Un repaso histórico de la militancia de la UCR universitaria, desde la FUL a Cambiemos.

El radicalismo local por primera vez logra un triunfo electoral de nivel provincial. Beneficiado en la gestión por el proceso de recuperación económica y social de tiempos pasados, excluido del amparo de la chequera nacional hasta diciembre de 2015, el radicalismo universitario está hoy bajo la luz de los reflectores nacionales. Estas son unas pocas imágenes de uno de los más consistentes grupos políticos que ha dado la ciudad y de su lenta construcción de poder, que ahora los deja en gateras para 2019.

Mayo de 2003

El escándalo por el desvío de donaciones para los inundados estalla sobre la secretaria de Promoción Comunitaria Adriana Cavutto. Decenas de camiones que partían desde todos los puntos del país no tenían en claro adónde apuntar. Entonces, apuntaron a los amplios galpones de la abandonada Milkaut, sobre San Martín, que comenzaron a llenarse de frazadas y colchones y leche y pañales. En el lugar, una piba rubia, bajita y menuda, de menos de 30 años, recorría rápida papeles y planillas, daba órdenes a los camioneros, organizaba a los estudiantes de Franja Morada como estibadores y repartidores, seleccionaba puntos de redistribución y fomentaba que se enviaran más donaciones al lugar. Aprovechando la incipiente relación con ATE, también había facilitado la organización del padrón de “desencontrados”, que se exhibía en la explanada del rectorado.

No se sabe en qué momento del mes ella y el resto del funcionariado de la UNL notaron que estaban gestionando a los malabares una virtual y urgente Municipalidad paralela y que tenían cuatro años –más que suficientes– para mirar al palacio de calle Salta.

Antes del 2001

Mientras el ex rector Hugo Storero penaba en el área de Cultura de De la Rúa, la sangre joven de la gestión universitaria tendía puentes para arriba, abajo y los costados. De la mano de los “padrinos” la UNL toma un contacto uno a uno con las firmas que mueven la ciudad. No es el aporte monetario empresarial lo que realmente importa en esos casos, es compartir el espacio, esa silla donde no se sienta cualquiera. Por otra parte, mediante una mesa de diálogo –puntos de encuentro muy de moda antes del estallido, después también pero no tanto–, establece lazos firmes con organizaciones barriales, ONG, cooperativas, sindicatos y, también, el Arzobispado. Ágora se llamaba esa mesa. ¿Habrá nacido ahí el buen vínculo con los Sin Techo y el desafecto con Manzanas Solidarias? ¿Se habrá imaginado en un aparte de esas conversaciones la construcción del predio con ATE?

¿Es una posición de poder la que permite tener relaciones y accesos a debates que conllevan decisiones o es el tejido de contactos el que produce una posición de poder?

Fines de mayo de 2011

El tipo llora hinchado y con espasmos, como lloran los tipos. Se abraza a su amiga, compañera de la facultad y el oficio, y siente lo que es perder. Poco más de 200 mil votos no bastaron para ganar la interna del Frente Progresista con el intendente Mario Barletta como candidato. El socialismo les ganó por primera vez; cuando tocaron a Hugo Marcucci, en 2015, el resquemor político pasó a ser inquina personal. Pero en 2011 se sabía que el triunfo de Barletta era imposible. El tipo lloraba la derrota, no obstante, y se le caía en llanto el extenuante rodaje por la provincia, las charlas con los landlords senatoriales de cada departamento soportando la arrogancia que los caracteriza, las mil veces que escuchó a Los Palmeras cantando “Poné a Barletta”. A destiempo, rompiendo lanzas, Barletta pretendió otra vez la Casa Gris. El tipo ya estaba más próximo al intendente, como todos sus pares. Festejó la reelección en la ciudad.

[quote_box_right]Antes y después de Macri, aliados o separados del Frente Progresista, la gestión de los radicales en la Municipalidad fue siempre homogénea.[/quote_box_right]

Así de fogueado está el tipo, un prestidigitador para lograr que no se le note, mientras ahora saborea la revancha por venir.

Todo el 2006 y 2007

Jorge Conti en LT10 fustigaba al intendente Martín Balbarrey por sus obras públicas truchas. La UNL era incontestable en materia hídrica: desde ahí se había desmentido al gobernador Carlos Reutemann en 2003 aunque, tregua mediante, jamás se volviera a avanzar mucho (nunca el Lole olvidó esas estocadas). Después de la segunda gran inundación en la ciudad, Balbarrey estaba para el cachetazo. Con LT10 al mango, el resto de la gestión UNL ponía primera de cara a las elecciones. Toda la guita se iba en recitales gratis, un camioncito sanitario por los barrios y más recitales gratis y masivos.

Pese a todo, Barletta ganaría por poquito más de un punto apenas, resultado del servicio de Cachi Martínez partiendo al peronismo. De esa fragmentación se aprovecharía en lo sucesivo el radicalismo universitario, sacándole todo el jugo. Y con LT10 lograría marcar la línea editorial municipal, irradiando al resto del sistema de medios.

Marzo de 2015

En pocos días en la convención de Gualeguaychú se decide la suerte del radicalismo. La departamental Santa Fe es taxativa: “el PRO claramente optó por estar junto a lo peor de la política de los ‘90, en particular en esta provincia. No podemos compartir estrategias con Reutemann, Mercier o Del Sel, que representan la ausencia del Estado, las privatizaciones, la exclusión. En la ciudad de Santa Fe significa volver a los peores gobiernos de la desidia, la corrupción, el abandono y la mentira”. La parte central de los firmantes y adherentes de ese documento rescatarían un sello de goma tras Gualeguaychú: el Foro de Intendentes Radicales. En noviembre, el candidato a presidente Mauricio Macri sería recibido por el radicalismo local, cabeza de ese Foro, que de la telaraña vieja de los centenares de intendentes radicales del país haría una red imprescindible para la victoria amarilla. “Somos un partido, queremos el poder” justificó sin culpa una dirigente universitaria muy querida por opositores, profanos y hasta activistas, cuando el 10 de diciembre ya había pasado.

En los hechos, antes y después de Macri, declaración o no declaración, aliados o separados del Frente Progresista, la gestión de los radicales universitarios en la Municipalidad fue más o menos siempre homogénea y continua en sus defectos y virtudes, hasta el presente. Nada de lo que hoy escandalice –la GSI, el uso de terrenos públicos, la bajada territorial– no tiene ya una larga historia, ninguna de las obras a las que se le corte la cinta –de los jardines a los desagües– no fue planificada casi desde el comienzo, buena parte de los problemas, destratos y resistencias que trajeron al gobierno de la ciudad se mantienen. El radicalismo universitario tiene identidad propia.

Las herramientas se afinaron y, extrañamente, el equipo de gestión no tuvo mayor renovación y no parece estar fundido del cansancio. Pero, por otro lado, la base electoral local parece estar ciñéndose cada vez más al centro de la ciudad, al menos según los resultados de las últimas generales para el Concejo. Circunstancias de cómo se construye una hegemonía. Habrá perdido en el coto chico el radicalismo universitario, pero le queda el maná nacional por dos años para el repunte.

Desde el 2007

Hablando de hegemonía, ¿cuántos egresados de Derecho de UNL están en las nuevas estructuras que el Frente Progresista creó para la Justicia? ¿Y cuántos de esos egresados están relacionados con el radicalismo universitario? ¿Son más o menos que los de viejo cuño reutemista? ¿Metieron alguno los socialistas?

Principios de los 90

En defensa de la educación pública, contra la Ley de Educación Superior. Esa era la consigna de la época. Con los dirigentes de Adul, referentes de siempre en Derechos Humanos, un joven de campera de jean marcha camino a la Legislatura para presionar un rechazo a las reformas educativas del menemismo. Cuando solía salir a las calles para protestar, la Federación Universitaria del Litoral avanzaba con su columna. Muchos de los de hoy ya estaban ahí junto a José Corral. Otros estaban en la misma cruzando el río, otros se sumarían en el camino y otros, de nuevas generaciones, pasarían por la misma organización.

Saben de repartir volantes y demoler argumentos en asamblea a cerrar acuerdos con el capital local y el referente barrial, de la derrota y de los triunfos, de cómo y con quién acordar para ganar, de sostener dos gestiones municipales y media casi sin mezclarse con otras fuerzas, ni siquiera el PRO. Miran al peronismo con sorna y desde arriba –estrenaron gobierno derrotándolos en toda la bota–, miran a la izquierda y sus grupos con algo de despreocupada incomprensión. Viven por e invierten todo en la política, no saben cómo ser otra cosa porque siempre fueron eso y por eso, en 2019, sedientos, se juegan todo lo que son.

 

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