En el predio de la Estación Mitre se realiza una feria que cada lunes y jueves convoca a más de mil personas, en su mayoría jefas de hogar. El consumo cuando dos sueldos no alcanzan.

Sin dudas, la imagen puede tener un toque surreal para quien, caminando desprevenido un día de semana y a las tres de la tarde, se tope con una Estación Mitre repleta de personas con carteles sobre sus pechos y gritando nombres ajenos. Sin embargo, de extraño tiene poco. O, más bien, se trata de una puesta en escena cuyo trasfondo es de estricta necesidad. “Desde hace tres o cuatro meses, el canje se llena todas las semanas”, dice Adana, una de las coordinadoras del grupo de Facebook Todas juntas! Canjeamos por mercadería (Estación Mitre), quien está vestida con una pechera rosa que anuncia su rol de organizadora de uno de los canjes más populares de la ciudad.

—Cuando comenzó esta iniciativa, la página de Facebook tenía 100 miembros y a la primera reunión en la estación se acercaron tres o cuatro personas. Hoy, el sitio pasó los ocho mil seguidores, y desde hace tres o cuatro meses el lugar se llena –cuenta Aldana, parada a un costado de las vías por donde alguna vez pasaron los trenes,  rodeada de cientos de personas (en su gran mayoría mujeres) que gritan los nombres de aquellas personas con quienes acordaron algún canje.

Aldana no duda sobre el motivo del éxito de la empresa: “Se llena por necesidad, porque en los negocios está todo muy caro y estos lugares permiten canjear ropa y cosas que no se utilizan por elementos fundamentales”. Cita como caso testigo su propia experiencia, explicando que el dinero suyo y de su marido ya no alcanzan para llegar a fin de mes. “Dos sueldos en una familia de cinco personas hoy no alcanza. La mayor parte se va en lo fundamental para los pibes: pañales, ropa y comida”, dice.

En el predio de la Estación Mitre se puede canjear de todo. El trueque nunca se había ido del todo del lugar, pero ahora explota otra vez. Foto: Mauricio Centurión.

Así, la palabra “necesidad” es la elegida por la mayoría de quienes reflexionan sobre su decisión de acudir al canje. Gabriela, por caso, dice asistir porque le “permite canjear cosas que ya no se usan por otras que sirvan para los chicos”, mientras que Maira entiende que “canjear cosas que no sirven por mercadería” es una forma eficaz para independizarse de su marido, quien, desde que se separaron, ya no la ayuda. “Cobro la asignación pero no alcanza para alimentar y vestir a mis hijas”, agrega. Oscar ve cómo la mayor parte de los sueldos de su hogar se va “en impuestos y cosas de la casa”. El suyo, el de su hija –que tiene dos ingresos: realiza trabajos con porcelana y vende tortas–, y el de su yerno, que realiza changas. “Desde que venimos al trueque mejoró nuestra economía”.

—Una garrafa hoy está 300 pesos y hay que cargarla porque si hacés fuego con leña es más caro, porque luego hay que comprar el jabón para lavar la ropa que se llenó de humo –aporta Gabriela.

Reglas claras

Los encuentros en Estación Mitre se realizan los lunes y jueves, de 15 a 18, y funcionan como punto de encuentro, dado que las transacciones suelen acordarse vía Facebook. Por eso, en postes de luz enfrentados y separados por las vías del tren, se cuelgan carteles para que cada asistente anote el nombre de su perfil de Facebook, debajo de la letra del abecedario que corresponda a su inicial. De este modo, la contraparte se entera que llegó, y recorre el espacio pronunciando su nombre para efectuar el intercambio.

—También hay personas que no tienen Facebook, entonces traen mantas y exponen la mercadería anotando su equivalencia de acuerdo a una lista que confeccionamos –cuenta Aldana.

El canje cuenta con una dinámica bien establecida. Algunas de sus normas están prefijadas por escrito, particularmente las relacionadas a la modalidad de intercambio. Otras, van naciendo de acuerdo al propio transcurrir del intercambio, como la que instauró aquella madre al ocurrírsele la original idea de confeccionar carteles personalizados (pueden elegirse tipografía, color y emoticón o escudo que adornará cada nombre), para  que quienes los utilizan puedan ser reconocidos sin la necesidad de esforzar mucho su garganta.

En cuanto a las normas de transacción, las organizadoras elaboraron una tabla de equivalencia que establece cuántos productos vale cada artículo que desee ofertarse: si está en excelente estado, su precio es de cinco productos (aquí, el término “producto” debe tomarse como una fórmula de medición, dado que hay elementos, como un aceite grande o medio kilo de yerba, que equivalen a “dos productos”), y de allí para abajo, dependiendo de su estado.

Los elementos más ofrecidos para el canje son prendas de vestir, mientras que los más requeridos son aquellos de primera necesidad como aceite, pañales, fideos, azúcar o leche en polvo. “Los alimentos que se utilizan cada día”, resume Aldana, quien además explica la regla de oro: “Se permiten canjes por todo tipo de mercadería, excepto bebidas alcohólicas, cigarrillos o armas”.

Un canje con mucho ovario

Toda práctica crea su jerga. En el caso del canje de Estación Mitre, una de las particularidades más llamativas es la adopción del término “mamá” como una forma de tutearse cariñosamente. Y es que no hay dudas: las jefas de hogar son las grandes impulsoras de esta movida. No solo porque seis son las organizadoras (lo cual de por sí ya es todo un dato), sino porque además es un hecho el que se trata de una alternativa para muchas madres solteras, en tanto que los varones que acuden lo hacen generalmente junto a su pareja.

Foto: Mauricio Centurión.

Antonela, otra de las coordinadoras, entiende que “si bien hay muchos hombres, lo cierto es que son más las mujeres que asisten. ¿Sabés por qué hay tantas mujeres? Porque hay poca oferta laboral para nosotras. Te lo digo yo, que hace dos años que busco trabajo y no consigo. Tengo secundario completo y varios certificados de cursos aprobados, pero aun así se me hace difícil encontrar un laburo. Imaginate entonces una mamá que apenas tiene la primaria terminada… Ese es el principal motivo por el que las mujeres somos mayoría. Porque queremos aportar nuestro granito de arena en el hogar cuando trabajo no se consigue”.

Se acerca el Día del Padre y Eugenia regalará un vaso de vidrio con el escudo de Unión estampado a cambio de una caja de leche, otra de puré de tomate y un kilo de azúcar. Acordó su adquisición por Facebook y lo canjeará en el próximo encuentro. Es fácil entonces imaginarse una Eugenia feliz, volviendo ese jueves a su casa pensando cómo este domingo sí aportará su granito de arena.

En el corazón Santa Rosa de Lima

Miguel es el coordinador del trueque de plaza Arenales, en el corazón de barrio Santa Rosa de Lima, que se realiza lunes, miércoles y viernes, de 14 a 18: “El trueque se realiza desde hace más de un año, y nació como una necesidad de los vecinos para darnos una mano entre todos y poder comprar cosas baratas. Para que podamos canjear cosas que no usamos, ya sea por otras mercaderías o por dinero. Es cada vez mayor la gente que se acerca, porque los tiempos difíciles que corren hacen que comprar barato sea una necesidad. Hoy, los sueldos no alcanzan, y se acercan 200 o 300 personas por jornada. A veces vienen más. Tenemos una aplicación en Facebook, donde la gente publica lo que vende y se ponen de acuerdo previamente. Sino, ponen un puestito y venden. Yo soy pensionado nacional, y realizo este trueque sin otro interés más que dar una mano, porque me llena de satisfacción. Particularmente, me alcanza el dinero. Tengo 12 hijos: seis varones y seis mujeres. Tengo que darles de comer a todos y por eso no me sobra la plata”.

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