El gobierno exhibe orgulloso la medición de la pobreza del Indec, que muestra una caída del 30,3% al 25,7% en 2017. Sin embargo, los datos oficiales de Ministerio de Agroindustria registran fuertes caídas en el consumo de leche y vino durante ese mismo período. ¿Cómo se entiende esta contradicción en una gestión que postula decir siempre la verdad? Vea los gráficos interactivos.

¿Se habrán pasado los pobres al consumo de cervezas y jugo de naranjas? Imposible saberlo. Lo cierto es que los datos oficiales que ofrece un organismo estadístico se dan de frente contra los datos oficiales que produce otra área del gobierno. La espectacular caída de la pobreza que anunció el presidente Mauricio Macri el 28 de marzo, rodeado de figuras de su gabinete, parece no haber tenido impacto alguno en el consumo de alimentos básicos, habituales, de la canasta de subsistencia argentina, como la leche y el vino. Y en el caso de la carne y el tabaco, otras figuritas repetidas en las tradiciones locales, no se nota ninguna variación sustantiva después del bajón de 2016.

¿Cómo puede ser? Según el Indec, más de dos millones de argentinos mejoraron su poder adquisitivo de manera tan notable que salieron de la pobreza. Y la merma de la indigencia es más significativa todavía: bajó del 4,5% al 3,5%. Dicho de otro modo, la cantidad global de pobres decreció en un 15% y la indigentes en un 22%. Debería notarse en las ventas de mercaderías tan básicas. Sin embargo, no es así.

Menos lácteos y menos leche

El consumo per cápita y la venta de lácteos son medidos por la Subsecretaría de Lechería. A comienzos 2017 hubo una severa modificación de la medición, que discontinuó la serie y los análisis. La medición previa arrancaba desde 2000, la nueva desde 2015. Hubo un apagón estadístico de seis meses hasta que se publicaron los datos con la nueva metodología. Acaso la modificación resulte del impacto de la vieja medición, que estableció que 2016 fue el año con menor consumo de lácteos desde 2005 y con menor consumo de leche desde 2000.

Sí, según la estadística original del Ministerio de Agroindustria, en 2016 se consumió menos leche que en las crisis de 2001 y 2002.

Sin embargo, el punto es qué pasó en 2017: la merma de la pobreza, que equivale a un crecimiento del poder de compra, ¿cuánto impactó en las ventas de lácteos en general y de leche fluida en particular? La nueva metodología es más benigna en su medición, pero no puede ocultar el panorama. Las ventas de todos los lácteos sumados cayeron en 2017 un 0,8% respecto de 2016. No es una merma significativa, pero se da de bruces con tan ponderada mejora en los indicadores de pobreza. Más contradictorio es el caso de las ventas de leches fluidas: cayeron en 2017 respecto de 2016 un 8,67%.

Esas caídas, además, se deben considerar como agregado de las mermas de 2016 respecto de 2015: en ese año, las ventas de todos los lácteos cayeron un 3,44% y la de las leches fluidas un 2,63%. Cabe señalar que algunos productos aumentaron sus ventas. Las leches fluidas no, y son el producto lácteo de mayor consumo, por lejos.

El tetra

Como un cabal fascista puede hipotetizar, lo que los padres humildes no gastan en la leche de sus numerosos hijos es porque se va por la canaleta del tetra brik con el que se emborrachan. El problema es que el consumo de vino también cayó en 2017 (y en 2016) pese a que, dice el Indec, hay tantísimos miles de personas más con mayor capacidad de consumir.

Las ventas de vino son medidas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), un organismo oficial dependiente del Ministerio de Agroindustria. El INV mide todo tipo de ventas, desde el vino a granel hasta el champagne, pasando por el tetra y las botellitas fifí de la parte cara del super. Mide las exportaciones y las importaciones también. En las ventas de todo tipo de vino al mercado interno, que se miden desde 2009, el INV encuentra que 2016 fue el peor año para el sector en la historia... hasta que llegó 2017.

En concreto, en el año en donde el Indec registró el menor porcentaje de pobreza desde el estallido de 2001 (y antes también), el INV contabilizó la menor cantidad de ventas de vino de la historia. Fuerte contradicción entre dos organismos oficiales. Las ventas de vino cayeron en 2017 un 5,42% respecto de 2016, merma que se acumula con el 8,3% de caída de ventas de 2016 respecto de 2017.

Mínimo impacto positivo

En la carne y en los cigarrillos hubo mejores insignificantes en el consumo, que tampoco reflejan las variaciones en las estadísticas del Indec sobre la pobreza.

En 2017, la carne tuvo una suba en el consumo per cápita de 2,51% respecto de 2016, que no alcanzó a compensar la caída de 4,81% de 2016 respecto de 2015. Los datos que provee el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, dependiente también de Ministerio de Agroindustria, muestran además que, sin contar 2016, 2017 fue el año con menor consumo de carne vacuna desde 2011. Las cifras, una vez más, no se condicen con las de una sociedad que registra la menor cantidad de pobres del siglo XXI.

Más insignificante es el impacto en el consumo de cigarrillos, que mide la Dirección de Cultivos Intensivos del Ministerio de Agroindustria. La serie estadística arranca en 2005: 2016 fue el año de menor consumo de puchos desde que hay registro y luego viene 2017. El consumo de cigarrillos apenas mejoró un 0,18% en el mismo año en que más de dos millones salieron de la pobreza. La mejora ni compensa la merma del 11,67% que se registró en 2016 respecto de 2015.

Una inverosímil transformación

La pregunta básica es qué mide y cómo se mide la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT), que determinan la línea de indigencia y de pobreza. La irreal ponderación de los servicios (luz, agua, gas) y alquileres incide directamente en cuánto valor tiene la CBT.

Luego viene la pregunta por cómo el Indec mide la variación de los salarios: según el organismo, en 2017 los trabajadores en negro tuvieron un incremento salarial promedio de 31,5%, los trabajadores privados registrados de 27,3% y los públicos de 25%. Discutir la medición de los salarios que hace el Indec es ya adentrarse no en cuestiones metodológicas sino en la bizantina discusión sobre cómo se toman los datos básicos para hacer las estadísticas. Vale señalar que 2017 no es el primer año en que los salarios en negro marcan por encima de los salarios en blanco. Vale también que cada uno se pregunte cómo le fue de aumentos salariales en el año que se fue. Y cómo le habrá ido a los que dependen de las changas.

Una baja de casi cinco puntos en la pobreza en un año no se veía prácticamente desde el gobierno de Néstor Kirchner, cuando más de la mitad de nuestra sociedad estaba hundida en la desesperación y cuando una leve emodificación en los ingresos significaba una enorme variación estadística. Hoy, el resultado final de comparar estadísticas entre organismos muestra que el gobierno que se ufana de hablar siempre de frente y con la verdad a los argentinos produce datos que sólo con muchísima creatividad pueden tener coherencia entre sí.  Si la baja en la pobreza es real, debe haber millones de argentinos que quizá cambiaron el vino por la cerveza, dejaron de darle lácteos a sus hijos –demasiados antibióticos le dan a las vacas, viste–, lucharon y vencieron sobre la deliciosa adicción al tabaco y, sobre todo, se convirtieron en veganos.

Un solo comentario

  1. Muy bueno el artículo pero parece que faltan algunos datos. No hay sobre el consumo de cerveza que por lo que sabemos es muy alto, y no figura el consumo de aguas saborizadas o no envasadas, particularmente las nefastas gaseosas, de galletitas y snaks envasados. Por lo que sabemos somos los mayores consumidores mundiales de gaseosas y creo también que en galletitas y snaks andamos muy mal. Sabemos que consumimos la mitad de lo necesario de frutas y verduras frescas. Esto responde a una política que viene desde hace muchos años, que paso por gobiernos dictatoriales, medio populares, populistas capitalistas y neoliberales como el actual. La anterior presidenta festejó el creimiento de coca cola y que los pobres la consumieran y el actual sigue el mismo camino. Se sigue promoviendo las comidas altamente industrializadas con sus conservantes, exceso de sal, colorantes, saborizantes todo artificial. Así estamos con los problemas de malnutrición, obesidad, diabetes e hipertensión infantil y juvenil. Y no es una cuestión de precios, pues por lo que cuesta una coca o un atado de cigarrillos que están en mas de la mitad de los hogares argentinos sin distinción de sectores sociales (creería que se consumen mas en los sectores pobres) se compra una muy buena ración de frutas y verduras de estación. Y esto es total responsabilidad del estado, de las empresas e incluso de algunas organizaciones sociales.

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