Foto: Victoria Campana.

Partido liquidado. La rotunda victoria del Frente de Todos hachó toda chance de reelección para Mauricio Macri, quien tiene larguísimos cuatro meses en Casa Rosada hasta el 10 de diciembre. Alberto Fernández ante el desafío de contener una crisis sin tener el gobierno. Teléfono, FMI. 

Octubre fue ayer. Alberto Fernández está obligado a activar ya mismo sus canales de comunicación con el FMI. Es virtualmente el presidente electo, pero todavía quedan cuatro meses de gestión de Mauricio Macri. Desde el acuerdo con el organismo internacional de crédito, la totalidad de la política económica nacional está en manos de las órdenes de los técnicos que financiaron la fuga de capitales, el pago de la masiva deuda contraída desde 2016, la estabilidad ficticia del dólar y la campaña de Juntos por el Cambio con 57 mil millones dólares de hipoteca. Si el FMI es el gobierno real, con el FMI se organiza la transición. Sobre todo, porque es la única fuerza que verdaderamente puede ordenar lo que será un desbande desaforado de todas las segundas líneas de un gobierno que ha terminado.

¿Qué hacer cuando se perdió el horizonte? El gobierno no necesita querer prender voluntariamente el fuego para que se incendie la pradera. Se hace muy difícil confiar en la sola virtud moral de los mismos funcionarios que no tuvieron pruritos en reventar el bolsillo popular para la sola ganancia de especuladores, empresas monopólicas de servicios públicos y grandes cerealeros, y que no se avergonzaron en manipular todo el orden institucional en su favor. Mauricio Macri se hizo sacar una foto con un fiscal en rebeldía, ligado a lo más cloacal de los servicios de inteligencia. La represión asesina a la protesta social, la persecución a opositores y tuiteros, tomaron rango de política de Estado.

Y les quedan cuatro meses más, a los mismos que en 2015 montaron una operación de prensa con narcotraficantes para vencer espuriamente en la elección bonaerense. A Mauricio Macri le vamos a pagar los bonos de deuda externa argentina que él compró, después de haber ordenado su emisión y fijado sus intereses como presidente. A Luis Caputo, ministro de Finanzas primero y jefe del Banco Central después, ya le pagamos por las Lebacs que oportunamente compró y vendió antes de la corrida grande del dólar de abril de 2018. Y todavía queda un balde de plata en la Anses.

No les cabe ninguna.

Por eso es imprescindible el diálogo de Fernández con los únicos que pueden dominar a este gobierno, con la verdadera jefatura de Cambiemos, que no sólo comprende al FMI, como es sabido…

El candidato es Alberto

Groggy

“Los que están intranquilos que se tranquilicen. Nunca fuimos locos gobernando”. Esa fue la frase principal de Alberto Fernández cuando celebró el triunfo del Frente de Todos. Es el exacto reverso de la conferencia de prensa de Mauricio Macri, acompañado por una desarticulada María Eugenia Vidal. El presidente apuntó a las elecciones de octubre, como si tuviera chance, y encima dijo: “Estoy acá para ayudarlos porque creo en el país”. Tuvo el arrebato de requerirle a la oposición que presente sus propuestas, quien hace pocos días pedía apoyo sin argumentos ni explicaciones: “Mañana creo que todos tenemos que ser responsables de explicar qué es lo que queremos hacer. Se pone más sobre el tapete que todos tenemos que ser responsables”. Y encima le tiró su fardo a Alberto Fernández, cuando le preguntaron por el manejo de la inflación y un dólar al borde de explotar: “La responsabilidad es de todos. Especialmente de los que hoy han recibido la mayor cantidad de votos. Yo voy a hacer mi parte”.

Cambiemos probó ser poco más que el berretín biográfico de Mauricio Macri, quien cree que nos está haciendo un favor y que le debemos algo.

La posibilidad de que acelere la corrida de capitales especulativos durante los próximos días es concreta. Eran íntegramente representados por el gobierno. Nada los contiene ahora. Menos todavía gestos desesperados, como un recambio de gabinete. ¿Qué saca o agrega que se vaya la espada Bullrich o la mercedaria de caridad Stanley? ¿Qué utilidad tiene la partida de los vencidos estrategas Peña o Frigerio? Ese es todo el gabinete real de Mauricio Macri. Después están los vasallos del FMI, Aguad y el irrelevante Dante Sica. Acaso Macri simule acción jugando a las fichitas, pero será una pérdida de tiempo.

Axel

No tiene ni 50 años. Después de Alberto Fernández y CFK, en el cierre de campaña Axel Kicillof fue tan aplaudido en el Monumento a la Bandera rosarino como Omar Perotti, que jugaba de local y con el blasón de haber devuelto la provincia al peronismo tras 12 años. El ex ministro de Economía de CFK, el judío marxista, será el gobernador de la provincia de Buenos Aires y ya es una figura central de alcance nacional. Ese capital se pondrá a prueba en esa trituradora que es la gestión bonaerense. Puede crecer hasta volverse irresistible o puede disolverse en las fauces de una provincia de monstruosa complejidad, como le sucedió a Vidal.

Foto: Victoria Campana.

Con los medios no alcanza. Vale repetirlo: con los medios no alcanza. Si así fuera, Vidal no tendría que haber caído derrotada de esta forma. Fue la más protegida y apalancada, continuamente. Desastres de gestión como el cierre de escuelas, cuando no su estallido, las muertes en comisarías, el lavado de dinero con aportantes truchos de campaña o la desocupación de dos dígitos en el Conurbano sin ninguna contención social pasaron como suspiro por las pantallas, que dedicaron largas horas a los mohínes y las puestas en escena de la gobernadora.

Los mecanismos de constitución de la subjetividad política son muchísimo más complejos que su explicación a través de los mensajes mediáticos. A veces, ni siquiera coinciden con las motivaciones electorales. Los votos a favor de hoy pueden tranquilamente ser los votos en contra de mañana.

El cocinero de Quilmes, junto con el intendente de Lanús o el de La Plata, o el ex esposo de Vidal en Morón, por nombrar los más resonantes, están sufriendo en carne propia las variaciones en las preferencias electorales. Todos eran esperanzas del macrismo, todos cayeron fiero. Hasta Mar del Plata corre riesgo de pintarse de celeste, arrastrada por la ola de Kicillof y les Fernández.

2017

Dijimos en la victoria de Cambiemos en las elecciones de medio término: si te dan un tiempo, te ponen un plazo. Esa foto transitoria, con el amarillo avanzando en el mapa y la caída de CFK, obnubiló a buena parte de la clase política y de los que la miramos desde afuera. El plazo caducó al toque, entre el humo de gases lacrimógenos y balazos de goma, cuando el gobierno avanzó sobre el bolsillo de uno de sus principales soportes electorales, los jubilados. Cambiemos se devoró a los viejos. Tras cartón, enviaron señales equívocas a los especuladores a final de 2018 –en la famosa mesa compartida entre Marcos Peña y Federico Sturzenegger, donde el primero vapuleó al segundo– y la bomba de Lebacs les explotó en la cara en abril.

El voto moral pesa, pero tiene un límite. La debacle en la vida de los trabajadores y el obsceno triunfo de los timberos superaron cualquier prurito a la hora de poner el voto.

¿Y la UCR?

Exacerbando peligrosamente el antiperonismo desde 2015, y con la conducción estratégica de Elisa Carrió, el PRO llevó a que la UCR haga de su historia de cien años un chiste. Terminaron saliendo a caminar votos y a fiscalizar para un oligarca conservador (Macri) y un sibilino peronista palaciego (Pichetto). En el camino, perdieron todas las intendencias importantes que tenían: Córdoba, Santa Fe, Paraná, Santa Rosa. Perderán peso en las Cámaras. Apenas retienen Corrientes y Jujuy. Mendoza está por verse.

Y no ganaron nada por apoyar a Macri. La única ficha propia que pudieron meter, y ni siquiera, fue Oscar Aguad. Sin entrar en lo sucedido con el ARA San Juan, y entre otros desatinos, Aguad relativizó el levantamiento carapintada comandado por Aldo Rico contra Raúl Alfonsín.

La última gran figura radical supo encarnar algo que era muchísimo más que la aversión al peronismo. En estos últimos años muchos dirigentes que supieron caminar las calles contra el ajuste del menemismo se revelaron como gorilas simples, invocando superioridad moral mientras el país se hundía en la miseria gracias a las mismas medidas económicas que alguna vez los hicieron marchar en protesta.

No cierra la grieta, abre una esperanza y disuelve un miedo

La dama

CFK será algún día un billete. Su estatura histórica es equiparable a la de todos los próceres del siglo XX, que son más bien pocos. Somos contemporáneos a su acción política. Y, puntualmente, el 18 de mayo vimos su última movida magistral. Un pase que reordenó todo el tablero político, acomodó todas las fichas y las internas, todas las diásporas y las inquinas, en todos los niveles, en la Nación, en las provincias, en los partidos y los sindicatos. Hasta que anunció su vicepresidencia, el mandato de unidad para el peronismo era un problema irresoluble. Después se convirtió no sólo en una realidad, sino en una esperanza. Esa esperanza pintó de celeste todo el país, dejando para Juntos por el Cambio sólo sus dos bastiones, Capital Federal y Córdoba

Cobró su pila de votos usando su lapicera para armar las listas de diputados en prácticamente todas las provincias. Le dejó a Alberto Fernández la conformación del gabinete. Y, también, el sillón de Rivadavia.

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