¿Fue un engaño o hubo reculada? El presidente Javier Milei prometió una recorrida por la peatonal pero apenas pudo caminar unos pasos desde el Hotel Los Silos hasta su coche, rodeado de militantes libertarios que vinieron de toda la provincia, mientras la Prefectura lo resguardó de la furia de una importante manifestación de repudio.

–¡Cristian Aguirre, loco, soy un obrero de la construcción, hermano! –gritaba un manifestante con la boca llena de espuma y la rodilla de un prefecto aplastándole el cráneo.

–¡Jajaja, míralo al kuka, robale la gorrita! –bromeó exultante un gringo cuello de forward, apenas a un metro.

Todo duró menos de dos horas. Los datos de la visita circulaban desde el jueves. A las 11:30 del sábado 4 de octubre en el corazón de la peatonal de Santa Fe, Mendoza y San Martín, iba a estar Milei. ¿Cómo no ir a tirarle papas fritas, preguntarle por su perro muerto, cantarle “La Patria no se vende” y recordarle que Karina es alta coimera?

El punto generaba sospechas por las calles muy angostas para evacuar y por el aviso demasiado anticipado. Apenas comenzó la mañana se largó la primera bomba de humo: la llegada se había adelantado a las 10:00. Rápidamente fluyeron los avisos por Whatsapp y la manifestación de repudio se apresuró a convocarse a una cuadra, Mendoza y San Gerónimo. En la partida estuvieron exclusivamente las fuerzas de la izquierda: MST, PCR, Política Obrera, por nombrar las más conocidas.

Al rato el primer truco quedó expuesto. El avión de Milei recién estaba aproximándose al aeropuerto de Sauce Viejo cerca de las 11:00. Al mismo tiempo, en el punto preciso de encuentro, confluían los sueltos, sin orgánica y enardecidos. Había un gazebo y cuatro o cinco familias libertarias, con niños. Alguno llevó el disfraz de motosierra y hasta había circulación de bebidas energizantes. Nada más. No había barras con redoblantes, como sí hubo en el acto de Karina Milei, ni los habituales colectivos que movilizan desde el interior de la provincia. Nada. La presencia de fuerzas de seguridad en la peatonal era llamativamente escasa. Había no más de 10 gendarmes mal pertrechados y algunos policías.

Quizás los libertarios en el gazebo no sabían que el presidente los estaba usando de señuelo. Una hora después haría lo mismo tras su huida de Los Silos.

Hubo una podrida, rápida y breve. Tras los cantos habituales, antes de las 11:30, el gazebo cayó ante la furia los manifestantes. “Fuera, fuera, fuera fachos, fuera”, se gritaba. Los libertarios estaban muy asustados, una mujer preguntaba con la mirada extraviada “¿Dónde está la policía?”. Seguridad sobraba, pero a unos 600 metros, en el puerto de Santa Fe. El rumor empezó a circular y la manifestación comenzó a desplazarse, desorganizada, hacia la zona más excluyente de la ciudad, en busca de poder putear a Milei de cerca.

Hacia el puerto

Los primeros en llegar fueron los sueltos, que quedaron mano a mano con la verdadera concentración oficialista. Desde toda la provincia –los colectivos estaban en las inmediaciones– los libertarios fueron al Hotel Los Silos. Eran no más de 300 esperando a que Milei saliera a la puerta.

La Prefectura Naval fue sorprendida. Un centenar de manifestantes de repudio logaron llegar al playón de estacionamiento. Al rato se armó el cerco y las organizaciones de izquierda quedaron afuera. Adentro, bajo un sol de 29ºC, todo era inorgánico. Incluso, la organización libertaria. El corralito era mínimo y el auto del presidente quedó en medio de sus adherentes. En el trayecto que recorrió Milei de la puerta del hotel al auto hubo aplastamientos. El presidente tenía sus cuatro camperas.

La escena final fue de huida. El presidente llegó al auto, que salió disparado entre los insultos de los manifestantes, que le corrían al lado. La Prefectura Naval reprimió, metió un par de pecheos con el escudo y detuvo a una mujer y dos hombres. Una vez afuera del puerto y sin protección de los uniformados, los libertarios tuvieron que atravesar la manifestación de repudio, no hubo incidentes mayores. Sin embargo, hay que decirlo, también fueron abandonados a su suerte.

La era de la motosierra nos está despedazando a todos de a poco. A quienes estuvimos en la manifestación de repudio y a quienes fueron a vitorear al presidente porque sabía dónde iba a estar realmente, cobijado por las fuerzas federales. Cuando el dólar se vaya a las nubes antes de que comience noviembre, quién sabe ya si antes o después de la elección, quizá se termine el último rastro de confianza en un presidente cagón que entrega hasta a sus militantes.

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