234 personas viven en Tristán de Acuña, una isla ubicada en el Océano Atlántico, justo entre medio de América y África, a más de 2000 kilómetros de cualquier otro lugar habitado. ¿Su gentilicio? Tristones.
Tristán de Acuña, una isla ubicada en el Océano Atlántico, es el lugar habitado más remoto del mundo. Es un puntito en el mapa, justo entre medio de América y África, y, como casi todas las islas del mundo, es británica. El lugar habitado más cercano es otra isla, solo un poquito más grande: Santa Elena, famosa por haber sido el último hogar de Napoleón, que queda a 2173 kilómetros.
El punto continental más cercano de Tristán de Acuña está en el sur de Angola, pero la principal conexión es Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, a más de 2800 kilómetros, desde donde, seis veces por año, salen barcos que tardan hasta 20 días en llegar. La otra opción es el SA Agulhas, la vía rápida, que tarda 6 días, pero zarpa solo una vez al año.
Es casi el único contacto de Tristán de Acuña con el resto del mundo, además de algún que otro crucero que vuelve de la Antártida y se detiene de paso, como quien para a comprar unos salamines en el Camino de las Altas Cumbres. Las características de la isla, rodeada por escarpadas barrancas de más de 600 metros, vuelven imposible el aterrizaje de los aviones.
232 personas viven en Edimburgo de los Siete Mares, la capital de Tristán de Acuña. O, mejor dicho, 270 tristones: sí, ese es su gentilicio. La mayoría son familia, ya que debido al grado de aislamiento y la endogamia, solo hay once apellidos en la isla, y ocho se reparten entre 229 de los 232 habitantes: Glass, Green, Hagan, Lavarello, Repetto, Rogers, Squibb y Swain.
La página web oficial de Tristán de Acuña lleva un recuento actualizado de su población en tiempo real. Allí también se pueden consultar vacantes laborales, aunque por el momento no hay ninguna.
Las tierras no se pueden comprar ni vender, porque son de propiedad comunitaria. En ellas se crían ovejas y se cultivan papas, que junto con la pesca de langostas y la venta de sellos representan casi la totalidad de la actividad económica de la isla.
Tristán de Acuña es la isla principal de un archipiélago volcánico que lleva el mismo nombre y del que forman parte otras islas, como las Nightingale, la Isla Inaccesible y la escarpada Isla Gough, donde Sudáfrica tiene una estación meteorológica.
En el centro de la isla hay un volcán que erupcionó en 1961, y que provocó que los pobladores tuvieran que ser evacuados y llevados hasta Inglaterra, donde varios murieron al contagiarse gripe. Dos años después, la mayoría decidió regresar a la isla, aunque algunos, como esta adolescente, desearían haberse quedado en Inglaterra. En el cráter del volcán, hay un lago con forma de corazón.
Tristán de Acuña cuenta con una cafetería, un salón para eventos sociales, una oficina de correos y un pub llamado The Albatross. También hay un hospital y una escuela, muy pequeños ambos. "A menos que abandones la isla, pronto te darás cuenta de que las personas con las que vas a la escuela serán las mismas con las que vivirás por el resto de tu vida", explicó Alasdair Wyllie a la BBC.
Durante la pandemia, si bien el COVID-19 no llegó a la isla, la interrupción de los barcos desde Sudáfrica provocó que Tristán de Acuña se quedara sin frutas y verduras durante un buen tiempo. Pero, por otro lado, gracias a la pandemia nació un bebé en la isla por primera vez en años: las mujeres suelen viajar a Sudáfrica para evitar complicaciones en el parto, pero en ese contexto era imposible.
Los tristones ya estaban acostumbrados: en la isla viven, literalmente, aislados. Sus días pasan, entre la pesca y el whisky: en promedio, cada habitante toma alrededor de cincuenta litros por año. Harold Green definió la vida en Tristán de Acuña de la siguiente manera: “Es tan silencioso que se puede oír crecer el pasto”.


