Nunca durante un período democrático se produjo un daño de tanta velocidad y alcance. Catorce datos duros y catorce placas para compartir y entender por qué la gestión que termina fue la peor desde el retorno de la democracia.

Faltan en estas placas la caída de ventas de autos cero kilómetro y usados, la caída brutal de ventas en los comecios pymes (que sólo tuvieron cuatro meses positivos en la gestión de Camb iemos: diciembre de 2015 y el período octubre a diciembre de 2017), el cierre de restaurantes, la caída en la ventas de entradas al cine, de huevos, de libros, de pan, de forros, del poder adquistivo del salario. Falta, también, el achique en la cantidad de ministerios, el cierre de orquestas infantiles, la quita de becas deportivas, los recortes en envíos de vacunas y en pensiones para discapacitados. No se estimó debidamente la falsedad corriente sobre la obra pública, que fue mucho menor a la de cualquier período del lapso 2003 a 2015. 

Omitidos están, también, los ganadores. Esta crisis no la estamos pagando todos, no se sufre por igual. El modelo Cambiemos fue exclusivamente un modelo de beneficio para rentistas, lo más parasitario del capitalismo. Renta agraria, renta financiera, renta de los servicios públicos privatizados. Muy pocos tipos, que ganan fortunas sencillamente por tener fortunas. No inventan nada, no crean nada, mucho menos generan nuevo valor. Tierra, dinero para la timba, monopolios de luz, agua, gas, teléfonos, combustibles. 

Cuesta creer que recién en 2019 buena parte de la opinión expresada en medios de comunicación perciba el daño de un sistema económico colonial. Más enerva que todavía se crea que la malaria se deba a la impericia o el error. Cambiemos sólo tuvo fallas en asegurar su reproducción. Hicieron lo que venían a hacer demasiado rápido, con la arrogancia de los ignorantes. Hay que agradecer sus venales torpezas: si hubieran actuado con verdadero gradualismo, con efectividad y precisión en sus objetivos, tenían casi la suma del poder fáctico para sacar sangre argentina por décadas.

Los buenos economistas de las universidades públicas, como el extinto Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo o Martín Schorr, para nombrar de todas las generaciones, han mostrado detalladamente la previsibilidad y la sordidez de los modelos coloniales de dominación financiera, llamados “neoliberalismo” por pereza. Todo lo sucedido fue advertido paso a paso por pocas pero diferentes voces, una de ellas, la nuestra. Más que datos, aquí está el punto final de una narración, la del tercer suicidio de la Argentina. La historia nunca termina: no hay que tener frío ni desgano cuando debamos evitar el cuarto.

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