En 48 horas, Javier Milei tendrá una bilateral con Donald Trump para obtener fondos frescos, hipotecar el país y sostener su fantasmal ancla cambiaria. ¿Qué entrega a cambio? ¿Cómo se puede frenar? ¿Para qué está la oposición?
Si bien era más que previsible –se trataba de la última carta en el mazo para jugar y la está jugando– estamos ante una urgencia histórica de magnitud insospechada. En dos días, el mercachifle falluto de autos usados que tenemos de presidente, gritón destemplado, bolacero según la ocasión, se apresta a humillar la investidura, el país y su historia sentándose en las rodillas del viejo fascista y violador que es presidente de Estados Unidos para venderle algo, no se sabe qué pero se puede intuir, a cambio de un inédito envío directo de dólares desde el Estado yanqui para sostener la fantasía del ancla cambiaria del modelo libertario.
Lo único falso del párrafo anterior es que Javier Milei haya ejercido alguna vez el esforzado oficio de vender autos usados.
El encuentro bilateral con Donald Trump fue confirmado por el gobierno, en el marco de la Asamblea anual de la ONU. Los rumores sobre el monto de dinero en negociación oscilan entre los 10 mil millones de dólares y los 30 mil millones, según Infobae. Más allá del escándalo de la cifra, se desconoce qué ofrecería Milei de Argentina. El gobierno estadounidense, a través del Comando Sur, expresó en repetidas ocasiones cuál es su interés en la región: tierras raras –litio, puntualmente–, bases militares y disolución de la relación con China. En resumen, con tal de mantener el dólar barato nuestro presidente es capaz de entregar parte del país a la ocupación de la principal fuerza imperial militar del planeta, que está arañando como gato panza arriba ante el ascenso, inevitable y final, de la asiática potencia global del siglo XXI.
Un modelo que sólo garantiza la entrega
Los voceros de los libertarios salieron a festejar la noticia, como hiciera el gobierno de Alianza con el Blindaje, a comienzos de 2001. Así terminó después la cosa.
El modelo de Milei es el tercer avatar del modelo que José Alfredo Martínez de Hoz instauró en Argentina. Por supuesto, tiene sus matices, que en ningún caso son diferencias cualitativas que permitan una verdadera distinción. Los gatos de distintos colores son gatos.
Esta vez, el ministro de Economía, Luis Caputo, inauguró su gestión con una devaluación sólo comparable con el Rodrigazo. La inflación se disparó, porque todavía había demanda solvente y los empresarios concentrados lo sabían y la levantaron en pala, y en un semestre el dólar ya estaba de nuevo en su valor real anterior, pero con la demanda pulverizada. Ahí comenzó el plan platita para los ricos, cuyo nombre es dólar barato y cuya estrategia de valorización se llama bicicleta financiera.
Caputo se fumó, en una enumeración no tan exhaustiva, la cosecha 2023-2024, muy superior a la de la sequía histórica sufrida en los últimos dos años del gobierno del Frente de Todos, un blanqueo formidable, donde entraron dólares más sucios que una papa, la muy buena cosecha 2024-2025, el primer superávit energético legado por el Gasoducto Néstor Kirchner y, arriba de eso, un nuevo préstamo del FMI.
Poca siempre es la merca cuando el sol nunca sale. Con ese torrente de dólares, Caputo financió la liberación de importaciones y la salida masiva de argentinos a vacacionar en el exterior. El experimento es reprochable hasta por su frivolidad. Vamos al FMI con tal de tener un par de años de Shein y Florianópolis.
Y lo mismo va a seguir pasando con cualquier deuda nueva que tome el país. Se va a ir por la misma canaleta. Por eso no tiene ningún sentido.
Claro está, el reverso es, lisa y llanamente, una nueva devaluación, cuyo techo se desconoce y cuyas consecuencias quizá sean más parecidas a las de 2002 que a las de 2024. Allá lejos, cuando la Convertibilidad se disolvió, el salto del dólar no tuvo un pase tan fuerte a los precios como los que se sucedieron luego, durante todo el siglo XXI. ¿Por qué? Porque la demanda estaba tan ferozmente deprimida que no había con qué pagar un salto a precios. ¿Qué pasó entonces? Las empresas absorbieron los costos hasta donde pudieron, lo que equivale a decir que quebraron en masa. El final del modelo libertario también ya sucedió y se llama desguace y desempleo.
Actuar ya
La noticia de un nuevo endeudamiento obliga a la oposición a estar a la altura, si realmente es oposición. Octubre está demasiado lejos y seguir falopeando a la economía no tiene ningún sentido. Es hipotecar la casa para que unos pocos puedan comprar pavaditas e irse de vacaciones.
Hay una herramienta legislativa, la Ley Guzmán, que el propio gobierno acató a medias cuando el DNU de endeudamiento con el FMI de este año tuvo que ser tratado en el Congreso (con resultado favorable, gracias al colaboracionismo que ahora se hace el distraído). Sin embargo, guardarse para el debate parlamentario también es demasiado riesgoso.
El 28 de abril de este año, el gobernador Axel Kicillof envió una carta formal al FMI advirtiendo que su titular, Kristalina Georgieva, se estaba inmiscuyendo en las elecciones locales al expresar su apoyo a La Libertad Avanza de forma explícita en su discurso, además de portar un pin de motosierra sobre su traje. Kicillof solicitó una rectificación o una eventual investigación para que la funcionaria sea removida.
Acabo de enviar una carta al Directorio Ejecutivo del FMI exigiendo una investigación sobre la conducta de Kristalina Georgieva. Con sus declaraciones sobre las elecciones argentinas y su apoyo explícito al oficialismo, violó el reglamento del Fondo y su deber de imparcialidad.… pic.twitter.com/mnHkvxADrQ
— Axel Kicillof (@Kicillofok) April 28, 2025
Fue apenas un gesto, pero también fue una clara advertencia. Es necesario que los argentinos nos tomemos nuestro país en serio. Esa advertencia indicaba que, en el futuro, el pago de ese préstamo iba a ser cuestionado.
Mucho se ha insistido en la necesidad de “tres o cuatro grandes acuerdos” entre “los argentinos”. Ciertos intereses ponen en el centro de esos acuerdos la responsabilidad fiscal, a cualquier costo, sobre todo si ese costo no es impuestos a los ricos sino ingresos para los jubilados. Sus voceros son los que hoy miran al otro lado ante el derrumbe del modelo libertario. Se hacen los otarios los pares y profanos que ponderaban el “orden macroeconómico” de un modelo de entrega y subdesarrollo.
Quizá es más importante llegar al acuerdo, justamente, de que el país sólo puede tomar deuda externa para financiar infraestructura. O dicho de otro modo, que no puede endeudarse en moneda dura para financiar política cambiaria o, peor aún, gasto corriente en pesos.
El primer paso para ese acuerdo debería ser un pronunciamiento conjunto y total del todo el arco partidario opositor que le haga saber a la Embajada que el país no va a admitir más deuda externa para sostener el vaciamiento y las pocas chances electorales libertarias. El FIT, Fuerza Patria y Provincias Unidas. Los dos primeros ya están zapateando, faltan los últimos. Y falta que el pronunciamiento sea claro: esa deuda con el Tesoro yanqui no se va admitir ni reconocer.
Qué ilusión, ¿no? Todos sabemos ya que los “grandes acuerdos” no son producto de la razón, sino de la claudicación de una fuerza ante las imposiciones de otra, ganadora. Quizá el mero hecho de plantear este deseo sirva para poner en blanco sobre negro el quién es quién de este momento.








