Isabel Sarli protagonizó alrededor de 30 películas dirigidas por su pareja, Armando Bó. Fue un símbolo sexual y triunfó en varios países. De origen humilde, comenzó a ser conocida cuando la eligieron Miss Argentina en 1955. Falleció este martes a los 83 años, tras haber sido internada por una fractura de cadera.

Nació como Hilda Isabel Gorrindo Sarli, pero todos la conocieron como Isabel Sarli. O mejor: Coca Sarli. Falleció en la mañana de este martes cuando le faltaban días para cumplir 84 años. Exuberante, sensual, fue ícono sexual del cine argentino de la mano de su pareja, Armando Bó, el director de la mayoría de las películas que protagonizó. Estaba internada desde la semana pasada en el Hospital Central de San Isidro por una fractura la cadera.

Isabel Sarli era entrerriana. Había nacido en Concordia, en una familia humilde. Empezó de muy joven a trabajar, como secretaria, para ayudar a su madre. Después llegó el modelaje y, en 1955, a los 20 años, ganó el concurso de Miss Argentina. Fue el ingreso al espacio público. Y el año en el que conoció a Juan Domingo Perón.

La Coca hizo su primer desnudo frente a cámaras en El trueno entre las hojas, película basada en el cuento “La hija del ministro”, de Augusto Roa Bastos, el escritor paraguayo que, además, escribió el guión.

Ese primer film, de 1958, que además del erotismo pretendía tener un mensaje social, dejó una escena que se transformó en clásica: Isabel nadando desnuda en un lago, perforada por la mirada de varios hombres que la observan con la boca abierta. Con eso bastó para que se transformara en una referente del erotismo nacional. No la única: Libertad Leblanc era la otra, la “diosa blanca” que competía con la “diosa trigueña”.

“La higiénica”

“Me habían bautizado «la higiénica», porque siempre aparecía bañándome”, ironizó Isabel Sarli sobre las escenas que protagonizaba.

La Coca se había casado con un alemán, Ralph Heinlein, pero tras su separación encontró el que fue –se cansó de repetirlo– el amor de su vida, Armando Bó. Se conocieron en 1956. Con él formó una pareja sentimental pero también productiva. Juntos filmaron alrededor de 30 películas.

“Mi relación con Armando se caracteriza así: fue el padre que no tuve, el hermano que perdí porque murió siendo chico, el compañero, el amante… Todo”, mostró su adoración por el director.

La pacata sociedad de la época en la que brilló le hizo sufrir el rigor de la censura, aunque el erotismo de sus participaciones, visto desde el presente, parezca inocente, y pese a las modificaciones que con Armando Bó introducían en las escenas objetadas y hasta en los títulos. Sus películas, además, fueron castigadas por la crítica, que en general no le reconocía ningún mérito artístico. Triunfó, contra todo eso, en la Argentina, donde estrenaba a sala llena. Fue famosa en México, Paraguay, Panamá, Rusia, Japón y hasta en los Estados Unidos.

La censura y “la yegua”

“Muchas escenas las teníamos que filmar dos veces”, contó Coca, y dejó un ejemplo de cómo sorteaban la moralina vernácula. “En Fiebre, por ejemplo, yo me tenía que tirar desnuda y revolcar en la alfalfa. Armando me decía: «Coca, vos ahora te sentís yegua. ¡Sos una yegua! ¡Tenés que comer alfalfa, vamos, comé alfalfa! ¡Las yeguas comen alfalfa!’. Esa era una versión. Después filmamos otra, para la Argentina, en la que yo me retorcía entre gasas blancas. Para la versión nacional, yo era una señora desesperada entre tules. Para la versión exterior, era una yegua que comía alfalfa”.

Dejó de filmar cuando murió Bó, en 1981. La depresión por el compañero perdido le duró un buen tiempo. Las pantallas no la tuvieron más. Al menos como antes. Es recordada la invitación que le hizo el director Jorge Polaco para “La dama regresa”. La dama en cuestión tenía entonces, 60 años. En 2009, participó en dos producciones: “Mis días con Gloria” y “Arroz con leche”.

Pisó las tablas del teatro, y aunque dijo que no era lo suyo, estuvo en televisión. Fue en 2004, con una participación especial en la telenovela Floricienta.

La Sociedad Fílmica del Lincoln Center de Nueva York organizó, en 2010, un homenaje en su nombre y armó un festival con la exhibición de seis de sus producciones. Las definió como “un ejemplo del cine kitsch de los años ’60 y ’70”.

(Con información de El Ciudadano)

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