El equipo del Muñeco perdió la final de la Copa Libertadores sobre la hora ante Flamengo, pero dejó la vara altísima para el contexto amarrete y conformista del fútbol argentino.

El rosarino Adrián Abonizio, cuando su Central querido descendió en 2010, escribió un texto al que lo llamó “Elogio de la derrota”. Envuelto en ese dolor futbolístico que provoca el bajar de categoría, el comienzo de ese escrito decía: “Ser derrotado implica que se ha combatido: contra el fuego de las armas y la niebla de la conciencia. Idiota aquel que no ha sido derrotado y mantiene una amatoria ilusión con el triunfalismo”. El profesor, periodista y escritor Ariel Scher dice que “todo eso lo saben los muchachos y las muchachas de cada cancha que desembocaron en la tristeza y en la derrota por ir con nobleza en busca de la alegría y de la victoria. Lo saben, inclusive, a pesar de que la opinología mediática pretenda arruinar corazones y cabezas edificando shows berretas arriba de esas tristezas y de esas derrotas. Y de que esa misma opinología haya superpoblado al fútbol de algo que tal vez un día volverá a llamarse estupidez. Es que esos muchachos y esas muchachas saben que hay tristezas y hay derrotas a las que las habita algo que se llama honor. Y ese algo, también en la tristeza y también en la derrota, lo tuvo este equipo de River”.

Y con toda claridad conceptual afirma: “el fútbol, además, sólo le concede la posibilidad de la tristeza y de la derrota a los que intentan el sueño de la alegría y de la victoria”. Sólo en esa alegría que habita en la idea futbolística de Marcelo Gallardo se puede encontrar tanta tristeza. A un equipo que juega bien y siempre tiene como objetivo el arco de enfrente, la derrota le duele más. Esos equipos siempre están más cerca de ganar que de perder, es así de sencillo. Los que especulan saben que perder es una posibilidad de buenas dimensiones, porque ellos siempre están midiendo todo. “Si en vez de meter a Pratto metía a un defensor salía campeón”, todavía se escucha decir en el planeta fútbol.

El diario Olé, la cloaca más nauseabunda del periodismo deportivo, a través de Martín Blotto se pregunta: “¿El Oso estaba para jugar? ¿Es el gran responsable? ¿Qué buscó Gallardo con su ingreso?”. En su artículo periodístico, que parece estar escrito por desde las mismísimas miserias de un hombre, le apunta a una persona como el responsable de una catástrofe futbolística.

“El delantero más caro de la historia de River se equivocó. Muy feo. Y lo que más les duele a los hinchas es que haya metido la pata justo él, el héroe de las finales del año pasado contra Boca. El fallo de Pratto fue conceptual. Pensó mal cuando la inteligencia es una de sus principales virtudes. La jugada pedía que descargara sobre la derecha, en los pies de Montiel. O que tocara hacia atrás para asegurarla. Sin embargo, primero buscó un pase vertical al pibe Álvarez y se enredó solo: tras la intercepción de Everton Ribeiro (desde el piso), el Oso la recuperó pero tampoco se la tiró a Cachete, ni mandó un pelotazo al área, o la tribuna, para matar la jugada. Trató de mantener la posesión (segunda mala interpretación) y chocó con la marca de De Arrascaeta”, narra el artículo del pasquín deportivo de Clarin.

La salvajada de este muchacho de Olé se acrecienta: “¿Fue el responsable de la derrota en la final?” Y el mismo responde: “Bueno, es cierto que desde el quite del uruguayo hasta el arco de River quedaban unos 70 metros. Que Montiel, Martínez Quarta y Enzo Pérez rodearon a Bruno Henrique en la puerta del área y no le hicieron falta (Álvarez tampoco se animó a cortarlo con un manotazo). También, que Pinola llegó un instante tarde a tapar la asistencia del charrúa y que Paulo Díaz siguió más el pase filtrado del lungo que la posición de Gabigol. Pero todo se gestó en el error de Pratto. Grave para un futbolista de su categoría”.

La nota sigue por el mismo camino, destila todo lo que Gallardo no quiere en su idea de fútbol. El concepto de lo colectivo con estrategias claras para ir al frente lo definen al Muñeco, por lo tanto las búsquedas mezquinas en tal o cual jugador para encontrar “culpables” siempre quedarán en las veredas más sombrías, donde habitan contragolpeadores y especuladores de 90 minutos.

En nuestra vereda hoy está River, y hoy River es Gallardo. Hoy River es el fútbol. Hoy River es el mejor de Argentina y de América. Hoy River va al frente. Hoy River es ese equipo que te da placer y alegría verlo jugar. Y por ese goce y júbilo los y las hinchas de River Plate jamás le objetarán la final perdida a su equipo, menos a su entrenador. River experimenta la alegría y el encanto de un juego valiente y sin egoísmos, y en esa experiencia envidiable está el dolor de la derrota.

Cómo te lo explico

La victoria de película hollywoodense del Flamengo volvió a mostrar las vetas más bellas de un deporte indescriptible. El ex jugador de Newell´s, Kurt Lutman, publicó en sus redes sociales: “Antes que nada, River es un caballo hermoso por lo tremendamente valiente”. Y luego, con sus guiños a la escritura, su sensibilidad de barrio, su mirada social y su corazón de pelota, publicó: “El fútbol es ese juego que los humanos, ilusos, jugamos creyendo que controlamos el desenlace. Una ilusión. Mientras tanto, los duendes (guionistas despiadados) agazapados se ríen y esperan para sacudirnos por el lomo aprendizajes. Quienes podamos leer esos movimientos creceremos con una sonrisa, en la victoria y en la derrota”.

Ya con más rigurosidad de analista, el periodista Juan Pablo Varsky, a pocos minutos del final en Lima, reflexionaba: “Dijimos: Flamengo en juego y River en detalles. Pasó al revés. Dijimos: si Flamengo no marca de entrada se le complicará porque River sabe competir en finales. Pasó al revés. El fútbol siempre ridiculiza nuestras sentencias. Nadie sabe nada de este juego tan hermoso como cruel”.

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