Registro de la historia: repasamos los discursos de Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa. ¿Qué prometió y qué cumplió? ¿Cuáles fueron los ejes y estrategias de cada momento, cómo eran los climas? ¿Qué miedos acicateó y qué esperanzas puso en el horizonte?

Es uno de los principales momentos políticos del año. Sirve como documento de promesas y fotografía de tiempos pasados. El discurso de apertura de las sesiones del Congreso es también un pantallazo sobre el estado de la nación, más cuando un mandatario se está despidiendo de un ciclo de cuatro años.

¿Qué dijo Macri en otros años y qué puede llegar a decir ahora?

2016

El primer discurso a la Asamblea Legislativa tuvo una estrategia principal, hacer “pesada herencia” que dejó el gobierno anterior y en los hechos de corrupción que habrían signado la gestión pública. Ese hilo continuaría estructurando todas las justificaciones del gobierno, hasta el día de hoy y de mañana también. Pero al 1° de marzo de 2016 todavía José López no había revoleado los bolsos con dinero ni el Indec había publicado la primera cifra sobre la pobreza en Argentina. Macri apeló a las cifras del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina, que marcaron un 29% de pobres para 2015. Cerrará sus cuatro años de gobierno mucho peor.

La arriesgada apuesta a la pesada herencia se está tornando cada vez más peligrosa. A medida que pasan los meses apenas queda como resto y recurso el antiperonismo más ramplón y antiguo, el que acusa de arrancar el parquet para hacer el fuego del asado. Señalar al período que más deuda externa pagó como el del “despilfarro” y al que más deuda tomó como el de la austeridad es inverosímil hasta para los menos entendidos. Se nota que a los chetos le está yendo bárbaro.

Respecto de la corrupción, todavía el gobierno tiene fuerza persuasiva. Ese término, junto a pobreza, fue utilizado al menos once veces en ese discurso de 2016. Macri ya perdió hace rato el aura inmaculada con la que Elisa Carrió lo bañó y lo hizo renacer desde su pasado de entongado contratista del Estado a su presente de político insignia de la división de poderes y la transparencia. Pero aun con esa imagen rasgada por todos lados, los bolsos de López seguirán estando allí, tanto como el batifondo de los medios gubernamentales para recordarlo.

Las promesas más significativas de 2016 tuvieron que ver con el pago a los fondos buitre, la renovación de la Corte Suprema, la universalidad de la Educación Inicial, el acceso a la información pública y la ampliación de la AUH. Todas fueron apoyadas en el Congreso, todas fueron cumplidas por el gobierno menos aquella requería una ocupación más que administrativa. Cambiemos está irreversiblemente lejos de construir los miles de jardines de infantes que prometió.

Capítulo aparte merece la ley para devolver el IVA a los productos de la canasta básica alimentaria. Macri la pidió al Congreso en su principal discurso anual. Apenas consistió en míseros 300 pesos mensuales de máxima devolución para los perceptores de haberes de la seguridad social. Tras haber sido congelado –el tope tenía que crecer al ritmo de la inflación–, en febrero pasado ese plan fue ajustado y no existe más.

La arriesgada apuesta de inventar la pesada herencia

Macri tenía fragante olor a nuevo. Todavía dedicaba la mayor parte de sus intervenciones al berreta neoconservadurismo zen que predicaba en ese entonces. “Los invito a que focalicemos nuestras energías”, “Queremos acabar con la lógica de amigos y enemigos”, “Nuestro principal problema es la negatividad”, “Voy a construir un inmenso puente”, “Un país que te convoca a tu aventura personal”. La televisación acompañaba el tono. Una y otra vez mostraba a un dúo de senadores, sentados uno al lado del otro: el entonces opositor Miguel Ángel Pichetto y el oficialista Alfredo De Ángeli.

2017

En el año de las elecciones legislativas, el presidente se pintó la cara y salió a la guerra. Amenazó a dirigentes sindicales, se puso colorado, se le hinchó la vena, gritó. Pidió por una ley para cuidar a los docentes en los casos en que sean agredidos y se despachó con un “Para cuidar a los docentes, que no creo que Baradel necesite que nadie lo cuide, les pido que sancionen una ley que agrave las penas a quienes los agreden”. El presidente increpó a un dirigente sindical en su principal alocución política anual. Después de eso, cualquier operación política, mediática y judicial es válida. Y vale recordarlo cuando están en juego las urnas.

De la alegría y los globos a los tambores de guerra 

No tenía demasiado para mostrar en 2017 el presidente: 2016 fue un año horrible de despidos, pobreza y ajuste por fuerza de la devaluación. Entonces, se apoyó en su pata fuerte “Después de una década de despilfarro y corrupción, empezamos a normalizar el sector energético para que las familias, los comercios y las fábricas tengan energía cuando la necesitan”, dijo el presidente, y las bancadas oficialistas estallaron en aplausos, se pusieron de pie y vitorearon el “Sí se puede”. Del otro lado, el kirchnerismo coreó “Correeeooo, Correeeooo”. Comenzaba a resquebrajarse la fachada impoluta del ex contrabandista de Sevel.

La síntesis fue el momento cumbre de la alocución, cuando el presidente arrebató la ovación y dejó plantados a sus críticos, fue en esta línea: “La corrupción es un mal que envicia lo político. Detrás de la corrupción hay millones de argentinos sin cloacas, rutas destrozadas, y tragedias que se pudieron haber evitado como la de Once. Hoy la obra pública dejó de ser un sinónimo de corrupción”.

Imposible evitar la operación de las fotocopias de los cuadernos como eje del 2019.

Otro elemento que será estelar en el discurso de 2019 tiene un hilo importante en 2017, si bien sus raíces se pueden rastrear fácilmente en el menemismo y en Martínez de Hoz. En alguna época fue el “sinceramiento”, ahora es directamente “la verdad”. “La verdad” es la reducción de la política pública al despotismo del mercado. Tiene versiones paralelas, como la oposición entre ideología y pragmatismo, política y empresa, relato y solución de problemas. En todos los casos es una impugnación a la acción colectiva organizada y una exaltación de quienes triunfan explotando a los demás para después ser caritativos y tener responsabilidad social empresaria.

Algunas frases destacadas: “Necesitamos más acuerdos y más realidades, menos exaltación y menos símbolos, menos relato y más verdad”; “Hace un año compartí el diagnóstico de la situación en que encontramos el país cuando asumimos: venía de años de simulación y de un intento intencional y organizado de ocultar los verdaderos problemas”; “La inflación es tóxica. Destruye el salario de los trabajadores, dificulta ahorrar, paraliza la inversión y nos impide mirar a largo plazo. Los gobiernos anteriores la fomentaron y la quisieron esconder”; “La Argentina ya está creciendo y en base a políticas sólidas, sostenibles en el tiempo, sin atajos y sin mentiras. Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro. Con la verdad”.

El viejo y menemista “estamos mal pero vamos bien” fue sustituido por uno bastante más cínico: “Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro”. Dijo eso y puso las tasas de interés para los bancos arriba del 70% en 2018.

2018

Macri estaba tan agrandado con la victoria legislativa que dedicó por entero su discurso a hablar del asfalto. Redujo su investidura a la de un líder de una vecinal. También se le otorgó casi la misma cantidad de minutos al turismo, a Internet o a los espacios verdes que a la seguridad, uno de los ejes de Cambiemos. La TV ponchó a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich mientras era elogiada por el presidente. El ministro Nicolás Dujovne también tuvo la preferencia de la cámara, contrastando con la figura del titular del Banco Central Federico Sturzenegger, que apareció en el fondo y sin iluminación, confinado a las barras, el gallinero de la casa de las leyes. Todo un anticipo de la debacle.

Jamás se olvidará del 2018 su momento meme. Al principio y al final el presidente reincidió en un tópico “lo peor ya pasó y ahora vienen los años en los que vamos a crecer”.

¿Realmente creía el presidente en la efectividad de que los majules del mundo reportando que la inflación baja, las inversiones aumentan, el país crece, el trabajo prolifera, la pobreza se reduce? ¡¿Qué los salarios le ganan a la inflación?!

“Vamos a dejar de endeudarnos y se van a multiplicar las inversiones en un país confiable”, dijo y después fue de rodillas al FMI, cerrando un ciclo de independencia económica nacional que el paso del tiempo hace lucir cada vez más extraordinario.

Lo peor viene pasando desde hace rato

Y tras la llegada del ajuste del FMI, el “gradualismo” como concepto quedó en el pasado. Claro está, era un bolazo de magnitud también en ese entonces. El gradualismo nunca existió, fue solamente un invento que prosperó gracias a tipos como José Luis Espert, Carlos Melconián o Miguel Ángel Broda, que saben que piden ajustes impracticables y que comen de la manito de los mismos poderes fácticos que apalancan a Cambiemos.

“Queremos sentirnos cuidados. Para eso también tenemos pensar en quienes nos cuidan. Las mujeres y los hombres de las fuerzas de seguridad se juegan la vida por nosotros y merecen todo nuestro respeto y admiración”, dijo el presidente. Ese tipo de elogios antes iban para los maestros, en 2018 Macri se apoyó fuerte en la familia policial y militar, tanto en lo que dijo como en lo que no dijo. No se habló de Malvinas, aún con el ARA San Juan homenajeado, tampoco de jubilados, reprimidos salvajemente en diciembre de 2017 y en todos los meses posteriores, a través de sus haberes recortados. No estuvieron mencionados ni Santiago Maldonado ni Rafael Nahuel, es obvio, pero tampoco estuvo la RAM, el machaque principal de los medios gubernamentales durante el 2017. ¿Habrá existido alguna vez la RAM?

Macri es coherente. En 2016, ante el premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel, única figura del movimiento de Derechos Humanos presente en el acto, Macri habló por única vez sobre la dictadura –en estos discursos– sin decir “cívico” antes de militar, calificando a sus acciones como “violencia institucional” antes que como “terrorismo de Estado” y hablando sobre un clima de “violencia política”…

No debe ser olvidado, en 2018 Macri lanzó su operación de márketing más monstruosa. Habilitó el debate por el aborto legal y luego no se hizo cargo de sostener a su propia fuerza política en esa línea. Todo lo contrario, la ley cayó por fuerza de los votos y las arengas de Cambiemos y de los sectores más feudales del PJ. El resultado final fue una reacción desbocada de los sectores más retrógrados de la sociedad, envalentonados, que ahora pugnan por hacer retroceder la educación sexual integral.

Lo que se viene

“Cada transformación está hecha sobre bases firmes y va a durar para toda la vida”, dijo Macri y agitó a los que sienten “El orgullo de pertenecer a la generación que está cambiando la Argentina para siempre”. Así fue cerrando su discurso de 2018 el presidente y así experimentaban su adherentes su gobierno hasta que “pasaron cosas”.

Cambiemos vino para extirpar al peronismo y ahora está pidiendo la escupidera. Pero siempre guarda un zurdazo fuerte para el final. Le quedan pocos recursos: el fantasma de la corrupción y la inseguridad son claves. La crisis en Venezuela tendrá un capítulo mayor que el que tuvo al pasar en años anteriores.

Pero el problema no son los miedos que agite Macri. El problema es que ya no puede ofrecer esperanzas.

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