En Córdoba, Cambiemos obtuvo un excepcional 71% en 2015. Cuatro años después, cae por goleada. Macri queda expuesto ante el país y ante sus aliados, a quienes nunca dio demasiado y ahora deja en la banquina. O, peor, en los brazos de Carrió. ¿Quién fiscalizará a Cambiemos en octubre? 

Otra piña se come Cambiemos, la más esperable pero, también, la más potente. La fuerza política del presidente soñaba con hilvanar victorias en los ejecutivos provinciales después de los resultados de 2017. Las elecciones de 2019 eran una esperanza sobre todo para los aliados y subordinados a Mauricio Macri y, más que nada, los radicales, que aportaron toda su imprescindible estructura territorial en 2015, que le lavaron la cara a un candidato con un registrada, publicada y conocida trayectoria conservadora, corrupta, represora y de despilfarro tarambana, y que supieron bancar sin chistar que apenas le dieran cargos de relevancia a Oscar Aguad y pará de contar.

Ahora, todos los aliados en las provincias de Cambiemos miran cómo el sueño se desmorona. Macri no hace nada por ellos, les manda a pasear a Elisa Carrió –la Guido Suller de la política– o, para peor, interviene reventando las construcciones partidarias. Cambiemos marchó separado en Córdoba en parte gracias a la impericia de la conducción nacional para poder encauzar el conflicto entre los derrotados radicales Ramón Mestre y Mario Negri. Sumados no alcanzaron ni el 30%, mientras que Juan Schiaretti llegó al 54%. Más todavía, siendo Mestre el intendente de Córdoba tuvo que observar cómo pasa de manos a Martín Llaryora. El peronismo no gobierna la principal ciudad del interior del país desde 1999.

Cambiemos recibe así otra derrota más en las elecciones provinciales, una seguidilla en la que todavía no tuvo ni una alegría. Se insiste en que esos resultados no deben leerse en una perspectiva nacional, lo cierto es que esa lectura, y el efecto electoral de esa lectura, son inevitables. A esta altura, además, es imposible que Cambiemos pueda repetir los resultados anormales de las presidenciales de 2015 en Córdoba, con cuatro años de malaria intensa encima y sin el olor a nuevo que antes tenía. Seguro que muchos votantes de Schiaretti seguirán apoyando a Macri, pero ya no será el malón de hace cuatro años. De todos modos, lo que importa, como se señaló, es la cara (cada vez más) larga que deben estar pintando los socios de Cambiemos en todo el país.

¿Para esto fue todo el esfuerzo de sostener a este badulaque del Newman?

Cambiemos es la mancha venenosa, el primero en señalarlo fue el primer derrotado, el colorado Mac Allister en una interna de La Pampa, el 17 de febrero. Pero además, Macri no afloja el ajuste, no larga el billete y se los está llevando a todos al pozo. Es muy simple: desde ese pozo, los que apostaron por Macri en 2015 y le dieron todo –para recibir migajas– ni de lejos volverán a hacer lo mismo en 2019. Los derrotados en las elecciones provinciales son lo que en octubre lo van a dejar solo, y Macri sin ese apoyo territorial no existe.

De todos modos, Mauricio se va a tomar vacaciones si después de octubre hay derrota. Esto, esta intemperie de miseria, para él fue darse un gusto, no fue parte de una convicción política real. La presidencia de Macri se revela cada vez más como un capricho biográfico y no como un proyecto histórico. Como ese capricho le está siendo amargo –no para su pecunio y el de su grupo, más que claro está: Macri siempre gana y ahorra en dólares–, Cambiemos tiene fecha de vencimiento y el presidente también. Si la voluntad popular le es esquiva, el año que viene aducirá republicanismo para explicar por qué como ex presidente se retira de la política y luego lo veremos de nuevo cumpliendo la actividad de su predilección: la doma de reposeras.

El dato político será, entonces, en qué ruina sin amparo quedarán todos sus aliados, que tanto anhelaron su victoria en 2015, que tanto sostuvieron sus desastres, torpezas y negociados desde entonces, que tan poca retribución obtuvieron siempre y que, en muchos casos, tanta traición le prodigaron a sus convicciones, a sus bases y a la juventud que tuvieron alguna vez. Un dato: tras los cuatro años de Macri, la UCR se apresta a perder las intendencias de Santa Fe y Paraná, tras ya haber perdido la de Córdoba. Una penosa cuenta para un partido que cada vez retrocede más en el manejo de los ejecutivos.

La próxima Convención Radical, este 27 de mayo, será un capítulo digno de observar en esta saga. Antes, están las generales de La Pampa, el domingo que viene, que cierran el primer episodio de esta historia.

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