"No son cosas de chicos"

Estudiantes secundarios y familias marcharon pidiendo justicia por Milena Gauna.

“¿Por qué no podés aceptarme como soy?” era la pregunta que se repetía en varias cartulinas manuscritas, amarillas y blancas, con trazos temblorosos en unas, iracundos en otras. La marcha para pedir justicia por Milena Gauna, la chica de 17 años que se suicidó tras una historia de bullying en el Colegio Ntra. Sra. Del Huerto, reunió a cientos de personas que marcharon prácticamente en silencio. La mayoría estaba compuesta por estudiantes de secundaria y, en segundo orden, por familias completas o casi. No había ni directivos del colegio ni funcionarios públicos.

El itinerario preveía ir por calle San Jerónimo hasta Casa de Gobierno, pero las dos agentes de tránsito rectificaron el recorrido para que se tomase San Martín para así evitar pasar por el Huerto. En Plaza del Soldado, Facundo, del Movimiento de Estudiantes Secundaries Organizades, comentó que además del caso de Milena, “esta movilización apunta a hacer visible una problemática que sucede en todos lados”. Apenas pasadas las cuatro y media, el rejunte tomó forma de columna y empezó a caminar siguiendo a Analía, la mamá de Milena.

La procesión completó de lado a lado el ancho de la peatonal, cuyas vidrieras la separaban de chicas y tipos despistados que no sabían qué cara poner desde adentro de sus sucuchos comerciales. Afuera, chicos y chicas organizados de escuelas como el Normal o la Mantovani, daban lecciones de empatía con sus carteles (“Humillar no nos hace fuertes, nos hace miserables”, “Yo podría haber sido Milena"), sus pulseras con los colores de la diversidad y sus pañuelos verdes.

Ya en Casa de Gobierno, el MESO se hizo cargo de la conducción del acto, donde a través de distintos testimonios se abordó al bullying desde su práctica concreta en forma de burlas (en gran parte a través de la discriminación física, cuando no clasista) y acoso físico (desde golpes hasta encierro en baños o armarios).  Varias compañeras y amigas de Milena subieron a pedir un freno para estas situaciones: “Lo que a ustedes les hace reír a nosotros nos hace mierda”, dijo una de ellas. Durante otro de los relatos, una chica contó: “Yo estoy terminando mis estudios en el CREI y ahí yo sufrí el bullying por parte de una persona que no paraba de hacerme mal ni los fines de semana, ni mis cumpleaños. Pasaba por al lado y me daban ataques de pánico, ¿y qué me dijeron desde la escuela? Que son cosas de chicos, ¡no son cosas de chicos! Me hicieron creer que era mi culpa por ser así, Milena tampoco tenía por qué sentir culpa por cómo era.”

Asimismo, Roberto Campos, padre de un chico con discapacidad, narró parte de su lucha por lograr que su hijo no solo no sufra este destrato, sino que pueda ser contenido desde los marcos legales: “Hoy hace exactamente un año que pedimos audiencias con las autoridades, tuvo que pasar esto para que el concejal Ponce de León nos acepte. La indiferencia también es bullying.”

También tomó la palabra Arístides Álvarez, un docente rosarino que desde la dirección de una escuela explicó que lleva adelante una militancia contra el bullying con una escasa respuesta de funcionarios políticos, por no decir nula: “En el 2013 se sancionó una ley de convivencia escolar a la que la provincia de Santa Fe todavía no adhirió. Desde el colegio mismo hemos presentado proyectos que duermen en los cajones, como dijo el padre que estuvo antes.”

Para el cierre del acto, se leyó una carta que Analía escribió para Milena.

A continuación, una carta escrita por Milena, en la voz de una de sus amigas.

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