Foto: Mauricio Centurión

Los centros de atención primaria de la salud forjan día a día el camino de acceso a los derechos. Durante la pandemia, crean nuevas formas de intervención en cada barrio.

—El Camino Viejo a Esperanza, un poco lo que es Las Lomas: un camino con una esperanza vieja —dice Gladis, las manos en los bolsillos y la mirada al sur, donde la histórica calle de tierra separa Las Lomas del barrio Cabal.

En la esquina del Camino Viejo a Esperanza y Boneo está el centro de salud: las paredes altas y azules, con un cartelito descolorido. También una zanja y también basura. Adentro espera el equipo. Detrás de sus barbijos, las vecinas y vecinos miran, esperan.

No es tiempo de mates, pero en ronda, la palabra circula con el mismo calor, en idéntica complicidad. “El centro de salud tiene una mirada desde la salud comunitaria. La salud es un derecho y no un patrimonio, y su acceso se va construyendo”, define Lucía Schnidrig, la psicóloga del centro de salud. La acompañan sus compañeras Sandra Lezcano, Gladis Jara,  Candelaria Sánchez y Melania Pierini.

En la emergencia sanitaria, las organizaciones del barrio fueron las primeras en dar respuesta a las problemáticas que iban surgiendo, por ejemplo, las dificultades para sostener la cuarentena sin posibilidades de la changa diaria. “Todo fue una movida de mujeres -obvio- para armar la copa de leche de la comunidad”, empieza a contar Gladis, que integra la comunidad Qom de Las Lomas y hoy trabaja como traductora en el centro de salud.

“Tuvimos una situación en la que el cacique nos desautorizó a trabajar. Entonces nosotras buscamos la forma y encontramos el estatuto de la comunidad. Lo trabajamos con las chicas del centro de salud y con un abogado para que nos diga lo que está escrito. Ahí nos encontramos con que si el 20% + 1 de la comunidad se levanta, el cacique pierde la autoridad”, recuerda Gladis, la sonrisa cómplice.

Foto: Mauricio Centurión

“Como necesitamos la copa de leche, nosotras reunimos casi el 30% de las mujeres de la comunidad. Así logramos el merendero. Eso es el centro de salud: es abrir más allá de la noción de un registro médico a otros registros, otras experiencias. Otros caminos, otros saberes”, sintetiza.

“Este centro de salud, al ser la única institución del Estado en el barrio, recibe demandas muy variadas. Desde una cuestión asistencial a una internación de urgencia, desde venir a llorar los muertos a venir a dibujar, a sacarte una muela o a llamar al Registro Civil porque no llegó el documento. Ahí ves lo que es la salud”, agrega Candelaria, la trabajadora social. 900 familias acuden a esa puerta al Estado, de paredes altas y azules, con un cartelito descolorido.

Hace dos años, se hizo una actividad participativa con chicas y chicos de Las Lomas. Allí les invitaron a hacer un mapeo. La imagen mental coincidió: “el centro de salud es el corazón del barrio”. “Ese corazón es sostenido por trabajadoras y trabajadores. Nuestro laburo básicamente es resistir, y resistir con la comunidad”, afirman las entrevistadas.

Por la radio

Al sur de la ciudad, en el barrio Alfonso, el centro de salud Evita atiende aproximadamente a 7500 personas. Para llegar a la gente en tiempos de pandemia y aislamiento, desde el equipo grabaron spots radiales con información, que se difundieron por la FM Popular de Santa Rosa de Lima.

Foto: Mauricio Centurión

“El primer mes hubo mucha angustia. La gente estaba un poco desconcertada, tratamos de mantenernos en contacto a través de la radio del barrio. La pediatra conversó sobre medidas de prevención de accidentes en el hogar, ya que al estar más tiempo en casa, hubo un incremento de casos. También hablamos de la prevención del dengue, de alimentación saludable y actividad física en época de pandemia, y sobre signos de alarma a tener en cuenta en relación al Covid”, explica Adriana Cesoni, médica del centro de salud.

La enfermera Evangelina Blancato y la agente comunitaria Silvia Olmos también cuentan que salieron a poner vacunas a domicilio.

La importancia de la atención primaria radica en la cercanía: “La primera atención es acá. Al tener la historia clínica y familiar en el centro de salud, se sienten parte y hablan tranquilamente. Cuando van al hospital tienen que contar todo de nuevo. Acá es otra la llegada que se tiene con el personal”, explica Gina Picazzo, trabajadora social del Evita. “El primer nivel de atención es un eslabón fundamental, es quien conoce a la población. Sin esa intervención no podría funcionar el sistema”, considera Cesoni.

¿Qué es la salud?

La Organización Mundial de la Salud define a la salud como el “completo bienestar físico, mental y social”. Físico, mental y social. Tres palabras que quiebran sentidos en relación a la salud como el imperio del cuerpo, y que ligan el sufrimiento corporal a las condiciones históricas, a las injusticias, al hambre, al empobrecimiento, a la violencia de género.

Pensar la salud de esa manera puede ser el inicio para cuestionar los vínculos, las desigualdades, los derechos negados, las violencias (otra vez) físicas y simbólicas. También puede convertir a un centro de salud en el espacio donde imaginar otras realidades posibles y donde organizar colectivamente estrategias para alcanzarlas.

Para Gladis, “estar sanos significa que respeten nuestros derechos como pueblos originarios. Uno de esos derechos son las medicinas autóctonas que usamos dentro de la comunidad”.

“La medicina científica no es la respuesta a ciertas dolencias del cuerpo; las dolencias casi nunca son del cuerpo físicamente, sino espiritualmente”, explica.

Algunas mujeres de la comunidad Qom de Las Lomas y Santo Domingo son artesanas; otras, mamás que cuidan; otras, jefas de hogar. “La mujer sostiene todo: la cultura y la lengua materna. Ahora se está haciendo difícil… Estamos muriendo, como la tierra”,  piensa Gladis.

—¿Por qué?

—Por esto —la mujer apoya su dedo índice en la pantalla del celular—. Nos estamos integrando a otros ámbitos, por ejemplo en esta reunión, en el centro de salud, cuando vas a la avenida… Empezás sí o sí a hablar en castellano. Hasta en la escuela: te envían un cuaderno donde todo está en castellano, y te preguntás, si esa escuela es intercultural, ¿por qué no en mi idioma? Y es porque el mismo Estado tiene una estructura estricta de que todo tiene que ser en castellano. Por más que digamos “interculturalidad”, te encontrás con esa pared.

En marzo, otra mujer  que transitoriamente estaba en Las Lomas fue diagnosticada con Covid 19. Las trabajadoras del centro de salud señalan la estigmatización que sufrieron quienes viven en el barrio: “La persona que iba al hospital desde Las Lomas era hisopada, tuviera síntomas o no”. Para la médica Melania Pierini, fue una situación de violencia institucional, que “generó que las personas no quisieran consultar”.

Foto: Mauricio Centurión

“Muchas veces los protocolos para el Covid no tienen en cuenta que trabajamos desde la salud comunitaria. Por ejemplo: hay una señora que no se puede mover, y nosotras vamos a la casa. Y muchas veces para ser hisopada, una persona se tenía que mover hasta el centro de salud. Tampoco se tuvo en cuenta cómo se vive en comunidad. Entonces es importante poder introducir en los protocolos de intervención en Covid la mirada comunitaria”, cuestiona Lucía.

“La salud es un derecho social muy importante. Ahí entra la situación económica, las redes de apoyo familiares y sociales, la educación, el empleo; si los entornos son seguros, limpios. Todo esto hace que la persona pueda desarrollarse plenamente y tenga una mejor calidad de vida. Ese contexto debe ser cuidado y protegido para que la salud sea”, reflexiona Picazzo.

“Mi mirada de la salud es el vínculo: trabajo desde la amorosidad y para eso necesito la comunicación”, dice Pierini, que cuenta que nunca trabaja sin la presencia de las traductoras. La médica señala que, para trabajar en la interculturalidad, es fundamental la escucha y el respeto de las decisiones y el deseo de los otros y las otras. Su compañera Lucía agrega: “Pero con el amor no alcanza. Es importante habilitar que la atención primaria sea la puerta de acceso y no la única puerta”.

No puede pensarse la atención primaria sin la comunidad: esas salitas que son habitadas más allá del dolor de panza o de la gripe. Esos espacios que funcionan en red, donde les niñes pueden ir a dibujar o a ver títeres. Donde las mujeres pueden empezar a planificar su revolución. Donde les pibes pueden encontrar un espacio de contención. Donde la clave de todo es la escucha. La salud es la lucha contra la pared que menciona Gladis. Porque la salud será disfrute y será de todes, o no será.

La cuarentena en el barrio Las Lomas, en fotos

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