En la devastada Argentina de 2003, Néstor Kirchner le devolvió el sentido a la política como herramienta de transformación. Lo hizo integrando a vastos sectores sociales que por décadas habían sido marginados al momento de la toma de decisiones. Visto a la distancia, su gobierno acertó en ensanchar las bases y promover una pluralidad que, con el paso de los años, veríamos diluirse casi hasta desaparecer.

La llegada de Néstor Kirchner al poder fue un hecho disruptivo luego de la crisis de 2001-2002, una crisis de representación que tuvo origen en el menemismo y se extendió a través de los mandatos de Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde.

Mientras le dio centralidad a la política –acaso justamente por eso–, bajo su mandato se inició el último período de crecimiento económico de nuestro país, que se sostuvo hasta 2014 aunque trastabilló por momentos durante la crisis global de 2008-2009.

La política de derechos humanos, el desendeudamiento, la integración con otros países de la región, la reforma de la Corte y el salvataje a docentes y jubilados son algunos de los hitos que rescatamos de su gestión, hoy, a diez años de su muerte.

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