Con la familia y la ESI como ejes, en la región se desarrollan políticas públicas específicas.

Acompañar a las infancias trans, tal es la misión. Es también una responsabilidad, un compromiso y un deber con el derecho a la identidad, ni más ni menos. Y al mismo tiempo, supone generar una sociedad inclusiva. En este sentido, la familia, la escuela, el club y las demás instituciones estatales asumen roles decisivos en procura de llevar a cabo buenas prácticas para el abordaje de situaciones que merecen la atención de los vínculos, de las relaciones cotidianas.

Así lo expuso Laura, mamá de una niña trans de nuestra provincia, en virtud de la concientización para evitar la marginación y/o la discriminación. “La principal herramienta es la ESI (Educación Sexual Integral). Por eso hay más temor en la sociedad de parte de los grupos más conservadores. La primera resistencia a la ESI se dio cuando se empezaron a reconocer las identidades transgénero, cuando se empezó a hablar de diversidad en general”, esgrimió ante la consulta de Pausa. En ese sentido, evaluó que esos grupos tuvieron “una manera reaccionaria de responder, bastante violenta en algunos casos”. “Por eso creo que una de las mejores maneras para generar conciencia es la educación, lo que se necesita es respeto y comprensión. Y para respetar y comprender, primero tiene que estar visibilizada la situación. El primer punto es la educación”, ratificó.

Del desconcierto al diálogo

Acerca de la experiencia que tuvo su familia, Laura comentó que al principio hubo “cierto desconcierto, no teníamos demasiada información. Nuestra hija empezó a manifestarse aproximadamente a los dos años a través de sus juegos, sus ropas, tener el pelo largo. Es el juego la forma de comunicar que tienen las nenas trans, mediante la elección de juguetes. A veces, mediante el vocabulario hasta que lo pudo manifestar directamente y la empezamos a acompañar en la transición hace ya dos años”, relató dando cuenta de las etapas que llevó el proceso, desde la casa, la escuela. “Por suerte, a nivel familiar y a nivel educativo, siempre tuvimos apoyo”, remarcó.

Frente al interrogante de cómo prevenir la discriminación que pueden sufrir los niños, niñas y adolescentes trans, reflexionó que “todavía existen mecanismos de violencia simbólica. Insisto: lo más importante es la educación. En el grado de mi hija, ni bien se les comunicó esto a los chicos, lo tomaron con total naturalidad. Fue aceptación, fueron preguntas, fueron espontáneos. Los peques que venían con más información, porque previamente se había hablado con sus papás y sus mamás, ayudaron a que se dé un espacio de diálogo. Son chicos de nueve años que pudieron debatir y sacarse dudas”.

Facha fue el primer niño trans, luego de Lulu, la primera niña, en acceder al reconocimiento de su identidad sin pasar por un proceso judicial.

Empatía

No obstante, Laura insistió en la falta de implementación de la ESI. “Las docentes suelen ponerse incómodas. La mayoría de las personas, lo primero que aduce es ‘No conozco, no leí nada’. Pero el conocimiento no es todo. Muchas veces, basta con comprender lo que le pasa a una persona, tener empatía y nada más. Prevenir la discriminación tiene que ver con un montón de cosas relacionadas con ser seres humanos y ver cómo abordar situaciones que se salen de la norma: las identidades trans rompen con el binarismo de la sociedad. Y cuesta entender porque siempre estamos en posiciones de comodidad de lo que es de nene y de lo que es de nena”, analizó.

El pensar la realidad por fuera de los parámetros binarios “cuesta muchísimo”. “Cuanto más se conozca, mejor es. Pero también pasa por la empatía y la humanidad, de un abrazo. Todos los grupos de ‘Con mis hijos no te metas’, en contra de la ESI y de los movimientos de diversidad tuvieron una postura más reaccionaria cuando empezaron a ver que las minorías tenían más derechos. Los niños y las niñas trans tienen la suerte, en su mayoría, de tener una familia que vela y pelea por esos derechos”, adujo. En tanto, resumió: “Lo más importante es tener claro que, como familias, tenemos leyes, un marco normativo. Y hay que exigir que se respeten esos derechos por la identidad de los chicos y chicas trans, en la infancia y a la adolescencia”.

Del rechazo a la aceptación

Desde el Estado provincial, Andy Panziera, coordinador del Programa de Acompañamiento de las Infancias y las Juventudes Trans –dependiente de la Subsecretaría de Políticas de Diversidad Sexual– hizo hincapié en la relación directa entre el rechazo y la vulnerabilidad. “Por qué las familias, en algún momento, rechazan las identidades de género disidentes, no cis, tiene que ver con que históricamente, la diversidad sexual ha sido entendida como delito, enfermedad o pecado”. En ese orden, el licenciado en Psicología consideró que “si una de las funciones de la familia tiene que ver con proteger a sus integrantes, nadie querría que un hijo estuviera enfermo, que cometiera un delito, nadie querría que una persona que ama esté viviendo de otra forma que no sea el que indica su sistema de creencias espirituales”, fundamentó.

Desde ese andamiaje conceptual, el funcionario señaló que la tarea del área apunta a recibir las respuestas “que a veces son de shock, de un primer sacudón que tiene la familia y prestar la oreja con una escucha empática. Y así, ir poniendo en cuestión los sesgos, los estereotipos, los prejuicios”. Al modificarse esas miradas, “empiezan a emerger mayores niveles de aceptación en la familia y en los entornos afectivos y cómo esto se traduce en respuestas de cuidado”. En otras palabras, al emerger la aceptación “la familia empieza a mostrar recursos que estaban latentes que por la falta de empatía no se estaban pudiendo activar hasta el momento”.

En consonancia con lo ya dicho, “Género y familia” es el título del proyecto que impulsa el Programa de Acompañamiento, desde hace tres años y medio, y que dispone de dos objetivos. “Uno es micro y tiene que ver con acompañar personas que, en su infancia o su juventud, no se encuentran en conformidad con el género que les asignaron al momento de nacer y, a la vez, acompañando a sus familias, sus comunidades y sus entornos afectivos”, explicó, mientras aludió a formas concretas de “acompañamiento afirmativas”.

Justicia social

En un plano macro, el objetivo apunta a promover “la inclusión de las distintas formas que el género va ocupando en nuestras comunidades. Entendemos que la tarea de generar más conciencia, condiciones para la no discriminación, la protección y el reconocimiento, es un profundo acto de justicia social”, recalcó Panziera. Es decir, se trata de pensar en una política pública centrada en “la restitución de derechos”, bajo el amparo de la Ley Nacional de Identidad de Género. A propósito, la normativa provincial vigente de Protección a las Infancias y Adolescencias “marca la obligación del Estado de responder y proteger a niños, niñas, niñes y jóvenes que se encuentran en situación de discriminación, de violencia, de vulneración de derechos” y menciona “la identidad de género y la orientación sexual”.

Los servicios afirmativos, concretamente, se traducen en espacios de escucha para las familias y “poder repensar estrategias de cuidado”; a veces “tenemos que pensar en espacios de terapia familiar”, precisó mientras añadió: “Otras veces, la inquietud tiene que ver con acompañar algún cambio registral, cuando les niñes tienen que cambiar su DNI en caso de que lo requieran, así como charlar con el equipo directivo y les docentes de la escuela y también realizar interconsultas médicas cuando las personas no se sienten en comodidad con su cuerpo”, detalló Panziera.

En relación con el proyecto que promueve buenas prácticas en el cuidado y el acompañamiento a las infancias y juventudes trans y de género no binario, el funcionario destacó que no se trata de un trabajo solitario. “Estamos en un permanente proceso de construcción colectiva. El cuidado es una propiedad que emerge de una forma muy particular de estar en relación, de tratarnos les unes a les otres. Para la elaboración del protocolo se tienen en cuenta las recomendaciones de expertos en el mundo sobre distintas formas para acompañar de forma efectiva, agregándoles los aprendizajes que hemos realizado con una sensibilidad cultural que se adapte no solamente al marco normativo vigente de nuestro país, sino en las formas de construir sentido en la provincia de Santa Fe”, manifestó.

Sobre el protocolo que está en su etapa final de diseño, el especialista subrayó la importancia del apoyo institucional. “Muchas veces nuestro trabajo es cuestionado por sectores que se basan en prejuicios, o que cuestionan la validez científica. Entonces, que dos instituciones de Naciones Unidas, como Onusida (Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida) y Unicef avalen el material y esta política pública ayuda a no retroceder”, definió.

Familias

A partir de la formación que brinda la Fundación Aiglé en articulación con el Ackerman Institute for the Family de Nueva York, se comenzó a indagar en torno a qué pasa con las personas trans y cómo actuán sus  familias respecto de la diversidad sexual. “Las personas trans, no binarias, que fueron expulsadas de sus entornos afectivos presentaban muchos indicadores de vulnerabilidad. Al contrario, aquellas familias que habían respondido con aceptación, los destinos, los recursos y la vida de estas personas eran totalmente distintos”, argumentó Panziera.

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