Odiar al feminismo es odiar la autonomía

Los pañuelos de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito son un símbolo de las marchas de mujeres en todo el país.

Publicada el 12 de marzo de 2020 en Pausa N° 247.

¿Puede una mujer feminista no coincidir con la legalización del aborto? ¿Toda mujer es feminista? Los interrogantes parecen cargar con respuestas lógicas que se hallan en el propio enunciado. Sin embargo, los procesos históricos hablan de un tiempo que no siempre fue el actual, de muchos derechos adquiridos tras décadas de batalla en los planos institucionales y sociales. Y, lo que no es menor, en la cotidianeidad y la vida doméstica. Desde 2015, con la primera convocatoria Ni Una Menos, y aún más desde 2018 con los pañuelos verdes en cuellos, brazos, carteras y mochilas, los feminismos lograron ocupar –contra potentes resistencias– el centro del debate público. O dicho de otra forma, ya nada será como antes: la batalla social está ganada.

Mientras las cifras de femicidios son alarmantes, con un promedio de uno cada 23 horas desde el inicio del año, y los distintos tipos de violencia machista no dejan de replicarse, las políticas públicas ya no pueden dar la espalda a las demandas de los colectivos feministas y de las diversidades. En efecto, el presidente Alberto Fernández anunció el envío al Congreso de un proyecto para que la legalización del aborto voluntario finalmente sea ley, en ocasión de la inauguración de un nuevo período de sesiones ordinarias en el Parlamento, el pasado 1 de marzo. Entre las activistas, la noticia se recibió con entusiasmo y emoción.

“Estamos un pasito más cerca de conquistar este derecho que se nos fue negado desde el inicio de la democracia”, sostuvo Julia Sollberg, integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito Regional Santa Fe, a pesar de desconocer todavía el trazo fino del proyecto que por primera vez el Ejecutivo nacional promueve (al menos al cierre de esta edición).

Su compañera Silvia Ferrero estimó que “no habrá grandes diferencias” con el que alienta la Campaña desde hace 15 años, el último presentado en 2019 por octava vez. “Es un reconocimiento y, a nuestro criterio, una muy buena lectura política de lo que está pasando en lo social. En 2018 cuando se llega por primera vez a Diputados y al Senado, la acumulación de lucha hace un salto en calidad absoluto y se instala de otra forma”.

Con la mirada ya puesta en las cámaras legislativas, las militantes confiaron en que “la lucha en la calle la tenemos ganada” y recordaron que el proyecto presentado por la campaña en 2019 todavía tiene estado parlamentario.

A conciencia

Tal ocurrió hace dos años, uno de los puntos de mayor controversia en cuanto a la discusión jurídica, pero también sanitaria se constituye en torno a la mentada objeción de conciencia. Al respecto, Ferrero se encargó de subrayar la diferencia semántica. “La ley permite denunciar al profesional o al Estado” en caso de no respetarse la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Los obstructores a conciencia –puntualizó– se amparan para decir que no, pero el Estado tiene que garantizar. Vamos a tener que empezar a tener un circuito en el que haya una denuncia y si son necesarias las denuncias en el ámbito de la justicia, se harán. Pero no es el camino la judicialización. El camino es poder trabajar para que se entienda y se garantice el derecho. Creemos que se nos tiene negado porque no hay libertad de decisión sobre los propios cuerpos”, analizó.

En otras palabras, el entramado patriarcal se escandaliza ante la autonomía de mujeres y diversidades. Desde esa perspectiva, se alienta a “no decir más objeción de conciencia, sino de prácticas. De lo contrario, parece que el profesional que hace un aborto no tiene conciencia”.

Tal como se ha repetido desde 2018, cuando el proyecto por el aborto legal alcanzó media sanción en la Cámara baja, pero fue rechazado por el Senado, “una institución entera no puede objetar conciencia, porque es algo que se reserva en lo personal. Vemos con esperanza que en el ámbito público no se podrá objetar. Uno se puede abstener, pero queda en el lapso de los cinco días corridos conseguir algún colega que realice la práctica para no tener a la mujer o identidad gestante boyando. Es algo de lo que se tiene que hacer cargo una institución”, agregó Sollberg al ilustrar la gravedad de la situación.

Obstáculos

En materia de obstáculos, la legalización del aborto probablemente encuentre una vez más un escollo en la Cámara de Senadores de la Nación debido a su composición “más conservadora”. Pese a ello, Ferrero insistió con que a partir de “las movilizaciones en las calles, desde 2018 es otra la instalación. Recordemos que quedamos miles y miles de mujeres fuera del Senado. Les  dieron la espalda a las mujeres y a las personas gestantes”. Y continuó: “En el Senado nos ganaron por el lobby. Hay poderes muy fuertes y muy conservadores que van a hacer lobby. Pero también el feminismo y el movimiento de mujeres son políticos por lo tanto también hace lobby, con una diferencia: estamos todas en la calle y disputando sentido. Hoy caminás y hay pañuelos verdes por todos lados. Bajo ningún punto de vista vamos a subestimar el poder conservador, pero tampoco voy a subestimar al nuestro”.

¿Y después? ¿Qué ocurrirá cuando ya sea ley? La realidad impone prever un foco atento habida cuenta de la garantía del derecho propiamente dicho y de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) que no deja de encontrar rechazos en el sistema de salud. “Sabemos de un montón de personas que se han acercado a los hospitales Cullen e Iturraspe, ya sea para exigir una ILE o por complicaciones por un aborto clandestino, y se les ha negado la atención y las y los maltratan. Si este año se apruebe la IVE, sabemos que en nuestra provincia vamos a tener que hacer un montón de laburo para que realmente ese derecho se garantice porque los profesionales de acá, evidentemente, no están aggiornados”, indicó Sollberg.

Verdadero y falso

En torno al aborto, los sectores opositores se apoyan en la noción de “estás matando un bebé”. “No se está matando un bebé. Los antiderechos muestran un bebé casi a punto de nacer –cuestionaron las activistas–. Es la forma que tienen de adoctrinar. El video que muestra un bebé prácticamente a nacer y que se lo descuartiza dentro del útero no es un aborto –aclararon tajantes–. Detrás de todo esto, hay un imperativo categórico muy fuerte de que si sos mujer tenés que ser madre y no se perdona a la mujer que no quiere maternar”.

Al correr el concepto del asesinato y a instancia de un clima social que habilita la escucha, no dejan de estar presentes las razones de salud pública. “Si nos metemos en el terreno de la fe, nosotras damos argumentos desde la ciencia y los derechos. Sí hay que deconstruir las mentiras. Es un derecho, es decir, tener la posibilidad de abortar si querés –recalcó Ferrero–. Si no querés, no abortás y está claro que las mujeres abortan con o sin ley. La ley es anecdótica en términos de fenómeno social. Hay que legalizar un hecho social histórico. No se permite que una mujer pueda ser autónoma. Al patriarcado le molestan los derechos de las mujeres. Les molesta la autonomía”. Y Sollberg consignó: “No nos pueden ver como compañeras, siempre estamos en una función asimétrica. Por eso el proyecto remarca ‘toda persona con capacidad de gestar’”.

En esa misma línea, se ubica otro concepto reiterado en el imaginario colectivo como respuesta a la posibilidad del aborto: “que lo den en adopción”. Frente a ello, las integrantes de la Campaña fueron categóricas: “No somos incubadoras. Es una opción respetable dar en adopción, como también abortar, como también tenerlo y criarlo. Pero eso tiene que ser decisión de la mujer o la persona gestante, sino cambiamos un imperativo categórico por otro. Gestar en contra de la propia voluntad es tortura. Son nuestros cuerpos y no somos incubadoras, somos personas”.

Reguladas

Como es sabido, la consigna de la Campaña señala educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Al considerar cada una de tales etapas, siendo la primera la que mayor prevención puede asegurar, los enojos de parte de los grupos antiderechos también afloran. Para Ferrero, “hay resistencia a la autonomía”. “El discurso que más regula a las mujeres es el jurídico. Tuvimos que pelear por una ley de salud sexual y reproductiva. ¿Los varones tuvieron que pelear por eso? Se encuentran más leyes que regulan más a las mujeres que al varón. El movimiento feminista está diciendo basta. A mayor feminismo hay mayor crueldad en la forma de muerte de mujeres. Hay un odio al feminismo que es el odio a la autonomía. Ese es el problema. Y es uno de los movimientos más grandes que tenemos en Latinoamérica”, adujo.

El derecho a la decisión no es otra cosa que el núcleo de la lucha feminista. Así lo expuso Sollberg al sostener que “no alcanza que una mujer vaya al centro de salud de su barrio y pida una IVE. Queremos que nos dejen de juzgar por nuestras decisiones. Hay que dejar de exigirle más a la mujer. El feminismo tiene que ver con la justicia social y el aborto es una clave, pero también de estar cada día más cerca de una sociedad totalmente igualitaria y equitativa”, postuló.

Desde la perspectiva de su compañera, cabe evocar el devenir histórico: “Primero se peleó por el cupo del 30% (en listas), pero era el piso y se convirtió en el techo. Hubo que pelear por la paridad. Acá no tenemos ley, pero casi todas las listas de diputados y diputadas de los partidos presentaron con 50%. Y ahora vamos a ir para que en las listas haya feministas, no solo mujeres. El hecho de ser mujer no significa que no reproduzca patriarcado. Tenemos que tener claro que el feminismo es un movimiento de liberación”, definió en relación con la falsa idea de que “mujeres contra hombres”. “El enemigo es el patriarcado porque también hay mujeres que reproducen enunciados patriarcales”, concluyeron.

Ponerle fin a la clandestinidad

Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito manifestaron que el proyecto original “está en las calles y es el momento de que el debate parlamentario sea urgente, sin dilaciones, sin violencia. Siempre hemos planteado un debate franco, científico, en el marco de derechos, sin hipocresías ni golpes bajos. Queremos ponerle fin a la clandestinidad, a la criminalización y penalización de nuestras decisiones y deseos”.

Las activistas saludaron el anuncio presidencial, a la vez que recordaron que el proyecto elaborado en el seno de la Campaña “es producto del consenso y el acuerdo de 700 organizaciones sociales, políticas, sindicales, de mujeres, feministas, de la diversidad, colectivas de artistas, del deporte y la academia”. Fue presentado en mayo de 2019, y aún tiene estado parlamentario para ser tratado en el Congreso de la Nación.

Corriendo telarañas

“La clandestinidad es un negocio”, señala Silvia Ferrero, y despeja telarañas de la discusión en torno a la legalización del aborto. Julia Sollberg, a propósito, agrega que “hoy un aborto está alrededor de mil dólares. ¿Quién tiene el recurso de pagar mil dólares? Hay un aspecto económico que no siempre se pone de relieve”.

Las falsas verdades corren a toda velocidad en tiempos de mensajes viralizados. Ante esa realidad, la Campaña planta bandera: “Nuestra batalla no está en Facebook. Salimos a dar batalla a quienes sabemos que realmente están perjudicando a una población”.

“En términos legislativos hacemos cabildeo dando los fundamentos y explicando por qué es necesaria una ley. Y una de las cosas básicas es no discutir con religiosos. El nivel de agresividad será mayor en la medida que la persona no tenga argumentos. Y hay que estar en la calle continuamente”, aseveró contundente Ferrero.

Uno de los puntos que plantea el proyecto de la Campaña establece que “el profesional debe ofrecer información”. Según Sollberg, esa indicación apunta a “a mitos como ‘te hacés un aborto y no vas a poder quedar embarazada nunca más’, lo cual es mentira. Es mucho más segura la práctica de un aborto bien hecho que parir. porque lleva mucho menos riesgos”. “Hay profesionales de la salud que a esto no lo informan”, indica la activista.

“Tampoco se dice que una vasectomía es una cuestión de minutos y que no produce ningún dolor –añade Ferrero–. Hay que insistir en las conserjerías y esto es control del Estado. Nosotras le podemos decir al médico ‘explícame’. Pero en sectores vulnerables, los médicos tienen una relación de poder. ¿Cómo hace una mujer para decirle ‘explicame’?”.

Resulta imprescindible correr la discusión del efecto traumático. “Todas conocemos a una amiga que abortó o la propia experiencia. Cuando una aborta lo que siente es un gran alivio y eso es más terapéutico que gestar en contra de la propia voluntad. Realizarse un aborto no es traumático. Sí es traumática una violación. La clandestinidad es traumática, no el aborto”, ilustraron.

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí