Por Baltasar Albrecht

La primera vez que vi La Flor de manera completa fue el viernes 20, sábado 21 y domingo 22 de abril de 2018, durante el BAFICI. Luego la vi cuatro veces más. En la actualidad es muy difícil perderse una película, todos dicen: “¿cómo no la viste?”, “está para bajar”, “está en Netflix”. Poder ver La Flor solo era posible cada vez que se realizaban proyecciones, en festivales o a cargo de El Pampero Cine. La Flor es un evento cinematográfico en donde el espectador se compromete durante tres días seguidos a vivir esta película. Por estas horas, debido a determinadas circunstancias que ocurren en el mundo, está disponible para verla de manera online.

Son 14 horas, seis episodios, cuatro que empiezan y no terminan, después uno que empieza y termina como un cuento, finalmente el último que empieza en la mitad y termina todo el filme, distintos géneros, unidos por las cuatro actrices de Piel de Lava (Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa) en una entrega actoral total pocas veces vista.

Se podría hablar sobre una infinidad de aspectos de esta película, uno de los filmes de ficción más extensos, una de las películas más importantes en la historia del cine argentino, la realización a lo largo de 10 años. Pero una de las cosas que más me apasiona al momento de ver una película, no solo es meterme en ese universo cinematográfico al que las películas nos llevan, en el que hay un argumento sobre el que opera un narrador y la consecuencia de eso nos brinda el relato, sino que además es preguntarme "¿cómo hicieron eso? ¿cómo lo filmaron?".

Como menciona Llinás, un riesgo que tiene el siglo XXI en relación con el cine es la desaparición de las formas de misterio y de asombro con los trucos del cine. Hoy en día la mayoría de los espectadores supone que ciertas escenas, cuando tienen determinada espectacularidad, complejidad o escenas de grandes multitudes, explosiones, superhéroes, etc., son realizadas mediante CGI (imágenes generadas por computadora).

Independientemente que se generan imágenes increíblemente atractivas que se pueden disfrutar, se pierde una parte del encanto del cine, qué es eso de decir ¿cómo han hecho eso?, si en el cine hemos dejado de preguntarnos ¿cómo han hecho eso?, hay algo que se pierde.

Cada vez que veo La Flor, muchas ocasiones son en las que me pregunto "¿cómo lo hicieron?". Cuando un auto aparece en un lugar al que uno no entiende como llegó, con el impactante plano de un tren en movimiento, de noche, con un solo personaje adentro, cuando Casterman ríe en una habitación, en algún lugar de Bélgica, mientras los planos se van agrandando hasta ver la inmensidad de la ciudad y la continuidad lumínica durante el atardecer es perfecta, o las rutas y caminos que las espías recorren en esa camioneta roja en la que tienen a Dreyfuss, que parece como si se tratara del día con la neblina más espesa de algún sitio de Londres. Y de repente comienza a soplar un fuerte viento del oeste, frío y humedo, que se lleva las nubes cada vez más lejos y el cielo que durante todo el día había sido gris de pronto se vuelve amarillo, y después rosado, y después azul, un azul oscuro casi épico, entonces una a una comienza a salir las estrellas.

Toda la película es un gran "¿cómo lo hicieron?". En varias entrevistas se le pregunta a Llinás cómo se filmaron esas escenas, astutamente no revela el secreto para mantener ese misterio, y responde “con una cámara”, como decía John Ford. El hecho de que muchos se hagan esa pregunta, es una pequeña gran victoria de la película.

Las 14 horas de duración, sobre las que muchas veces se comenta, termina siendo algo anecdótico, durante la película uno quiere que las historias no terminen nunca. Quisiera seguir escuchando las canciones de Siempreverde eternamente, la historia de amor entre dos asesinos, si pudiera elegir vivir en una película, viviría por siempre en esa historia de amor de La 301 y Ángel. Una de las danzas más bellas interpretada por unos aviones. Un increíble metarrelato cinematográfico, en el que se hace una puesta en abismo de la propia película de La Flor y se produce un hallazgo cinematográfico sobre como filmar los árboles y la figura humana. Unas imágenes bellísimas capturadas con el registro cinematográfico más primitivo, la cámara oscura. La banda sonora descomunal de Gabriel Chwojnik, en el Episodio 1 logra acercarse a Bernard Herrmann como ningún otro músico en el mundo alguna vez pudo hacerlo.

Y así, con toda la película.

Una obra como La Flor es posible no solo por Mariano Llinás, sino por El Pampero Cine, por el modo que tienen de hacer y vivir el cine: Balnearios, Opus, Historias Extraordinarias, Castro, Ostende, El Loro y el cisne, El Escarabajo de oro, La mujer de los perros, La vendedora de fósforos.

Hoy las salas cinematográficas están cerradas, pero esto hizo posible que La Flor se pueda ver online, algo que en otras condiciones era imposible que suceda. El cine básicamente ocupa casi la totalidad de mi vida, tanto como espectador, así como en tratar de realizarlo, más allá de lo difícil e inalcanzable que a veces me puede resultar. Yo no se que clase de persona sería sin todas las películas que vi y las que veo. Cuando vi La Flor, luego de esas 14 horas, era otra persona, ya no era el mismo, sentí que me había dado algo así como “más vida”, por decirlo de alguna manera, aunque resulte extraño.

Ojalá todos miren La Flor.

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