Traslasierra, Valle de Punilla y más: las sierras de Córdoba son un lugar tradicional para pasar las vacaciones de invierno y verano. Aquí, un relato que va desde Villa Carlos Paz a la Quebrada de Condorito, ida y vuelta.
Por Juan Pablo Gauna
Subiendo desde la pampa húmeda por las rutas argentinas mediterráneas se llega a las sierras de Córdoba. El ascenso se inicia, las más de las veces, desde Villa Carlos Paz, incrementando los metros sobre el nivel del mar según a qué zona serrana nos dirijamos, ellas pueden ser: las Sierras Grandes, las Sierras de Pocho, las Sierras del Norte o las Sierras del Sur.
Elegimos el Camino de las Altas Cumbres, el cual propone un recorrido que comunica varias ciudades de la provincia de Córdoba con Traslasierra. El trazado vial tiene forma serpenteante y alterna subidas y bajadas, contando con miradores naturales, que ofrecen postales de las sierras mezcladas entre las nubes y la iluminación natural, con sus juegos de luces y sombras que se recuestan sobre las tierras onduladas. La naturaleza en toda su expresión, regala un paisaje de amplitud, con cóndores que sobrevuelan los aires, provenientes del Parque Nacional Quebrada del Condorito. La piedra predomina por sobre la vegetación baja, regalando saltos de agua con forma de cascada.
Atravesamos el sistema montañoso central entre las Sierras Grandes y las de Comechingones, avanzando entre turistas y viajeros, que se trasladan en grandes motos, autos particulares ―algunos de ellos con portaequipajes recargados―, camionetas y casas rodantes. Los curiosos se detienen en los diversos miradores, para respirar el aire puro, tomar fotografías y realizar caminatas improvisadas; y en los paradores de ruta degustan productos regionales, beben algún trago espirituoso, y completan su tentempié para seguir camino.
El ascenso se percibe por la sensación de tener los oídos tapados. Una vez arribados al Parque Nacional Quebrada del Condorito nos encontramos entremedio de las nubes. Por este motivo se suspenden los recorridos por su circuito, ya que las tormentas repentinas y la profusión de fuertes vientos pueden poner en riesgo a los visitantes. Nos conformamos con apreciar la sensación de inmensidad que transmite el lugar, respirar un aire que parece hechizar y divisar cóndores en un armónico planeo ―estas aves se desplazan siguiendo las corrientes de aire, prácticamente sin aletear.
Retrocedemos camino rumbo a Villa Carlos Paz para descansar y planificar nuestro próximo ascenso. La Villa ofrece una vida urbana que hace de contrapeso al marco natural en el que se enclava. Circulación de visitantes, comercios para un público variado y la oferta cultural, hacen de la ciudad cordobesa uno de los destinos turísticos más frecuentados de Argentina ―alcanzando picos de 1 millón de visitas al año. La cartelera teatral, los espacios de entretenimiento y la gastronomía marcan el pulso de las noches, donde ningún visitante deja de sorprenderse.
Emprendemos la marcha hacia el Cerro de la Cruz, el cual presenta un sendero de baja dificultad y un mirador de la Villa privilegiado. Decidimos ascender con la ayuda de bastones rústicos que se ofrecen en el ingreso al cerro y atendemos a las instrucciones básicas para llevar adelante el trekking de altura. La vestimenta apropiada es clave, requiriendo calzado antideslizante, gorro para el sol y prendas cómodas. Atravesamos los 14 tramos del sendero entre la vegetación, escalones naturales de piedra y miradores con bancos para descansar.
Una vez en las alturas, respiramos el aire fresco y apreciamos la inmensidad del paisaje. Las escenas conmovedoras se suceden, ya que, para muchos visitantes, hacer cima es todo un logro, o remite a promesas que se cumplen completando este camino. Grupos de amigos, especialistas en escalada, personas solitarias, familias y variedad de aventureros realizan este ascenso. La vista del Lago San Roque es privilegiada, mientras que el paisaje va mutando según la inclinación de sol, la rotación de las nubes y el deambular del viento. Los esfuerzos por inmortalizar la escena se suceden al pie de una imponente cruz emplazada en ese sitio emblemático de la zona.
Nos trasladamos hacia Tanti, una pequeña localidad ubicada en el sector sudoeste del Valle de Punilla, a 865 metros sobre el nivel del mar. Allí realizamos un recorrido improvisado, bordeando el arroyo Cerco de la Quebrada y apreciamos el ecosistema del lugar, con vegetación entre las piedras, fauna de tamaño pequeño y con un paisaje cimbreante y zigzagueante. Aves, insectos y reptiles llaman nuestra atención. Nos guiamos por la orientación del sol y la indicación de un lugareño. Para avanzar en suelo resbaloso utilizamos ramas como bastones y calzado especial. Ascendemos y llegamos hasta El Diquecito, donde se encuentra la cascada de Tanti, un espacio de contemplación y de conexión con el ambiente.

Superamos el vértigo de atravesar una cornisa y seguimos ascendiendo por el arroyo Tanti. Nos dirigimos un kilómetro río arriba rumbo a Piedras Lisas. Los senderos son rústicos y borrosos, donde se requiere escalar, atravesar pequeños bosques, sumergirse por arroyos para continuar camino y mantener la calma para no perder el rumbo. Este trekking finaliza arribando al Pozo del Indio, un ámbito mágico, donde en temporada de calor se presta para el salto desde la altura y una caída en el agua helada, y con 7 metros de profundidad. El lugar convoca a pequeñas rondas de visitantes, donde se intercala el registro de imágenes, con mates y la contemplación.
Realizamos el descenso reconfortados por la paz serrana, haciendo paradas para recobrar el aliento e hidratarnos y procesar la belleza del recorrido. Finalizamos el paseo recorriendo la feria de artesanos céntrica y reposando en el balneario Sans Souci. Saludamos a las aguas cristalinas, a los picos que se entremezclan con las nubes y desandamos camino hacia la planicie de la extensa Argentina.







