Magnética Sophia

Madame Rosa y Momo entablan un vínculo en el que se centra la trama “La vida ante sí”.

“La Loren” regresó de la mano de un melodrama para ratificar que es un mito del cine.

Momo es un niño senegalés, musulmán y huérfano que conoce muy bien las calles de Bari. Madame Rosa es judía, sobreviviente de Auschwitz​ y exprostituta. Uno sufre, la otra también. En sus diferencias y sus conflictos no dejan de reconocerse y construir una historia tierna y, por momentos, excesivamente, emotiva. Ambos son los personajes de “La vida ante sí” (La vita davanti a sé, Italia, 2020), la película que se destaca por el peculiar hecho que implica el retorno de la magnética Sophia Loren al cine.

Si bien la trama no deja de ser previsible y montarse sobre una estructura conocida, el rostro de la gran actriz italiana, con las arrugas de una mujer de 86 años, no deja de cautivar. Sus ojos y sus facciones se mantienen como uno de los íconos de la cinematografía del siglo XX. Y ese rasgo no decae en esta oportunidad. O quizás viene a reconsiderarlo en su vejez. Bajo la dirección de su hijo, Edoardo Ponti, Loren se pone en la piel de una mujer que acoge a niños sin hogar y que, por pedido de su médico, recibe a Momo. La relación entre ambos marca el hilo de la narración, que parte del encono y el recelo mutuo para llegar a un profundo afecto. En rigor, el melodrama está basado en una novela de Romain Gary que ya tuvo una versión fílmica en 1977 a través de la francesa “Madame Rosa”.

En esta ocasión, el director ilustra lo que ocurre en la Italia del sur con la inmigración, las carencias y el hostigamiento que padecen quienes llegan, la convivencia de diferentes religiones y culturas, así como la venta de drogas por parte de menores con modo de sobrevivencia. En ese contexto, el pequeño rebelde (estupendo debut de Ibrahima Gueye) es quien lleva la voz narrante en el lapso de unos seis meses en los atraviesa una transformación personal. La presencia de Madame Rosa es el disparador del cambio que ella misma pretende provocar, aunque busque disimularlo. Ella, por su parte, no puede evitar el peso de la ancianidad y sus efectos seniles.

El relato, a su vez, se consolida con los planos de la ciudad y la más que ponderable fotografía. De hecho, una de las escenas más conmovedoras encuentra a los protagonistas frente a “la paz” que suscita observar el amanecer de cara al puerto. Del mismo modo, la casa de Madame Rosa (junto a su iluminación) también es un elemento trascendente para la acción narrativa por el vínculo que los personajes entablan con el espacio. Así también, especial atención merecen los personajes secundarios, fundamentales para el sostén de la historia.

Lo que el realizador logra, en efecto, es una sensible mirada sobre la niñez, la vejez y todas las emociones que supone mirar la vida en los dos extremos: hacia delante y hacia atrás. En ese punto, Ponti apuesta al carisma de Loren sin dejar de acudir a la mística del cine italiano. Lo que logra no es sobresaliente, pero si atinado y preciso si la artífice es la gran Sophia.

Ficha técnica

La vida ante sí (La vita davanti a sé, Italia, 2020).

Director: Edoardo Ponti.

Guión: Edoardo Ponti, Ugo Chiti, Fabio Natale (basado en la novela de Romain Gary).

Fotografía: Angus Hudson.

Montaje: Jacopo Quadri.

Elenco: Sophia Loren, Ibrahima Gueye, Renato Carpentieri, Abril Zamora, Babak Karimi.

Duración: 94 minutos.

Disponible en Netflix.

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