Yo no quiero sentirme tan solo

Los chicos trans tejen redes de confianza y acompañamiento para sortear el aislamiento.

“Cuando tenía 5 años, y después de rezar con mi mamá, como cada noche, me dormía pidiéndole a Dios despertarme siendo varón”. El recuerdo de Lucca, uno de los integrantes de Chicos Trans Santa Fe, es un recuerdo compartido por tantos otros y otras a quienes la sociedad los obligó a vivir como aquello que no eran. “Yo no sabía que era trans, sí que quería ser varón, pero no sabía ni que había un nombre para eso”.

Lucca, de 21 años, Franco, de 26, Mateo, de 25, y Walter, de 50, son cuatro de los casi 20 varones trans que integran este grupo, del centro-norte de Santa Fe. Un grupo que nació primero en Whatsapp y que desde hace casi un año funciona formalmente en la Casa LGBTI de la Subsecretaría de Diversidad Sexual de la Provincia.

El colectivo trans es uno de los más castigados dentro del colectivo de la diversidad sexual: la baja expectativa de vida, la falta de acceso al trabajo, a la salud y a la vivienda son producto de un gran estigma social que, aún con leyes que reconocen y garantizan derechos, sigue recayendo sobre sus cuerpos y sus vidas disidentes.

Dentro del colectivo trans hay un sector que no sufre directamente esa violencia, pero no por gozar de una mayor aceptación sino por su invisibilidad. “Tuve un laburo en el cual no dije ni supieron que era un chico trans. Nosotros pasamos desapercibidos”, dice Mateo. “Y eso es una ventaja y una desventaja. Ventaja porque socialmente sos uno más; pero una desventaja porque sin visibilidad nuestras experiencias parece que no existen, que la tuvimos fácil y en realidad venimos con toda una historia atrás que no es nada simple”.

Todos coinciden que hasta que no vieron a otro chico trans no supieron que lo eran o que podían hacer algo al respecto de lo que sentían sobre su identidad. “Es algo de toda la vida pero que vas aplazando”, explica Franco. “Yo a los 25 años dije ‘basta, la dejo de caretear y soy quien soy’. Pero es algo que fui arrastrando, estaba muy deprimido, no sabía que quería para mi vida. Un día me vi en una foto, estaba todo encorvado, no me gustaba mi cuerpo. Viendo videos de otros chicos trans entendí que era eso, que yo era un chico trans, eso era lo que me pasaba, eso era lo que me estaba molestando. Ahora es distinto, me siento re bien”.

No tener palabras para nombrarse, sentirse solo e invisible, es una de las formas en las que la cultura patriarcal violenta a casi todo aquello que no cuadra en sus parámetros de supuesta normalidad. Por eso los Chicos Trans Santa Fe asumen su identidad y su vida como una forma de militancia, como una mano amiga que puede ser tomada por otros que aún no encuentran cómo llegar a ser quienes ya son.

“En nuestro perfil de Instagram nos contactan muchos chicos, y también en nuestros perfiles personales, yo decidí poner que soy un chico trans”, cuenta Franco. “No sólo para visibilizarme sino para que, si algún chico necesita ayuda, me contacte, y la verdad que me han escrito un montón. Es mi forma de militar, de ayudar a otros”.

Fuera del mundo virtual y en los pueblos chicos, sucede lo mismo, dice Walter, que es de Cayastá. “En esos lugares no hay mucha información, por eso es importante visibilizarnos y que otros que están pasando por lo mismo nos vean, eso ayuda un montón”.

Renacer

Walter es el mayor del grupo. Mientras una gran parte de los chicos está promediando los veinte, el oriundo de Cayastá los dobla en edad. Ser trans hoy, para estos jóvenes, es una posibilidad, no exenta de duras pruebas y circunstancias adversas, pero una posibilidad real. Para Walter lo es también hoy, pero el camino no fue fácil. “Desde chico siempre fui consciente de que quería ser varón. Pero mi familia era muy tradicionalista, entonces tuve que reprimir lo que me pasaba, porque si yo lo contaba, mi madre me mataba. En la adolescencia, como un acto de rebeldía, me corte el pelo, que lo tenía hasta la cintura, pero esa adolescencia la viví durante la dictadura, así que tampoco era un momento fácil para salir”.

Walter, como tantos otros varones y mujeres trans antes de hacer su transición, vivió la vida que su familia y la sociedad le exigían: se casó con un hombre y tuvo tres hijos. “Pero llegó un punto en que me miraba en el espejo y no me reconocía, ese no era yo. Fui soportando eso hasta que mis hijos fueron más grandes y pudieran entender. Cuando llegó el momento les dije que quería ser hombre y me dijeron que me iban a apoyar, que yo les había enseñado a no discriminar y que iba a seguir siendo su mamá”. Habla con emoción y orgullo cuando cuenta, además, que sus hijos lo acompañan a charlas y actividades donde cuenta su historia, que también es en gran parte la de ellos.

“Yo no sabía a dónde ir por ayuda, hasta que por medio de una asistente social dí con este grupo. Los admiro por la fuerza y voluntad que tienen siendo tan jóvenes. Si en mi adolescencia hubiera tenido un grupo así, aunque no me arrepiento de la vida que tuve, hubiera sido Walter hace mucho tiempo atrás”.

—¿Qué les pasa a ustedes cuando escuchas historias como la de Walter?

—Mateo: Hoy hay chicos que con 5 años ya tienen su DNI y el reconocimiento de sus familias, otros que con 16 ya se están hormonizado, y yo con 25 a veces me siento re grande para todo este proceso. Por eso cuando una persona adulta como Walter toma esta decisión, te pone feliz y decís qué valor, qué fuerza para pasar tantos años simulando ser una persona que no sos.

—Franco: Lo escucho a Walter cuando dice que nosotros somos fuertes y pienso que él lo es mucho más, porque con la edad que tiene puede decir “acá estoy y soy esto”, y hablar con sus hijos. Para nosotros es un poco más fácil, somos más jóvenes, tenemos más visibilidad, imagino a él lo que le habrá costado. Es admirable.

Mi vida, mi cuerpo

Desde que en mayo de 2012 se sancionó la Ley de Identidad de Género, las personas trans tienen, entre otros derechos, el de acceder a todos los tratamientos médicos de adecuación a la expresión de género, los cuales deben ser incluidos en el Programa Médico Obligatorio, garantizando la cobertura de las prácticas en todo el sistema de salud, tanto público como privado. Pero, aunque la ley es de las mejores y más avanzadas en el mundo, su efectivo cumplimiento está lejos de concretarse, la atención es dispar y el colectivo trans ha tenido que confeccionar una lista de médicos y efectores de salud que si están dispuestos a cumplir con la ley para no caer en situaciones poco agradables.

Según las experiencias del grupo, tanto en el Cullen como en el Iturraspe no han tenido problemas para realizar sus tratamientos de hormonización, pero a la hora de intervenciones un poco más complejas, como las mastectomías, deben buscar asistencia médica fuera de la ciudad. “En el Iturraspe había un médico que operaba pero sabemos de chicos que han tenido muy malas experiencias, así que no lo recomendamos. La mayoría vamos a Rosario, al hospital Centenario”, cuenta Mateo.

Efectivamente, el hospital rosarino es el que concentra la mayor cantidad de pacientes trans, con profesionales preparados y sensibilizados en la temática. Desde el año pasado, a partir de una resolución de los ministerios de Salud y Desarrollo Social de la provincia, se brinda a las y los santafesinos –con dos años de residencia en la provincia– los traslados y hospedajes necesarios para acceder a la atención médica en Rosario.

Fuera del sistema público, las barreras para acceder a los tratamientos y cirugías de reafirmación de sexo, son mayores. “Yo arranque a atenderme en el Iturraspe y después me pase a una clínica privada. El médico no entendía nada, me dijo que nunca había tratado un caso así, que no lo había visto nunca en su formación. En lo privado hay mucha menos información que en lo público”, cuenta Lucca.

“Una forma de discriminar es no estar informado”, afirma Franco. “Si no sabes que existimos, nos estás discriminando. Yo tengo obra social, pero me quedé en el público, porque las obras sociales siempre te quieren cobrar algo más y es difícil conseguir en el ámbito privado medicos que te acompañen y atiendan”. Franco decidió operarse en Paraná porque allí encontró una médica que lo hizo sentir cómodo y acompañado, y porque además su novia es de la ciudad vecina. “No es sólo comodidad, es importante tener a alguien cerca, con vos, en esos momentos. Por eso la Subsecretaría, además de ayudar con los gastos para ir hasta Rosario, tiene gente disponible para acompañarte si estas solo”.

Juntos

Chicos trans de Santa Fe, en Facebook y en Instagram, o en la Casa LGBTI (San José 1701), son los lugares donde se puede contactar a este grupo de jóvenes que ponen sus historias, experiencias, miedos, dudas y sueños en pos de la ayuda a otros que aún están en las sombras, sintiéndose solos, como se sintieron ellos antes de conocerse y encontrarse. “Visibilizarnos, ser parte de la comunidad y acompañar a los que vienen, eso es lo primordial”, afirma Franco. “Así como la lucha de los que estuvieron antes hizo que nosotros hoy tengamos los derechos y leyes que tenemos, creo que nosotros vamos a lograr otras cosas para los chicos que vienen. Tenemos la ley, pero hay lugares donde no se cumple y falta un cambio cultural y social muy grande todavía. Por eso militamos”.

 

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