Efectos de la pandemia: hasta el Financial Times te corre por izquierda

Ante el fracaso del mercado capitalista frente al coronavirus, la principal publicación de la timba mundial, el Financial Times, en su nota editorial denuncia la desigualdad, critica los salvatajes bancarios, lamenta la precarización laboral, pide por el retorno de Welfare, renta básica universal e impuestos para los ricos. 

Sin hacer ni media autocrítica sobre su función como promotor y puntal ideológico del anarcocapitalismo, el Financial Times, referente de timberos, especuladores y buitres de todo el planeta, publicó hace dos días un editorial que parece salido de Pausa. El coronavirus expuso al libremercado neoliberal global en su incapacidad como forma de regular la vida y el intercambio de los hombres. Y también desnudó el profundo daño generado por su tendencial modo de producir cada vez más desigualdad. Los dueños simbólicos del saber económico legitimado ahora hablan de la precarización laboral, los superricos y el Estado interventor. Es que son garcas, pero no obtusos (como el empresariado argentino, que se pegó tres tiros en el pie en los últimos 40 años sólo por seguir libritos de divulgación de Friedman y Von Hayek).

Traducimos algunos fragmentos de esta memorable editorial que se puede leer aquí.

Si hay un rayo de luz en la pandemia de Covid 19 es que ha inyectado un sentido de mancomunidad en las sociedades polarizadas. Pero el virus, y la parálisis económica necesaria para combatirlo, también echa luz sobre las desigualdades existentes –e, incluso, crea nuevas.

 

Como los líderes de Occidente aprendieron en la Gran Depresión, y después de la Segunda Guerra Mundial, para demandar un sacrificio colectivo se debe ofrecer un contrato social que beneficie a todos. La crisis actual muestra cómo demasiadas sociedades ricas no están a la altura de ese ideal.

 

Más allá de los aleccionadores llamados a la movilización nacional, en verdad no estamos todos juntos en la misma. Las restricciones económicas imponen el mayor costo para aquellos que ya están peor. Del día a la noche, millones de trabajos se perdieron en sectores como la hotelería y el ocio, y sus relacionados, mientras que trabajadores mejor pagos apenas tienen el malestar de hacer el trabajo desde sus casas. Peor aún, los trabajadores mal pagos que siguen trabajando ponen en riesgo sus vidas –como cuidadores y empleados de la salud, repositores de supermercado, cadetes o personal de limpieza.

 

Los países que han permitidola emergencia de irregulares y precarios mercados de trabajo encuentran muy difícil canalizar ayuda financiera a esos trabajadores con empleos tan inseguros. Mientras tanto, los bancos centrales sueltan vastos montos de dinero que sólo ayudará a los más ricos.

 

Reformas de raíz –revertir las políticas dominantes de las últimas cuatro décadas– deberán ser puestas sobre la mesa. Los gobiernos deberán tomar un rol más activo en la economía. Deberán considerar a los servicios públicos más como una inversión que como un gasto y deberán encontrar formas de hacer que los mercados de trabajo sean menos inseguros. La redistribución deberá formar parte de la agenda; los privilegios de los más viejos y más ricos deberán ser puestos en cuestión. Políticas que hasta hace poco era consideradas excéntricas, como un ingreso básico universal o impuestos a la riqueza, deberán estar en esa agenda.

 

Los líderes que ganaron la guerra no esperaron a la victoria para planear lo que vendría después. Franklin Roosevelt y Winston Churchill elaboraron la Carta del Atlántico, que marcó el camino a la Organización de Naciones Unidas, en 1941. El Reino Unido publicó el reporte Beveridge, su compromiso con un Estado de Bienestar universal, en 1942. En 1944, la conferencia de Bretton Woods forjó la arquitectura financiera dela posguerra. El mismo tipo de previsión se necesita ahora. Más allá de la guerra de la salud pública, los verdaderos líderes deben moverse ahora para ganar la paz.

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