¿Quién es tu nuevo amor, tu nueva ocupación, tu misterioso alguien?

Tu misterioso alguien

No es raro por estos días que se viralice o se llene de reproducciones una canción que fuera publicada hace mucho tiempo. Cada tanto hay cosas que logran romper con el algoritmo, con la primera pared con la que nos topamos todos los días a la hora de elegir que vamos a consumir. Spoiler alert: esa es una fantasía, cada vez elegimos menos qué vamos a consumir. O nos parece que elegimos, pero en realidad esa elección está maquillada, inducida, filtrada por las opiniones de 349 personas que nos hablaron de algo antes de que siquiera le pongamos play. Es spoileada por las propias productoras, que antes de sacar una serie, comienzan uno o dos años antes a llenarte de trailers, de fotos, de adelantos. Hasta las canciones tienen trailers hoy en día. Un tema de 3 minutos se estrena y vos ya escuchaste casi el 80% de lo que va a decir. tu misterioso alguien

En las últimas semanas, el fenómeno ha sido la canción Tu misterioso alguien, de Miranda!. Me considero mirandera de la primera época. Soy de esas chicas que entramos al pop argentino a través de las canciones de Ale Sergi, Juliana Gattas y compañía. Y en mi top tres de canciones más alucinantes, solo debajo de la marcha de San Lorenzo, aparece Don, esa que quizás muchos ya se cansaron de escuchar, pero que para mí es el sonido indiscutido de mis primeros años de libertad adolescente. Por esas épocas escuchar Miranda! era o de minita o de puto. El término minita se usaba, claro, peyorativamente. Miranda! no era rock, aunque no pretendía serlo, pero eso era lo que opinaban de la banda de los detractores. Todos varones. Todos más grandes. Todos fanáticos de un mundo rock que fallecía lentamente, y que miraban para todos lados sin saber adónde ir. Ese es tema para otro día.

Volviendo a los fenómenos virales, hace unos meses o quizás hace unos años (el tiempo en esta época de Milei se me pasa de manera medio rara) se había viralizado también una canción de los Manseros Santiagueños, y la conocida "Gata bajo la lluvia" de Rocío Durcal. A veces lo que se viraliza es un fragmento de un tema de tango, de una canción de los primeros años de Calamaro, de algo que le habla a esta generación sin hablarle. Me recuerda a la sonda Voyager, perdida flotando lejana a cientos de miles de años luz de distancia, y de la que solo nos llega un eco cada tanto para interpelarnos. Creo que de las viejas canciones lo que siempre nos gusta en realidad es la letra, y aunque me cuesta decir que Tu Misterioso Alguien de Miranda sea una vieja canción, pero es vieja porque habla de un dolor que para los millennials seguía siendo palpable, y que después se volvió inaudito. Habla del rechazo, habla de ver cómo la persona que te quiere se desenamora de vos, pero sobre todo habla del misterio. Algo que las nuevas generaciones prácticamente no conocen.

Esta semana, sin ir más lejos, una de las tramas que invadió la televisión durante breves horas (antes de que descubramos que la hermana del presidente se queda con plata de los sobreprecios de los medicamentos para discapacitados) tuvo que ver precisamente con una infidelidad. Con el misterio que significa a veces darte cuenta que la persona amada ya no está enganchada (palabra que creo que denota que tengo más de treinta años, porque no sé si se sigue usando). La trama entre Gimena Accardi y Nico Vázquez, de la que muchos terminamos aprendiendo casi forzosamente, trajo nuevamente a colación y debate el viejo tópico de la fidelidad. Vázquez y Accardi, además, formaban parte de ese pequeño grupo de parejas de la farándula al que todo el mundo heterosexual tiene como metas, o como dirían ahora las chicas, goals. Se repitió de vuelta hasta el hartazgo esta frase de que, si esta pareja no funciona, como parece que finalmente no funcionó, no se puede creer más en el amor. Tiene sentido. Salieron del mundo Chris Morena, se "enamoraron" en medio de la filmación de una serie en donde él ya era casado y engañaba a su esposa con Accardi, pero esa fue la parte de la trama que todas y todos elegimos más adelante olvidar. Con esto no estoy haciendo una valoración moral. Estoy contando lo lejos que puede llegar cierto sector del pueblo argentino a fingir demencia, como también nos gusta decir hoy en día.

Sobre la trama de Nico y Gimena, sobre su separación, sus infidelidades cruzadas, hay un cierto halo del misterio que es, más que nada, una sensación. Es algo que solamente permite la lejanía: el hecho de que estamos a años luz de toda esa gente, aunque nos guste pensar que están cerca. Aunque los veamos como parte de nuestras familias, de nuestros grupos de amigos. En la vida cotidiana las tramas de romance, de sexo, de vínculos, de infidelidades, se dan de forma mucho más descarnada y al aire libre. A mí me gusta hablar de esto como una suerte de vínculos por catálogo. Como si acaso la forma en la que nos acercamos al otro tuviera más que ver con la forma en la que elegimos una película de Netflix que otra cosa. Eso nos aleja mucho del misterio y nos aleja muchísimo (o pretende hacerlo) del peor de todos nuestros males: el dolor, la desilusión. El estar sentados como Ale Sergi en la cocina de tu casa mirando a tu compañera pensando "¿qué le está pasando a esta? ¿Quién será el tipo que ahora le mueve la estantería?".

No sé si ustedes alguna vez han pensado la cantidad de palabras que nos han entrado en el vocabulario en los últimos años para ponerle nombre a las cosas que ocurrieron toda la vida pero que ahora vienen en formato digital y mucho más lejanas, indoloras, a veces insípidas. Hablamos de matchear, algo que sacamos de las redes sociales como Tinder, para cuando dos personas tienen química entre ellas o se gustan. Hablamos de stalkear cuando lo que queremos hacer es juntar información sobre alguien y nos ponemos a revisar minuciosamente sus redes sociales, a qué le pone y a qué no le pone me gusta, con quién se sigue, con quién no, a quién etiqueta, cuáles son sus círculos, sus intereses. Hablamos de ghosting cuando alguien de un momento para el otro deja de respondernos los mensajes; como si el Paz Martínez no hubiera escrito hace décadas esa magnífica obra que es "Un lágrima sobre el teléfono" o como si Sbarra no tuviera ríos de tinta publicados al respecto. Incluso en el mundo de las app de citas las descripciones de las personas se parecen más a las de una película de Netflix, a un cuento que te están queriendo vender, que es lo que quizás en otro momento conseguías sentándote con alguien a tomar un vermouth. Y lo más gracioso de esas aplicaciones es que vos te enterás cuando le gustas a alguien, pero no te enterás de los cientos de miles de personas a los que no les gustas. Es decir, te protegen de ese dolor. Cuantificamos en redes sociales lo que hacemos, lo que mostramos, lo que somos, en base a likes, a comentarios, a respuestas. Estamos todo el tiempo buscando del otro lado validación porque es una forma de corrernos de lo que más nos duele: de la idea de que hay personas a las que simplemente no les gustamos, y de que a veces no hay mucho para hacer la respecto.

Y así como nos parece que terminamos eligiendo música, canciones y comida basandonos en lo que tenemos ganas de hacer y no en lo que inconscientemente durante meses nos estuvieron metiendo en la cabeza, también un poco eso hacemos a veces con los vínculos. Con nuestros amigos, con nuestros primos, con nuestros compañeros de trabajo, con cualquiera que se pase por nuestra vida y empiece a formar parte también de esa burbuja digital, de ese mercado de acciones del afecto, de ese Wall Street del querer.

Quiero volver a la grandeza de Ale Sergi y Juliana Gattas. Quiero volver a la letra de ese temazo que es Tu misterioso alguien. Es muy fácil hoy en día enterarte, como probablemente se enteró Nico Vázquez o como nos podemos enterar nosotros si empezamos a investigar, quién es el misterioso alguien de alguien, valga la redundancia. Va dejando una estela el comportamiento digital. Es casi tan apasionante como la excursión del Conicet y requiere a veces de ese nivel de precisión. Hay gente muy obsesiva, muy tóxica, para ponerlo en términos también de generación Z, que se especializa en esto. Sin embargo, no dejo de pensar que en el fondo también todo eso un poco nos duele o que en todo caso no estamos sabiendo cómo canalizar ese dolor. De ahí el furor por los Manseros o los primeros años de Miranda. Nadie de nuestras generaciones nos está hablando de eso. Todos los contenidos de la música, las series, las películas, están hipersexualizados, llenos de gente que se quiere y se tiene ganas, de gente multimillonaria que anda filmando historias que parecen básicamente una película de Garry Marshall si a Garry Marshall lo hubieran producido los narcotraficantes. En el fondo no nos representa o nos representa un rato, pero no cuando nos ataca ese pequeño dolor cotidiano, ese rechazo. Esa herida que tan gráficamente Alejandro Sergi describe como una tercera persona a la que "ocultaste todo este tiempo para no matarme". Porque Ale lo sabe y lo sabemos todos: hace 10, hace 20 o hace 100 años todas y todos preferimos no enterarnos si de pronto existe alguien mejor que nosotros.

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