales. Creemos que no tenemos que seguir dividiéndonos entre nosotras, porque ahí el único que gana es el patriarcado, no tenemos que fomentar esa rivalidad abolicionista-regulacionista, no hay que estar de uno u otro lado, hay que abrazar la lucha de todas las mujeres, eso es el feminismo, darle la posibilidad de elegir a la otra cosas que por ahí vos no elegirías para vos, esa es la verdadera sororidad”.

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