Macrismo de brazos caídos, imputaciones sin respuesta, la corbata de Alberto y el vaticinio de Espert: algunas perlas del primer debate presidencial.

Esta crónica empieza por el final: después del debate presidencial, en una de las oficinas del Rectorado de la UNL, donde funcionó el bunker de Alberto Fernández, sus colaboradores más cercanos lo rodearon exultantes mientras cantaban “Alberto presidente”. Sentado, el candidato del Frente de Todos asintió el gesto con una sonrisa espontánea, golpeando la mesa al ritmo del cantito. Un clima triunfal difícil de disimular luego de dos horas de debate ante las cámaras, en un Paraninfo reconvertido en set televisión.

El del domingo 13 fue el primer debate presidencial obligatorio por ley. Y, como todo debate, sirvió más para reafirmar un momento específico de la campaña que para convencer a los indecisos, que tampoco son tantos. Los seis candidatos se movieron en el terreno en que se vienen manejando, con los resultados a la vista ya expresados en las urnas en las primarias del 11 de agosto.

El macrismo, que promovió la ley en 2016, llegado el momento no le dio importancia al debate. Gesto curioso, no solo porque ocupa la Presidencia del país, sino por ser el espacio que necesita recortar distancia respecto de la fórmula Fernández-Fernández. A Macri se lo notó deslucido, no respondió ninguna acusación y se limitó a las chicanas. En espejo, Alberto Fernández había minimizado la importancia del debate durante toda su campaña, pero le sacó hasta la última gota de jugo en su tarea de demoler el relato oficialista. A tal punto que inició su presentación acusando de mentiroso al actual presidente y terminó pidiéndole que no diga más “disparates”.

En el Paraninfo y en los pasillos de la UNL se observó un despliegue compacto del Frente de Todos. Los referentes a nivel nacional y provincial hablaron con los medios en la previa: Felipe Solá, Agustín Rossi y María Eugenia Bielsa. Tras el debate lo hizo el gobernador electo Omar Perotti, quien llegó acompañado por el entrerriano Gustavo Bordet. Marcaron la cancha en las pantallas de noticias, en contraste con la actitud del oficialismo: ningún referente de Juntos por el Cambio se acercó a la zona de medios, ni antes ni después del debate.

No pasó desapercibida la presencia de Daniel Scioli, uno de los invitados especiales de Fernández. El ex mandatario bonaerense había debatido con Macri antes del balotaje de 2015; la estrategia del equipo del Frente de Todos fue rememorar, con la presencia de Scioli, las mentiras que dijo el actual presidente en aquella ocasión. Lo dejó en claro el propio Fernández en su primera intervención: “Hace cuatro años, hubo un candidato que mintió y ahora es presidente”.

El debate no modifica el resultado de una elección, sino que reafirma un momento político. El silencio del macrismo es todo un signo en ese sentido. Solo el intendente de la UCR José Corral, más en su rol de anfitrión que de dirigente partidario, se acercó a la zona de medios. Consultado sobre el impacto que podría tener el debate sobre la ciudadanía, contestó directo: “No va a cambiar el resultado de la elección”.

Miguel Pichetto, Patricia Bullrich y Hernán Lombardi, los más verborrágicos de la actual etapa del Team Cambiemos, estuvieron en el recinto pero no se acercaron a la zona de medios. Tampoco el primer candidato a diputado nacional por Santa Fe, Federico Angelini, ni el jefe de Gabinete Marcos Peña. Mutis por el foro: no hay nada que declarar.

La corbata de Alberto

Fernández llegó a Santa Fe por la mañana, acompañado por sus principales asesores: Santiago Cafiero, Felipe Solá, Wado de Pedro, Matías Kulfas y Cecilia Todesca, entre otros. Al mediodía recorrieron la universidad y luego volvieron al hotel, donde esperaron la hora del debate.

El candidato del Frente de Todos, con el espaldarazo del 49% logrado en las primarias, llegó tranquilo al momento del debate. “Tengo 40 años de política, si no sé debatir estoy en un problema”, había dicho luego de recorrer la UNL, varias horas antes de la contienda. Por la noche hizo valer esa experiencia ante un Macri por momento dubitativo y falto de reacción ante los mandobles que le asestó su principal contrincante.

Acaso mucho más certero que cualquier columna política es el tuit que publicó Estanislao, su hijo, una vez finalizado el debate: dedicó más espacio a bromear sobre la corbata que a “analizar” el resultado:

El resultado está puesto

La importancia real del debate se dimensiona en el entorno: más de 300 medios del país y del extranjero se acreditaron para cubrir el evento. Un verdadero show político. Los canales de noticias de Buenos Aires transmitieron en vivo desde Santa Fe durante toda la tarde y la noche de la jornada. Corresponsales del exterior y fotógrafos de las agencias nacionales e internacionales también llegaron a la capital provincial para seguir de cerca el primer debate entre los seis candidatos presidenciales.

Era una ocasión que el presidente pudo aprovechar a su favor; no quiso o no supo hacerlo. Además de acusarlo de mentiroso en pleno prime time televisivo, Fernández también le imputó a Macri no entender cómo funciona la economía, haber empujado a cinco millones de personas a la pobreza y beneficiar “a sus amigos” con la fuga de capitales.

Macri no respondió ninguna de esas imputaciones, demostró poca capacidad para salirse del libreto y terminó tirando piñas al aire al mencionar la “narcocapacitación en las escuelas”, una chicana dirigida a Axel Kicillof. Muy poco para un presidente en ejercicio que busca un segundo mandato.

El resultado de las elecciones del 27 de octubre es tan cantado que los otros candidatos debatieron más contra Fernández que contra Macri. En el primer bloque, José Luis Espert se refirió al candidato peronista como “próximo presidente”; en el segundo bloque, le atribuyó la responsabilidad al propio Macri, al señalar que “Cambiemos no pudo evitar que vuelva el kirchnerismo”. Lo que se dice partido liquidado.

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