Crónica del homenaje a Fernando Birri

Foto: Victoria Vazquez

El pasado sábado se realizó un tributo al gran cineasta en San José del Rincón. Aquí las sentidas impresiones de Vilma Honnorat.

Por Vilma Honnorat

¿Cómo despedir a un grande? ¿Cómo despedir a un maestro, a un amigo…?

Fernando Birri: titiritero, poeta, creativo, iluminado, padre del cine latinoamericano, nacido en esta tierra, admirado y reconocido en el mundo entero. Soñó que fuera aquí, donde pasar los últimos años de su vida porque era aquí en esta tierra, con la gente que la habita, donde se despertaba el genio creador.

Rincón lo enredó con su magia, con sus olores, su gigantesca vegetación, con su río… “Aquí me quedo”, dijo el maestro y empezó a nacer su rancho: el Sapukay.

Fue aquí donde imaginó su despedida. “Mi partida será celebrada con un gran murgón… muchos tambores, que sus redobles inunden de sonidos este paisaje litoraleño, que mis cenizas se esparzan en las aguas del río Ubajay, donde me acompañarán los camalotes, los peces plateados…”.

En el atardecer del 6 de enero pasado volví al Sapukay, un montón de imágenes y emociones me atravesaron. Lo vi, lo vi sentado en su mecedora al lado de la ventana en silencio, lo vi haciendo exagerados ademanes, lo vi caminando, dibujando su huerta. Lo vi en aquel picnic sentado con sus amigos alrededor de un mantel blanco extendido en suelo del terreno baldío, antes de empezar la construcción del Sapukay. Lo vi plantando la palmera, el limonero, la higuera con todos nosotros, trabajando en su tablero, dibujando, creando apasionadamente,  amando todo lo que hacía.

La gente que habita esta tierra se acercó al Sapukay, sólo ellos, los de la tierra, los que no tienen un escritorio, no firman decretos, los que no reparan en cómo vestirse para ir a un evento, los que espontáneamente se suman, los que no apelan a un discurso para movilizar emociones, porque no existen palabras para despedir a Fernando… Los toques de tambores, los abrazos, los recuerdos vividos junto a él eran suficiente…

Llegó un colectivo con niños y muchos sonidos. La Birrilata presente. Al instante la casa se llenó de voces y miradas curiosas. Así, poco a poco, el rancho se inundó con la presencia de mujeres hombres, niños de distintas agrupaciones, gente amiga, admiradores, seguidores, alumnos de Fernando, compañeros de trabajo.

Rodeamos el rancho bajo la enramada de glicinas y empezaron a sonar los tambores.

Murgón para despedirlo, color, alegría, viejos amigos del maestro juntaron las cenizas del hogar, manos cargadas representando al fuego que ardía siempre en su rancho y su corazón  colocadas en un inmenso cofre donde otros amigos sosteniéndolo en lo alto hicieron la punta y atrás el murgón, cintas de colores, cabezones, máscaras, baile, todos marchamos emocionados desde Sapukay, por las calles adornadas de Rincón hacia el Ubajay. Hermoso camino compartido, maravilloso momento de alegría. Bailando llegamos al río y cada uno poniendo un leño se armó la gran fogata, la gente naturalmente se fue poniendo en círculo, ¡un círculo mágico, amoroso!

Los tambores sonaron fuerte haciendo un camino del fuego al río donde una balsa de camalotes esperaba en esas aguas, bajo ese cielo rinconero ya anochecido, los viejos amigos de Fernando llevaron el baúl y soltaron las cenizas sobre el camalote, con velitas prendidas partió para quien sabe qué viaje, mientras tiramos las flores que a él le gustaban y hasta un collar de caracolas ofrecido por una historiadora rinconera.

Sin discurso, sin rigidez, pero cooperativo, resultado de un trabajo grupal intenso y de amor.

Esa idea del maestro acerca de su despedida se hizo realidad. Se gestó a la medianoche del día de su partida. De una conversación telefónica con Sol Jara (rinconera custodia del Sapukay)  surgió la idea de hacer realidad, la última voluntad de nuestro querido Fernando. Ambas nos pusimos en marcha y sin más se fueron sumando artistas, músicos titiriteros, periodistas, cineastas y otros amigos. Todo se hizo respondiendo al espíritu de Fernando, realizando un trabajo cooperativo y apasionado, sin intereses mezquinos, todos con un mismo sentimiento trabajamos codo a codo para este sueño se haga realidad.

Como dijo el maestro:

“Este mágico rancho criollo y cósmico es de todos. La acción militante empieza por ser siempre un sueño, hoy Sapukay empieza por ser un sueño grande y de todos. Cuidémoslo entre todos los que estamos, los que ya no estaremos y los que seguirán estando.

Sobre su humilde cumbrera que brille la enceguecedora estrella de la belleza, la verdad y la justicia para todos, para siempre. Este es mi alegre testamento y les llega con mi abrazo fraterno y ¡¡¡fuerte fuerte!!! F. Birri

No puedo más que estar feliz y agradecida principalmente por dos cosas importantes. Una, haber conocido a Fernando y haber compartido muchos momentos con él; y por otra parte, haber trabajado en esta comunidad birriana que se formó para su despedida con toda esa gente maravillosa y que representa el espíritu del maestro.

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