No termino de saber si los sueños son importantes. Siempre he intentado entender el por qué. Qué hace soñarnos, qué hace que soñemos.

Los sueños son fascinantes y hay un escaso consenso acerca de su origen y su función. Hay teorías que enfatizan el papel autónomo de estructuras cerebrales y consideran el soñar como un epifenómeno de sueño de movimiento ocular rápido (REM: Rapid Eye Movement) sin un significado que descifrar.

Otras teorías hablan de procesamiento emocional, la consolidación de la memoria o los roles evolutivos para preparar a las personas para afrontar las amenazas cuando estén despiertos. Los podríamos abordar desde el psicoanálisis, con un coach o en un viaje con peyote incluido.  Imagínese que durante la pandemia Ivo Cutzarida se recibió de coach y da consejos. Sí el mismo que nos decía: ‘’Al tipo que sale armado a robar hay que hacerlo mierda’’ hoy dispara: “estoy atendiendo consultas. El ser humano no tiene límites en las capacidades que puede desarrollar”. El covid da para todo.

Somos una ocurrencia en el barro del Tao. Alguna vez, Juan Ángel dijo: “capto por lo que cuenta que está tomado por una estructura que lo excede y lo toma de objeto, ahora me pregunto qué tiene ud. que ver con todo eso. En su sueño ud. vencía la inhibición acercándose al deseo que tanto lo angustia en la vigilia y qué tal si hace de la vigilia un sueño”. Digamos que no es sencillo, sobre todo cuando uno sueña pelotudeces. O para decirlo con más estilo, sueños de una mediocridad inconfesable.

Anoche soñé que Colón tenía de sponsor a Google en su camiseta. Un sábalo colorido de trazos globalizados con tintes centennials. Y me pregunté: ¿será Colón el club más buscado del mundo? Luego soñé que era parte de un equipo de realizadorxs audiovisuales que robaban bancos pero solo para filmar escenas de gran presupuesto que de otro modo serían imposibles. Una persecución por calle 25 de Mayo con una caravana de patrulleros es más realista si al menos se intenta un atraco.

En el cine por lo general los villanos asaltan bancos, casi desde los inicios del cinematógrafo. ¿No se le cruzó por la cabeza esa idea mientras espera su turno? Sentadito con su ticket en mano. F054. La pizarra no avanza. Y por un rato delira, cómo robaría este banco. Bueno, Darín en El Aura lo hace perfecto. El cine y los sueños son lo mismo. Me arriesgo a pensar que soñamos en color luego de la década del 30. Aunque puede ser que sigamos soñando en blanco y negro.

Hay una escena de Los lunes al sol, en donde el personaje comienza a leerle un cuento a su hijo antes de dormir: “Érase una vez un país en el que vivían una Cigarra y una Hormiga. La hormiga era hacendosa y trabajadora, y la cigarra no; le gustaba cantar y dormir mientras la hormiga hacía sus labores. Pasó el tiempo y la hormiga trabajó y trabajó todo el verano, ahorró cuanto pudo y en invierno la cigarra se moría de frío mientras la hormiga tenía de todo… ¡Que hija de puta la hormiga! La Cigarra llamó a la puerta de la Hormiga, que le dijo: “Cigarrita, cigarrita, si hubieras trabajado como yo, ahora no pasarías hambre ni frío…” ¡¡Y no le abrió la puerta!! ¿Quién ha escrito esto? Porque esto no es así: la hormiga ésta es una hija de la gran puta y una especuladora. Y además, aquí no dice por qué unos nacen cigarras y otros hormigas, y tampoco que si nacés cigarra estás jodido…”

¿Qué sueñan las cigarras? Mi último sueño fue un gran absurdo. Recibía un mensaje de mi planeta. Debíamos regresar. Tenía la misión de agrupar a todxs en el Parque Garay donde partiría nuestra nave. Yo me indignaba por la falta de puntualidad.

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