Sin Patrón es un proyecto de entrevistas a protagonistas del mundo de las cooperativas y mutuales. Hoy conocemos a Tau, de Rosario, empresa líder en gestión y reciclado de residuos electrónicos en todo el país.

El Congreso Internacional “Las cooperativas construyen un mundo mejor” tuvo lugar en Santa Fe en el Año Internacional de las Cooperativas, y contó con la presencia de 120 stands de cooperativas, mutuales, Agencias para el Desarrollo y universidades.

La finalidad del Congreso, organizado por la Secretaría Provincial de Cooperativas, Mutuales y Emprendedurismo, fue visibilizar el rol que ocupan las cooperativas en la promoción del progreso económico y social, y de las formas en que el Estado puede apoyar el desarrollo cooperativo.

En ese marco se gestó Sin Patrón, un proyecto periodístico de entrevistas a protagonistas del mundo de las cooperativas y mutuales llevado a cabo por Pausa. En esta ocasión dialogamos con Constanza Funes y Lucas Fernández, de la Cooperativa de Trabajo Tau Limitada, empresa líder en gestión y reciclado de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) en todo el país.

—Qué servicio tan actual, ¿no? Creo que quienes nos están viendo o escuchando seguramente pensaron en todos esos residuos electrónicos que están dando vueltas en nuestra casa y con los que nunca sabemos qué hacer.

—C.F.: Sí, es una tarea pedagógica diaria recibir consultas de "¿qué hago con este tipo de residuo?", tanto de ciudadanos como de instituciones, escuelas, municipios, comunas, sobre todo en Santa Fe, donde hay pocas instituciones o empresas que se dediquen a la gestión correcta de este tipo de residuos, que tienen que tener un tratamiento diferenciado al resto. Tienen que ser recepcionados en un lugar correcto para su disposición, mucha gente no lo sabe, a veces terminan en los contenedores mezclados con otro tipo de residuos y ahí surge el problema que es la contaminación, porque en su composición este tipo de residuos tiene mucho que es peligroso, entonces sí o sí se les tiene que dar un tratamiento correcto. Si bien la cooperativa nace en 2022, desde 2019 que tenemos una planta única en su tipo en dedicarse al reciclado y al reacondicionamiento de equipos informáticos. Dentro de los RAEE, si bien hay un montón de categorías, trabajamos con dos, que son informáticos y de comunicaciones, que es en su mayoría CPUs, notebooks, telefonía, cámaras, lo que mayormente tiene cualquier persona en su casa. El recambio tecnológico hace que cada vez haya más: la demanda está, el tema es qué hacemos, cómo se disponen y darles un tratamiento correcto, obviamente pagando por ese servicio, porque es un trabajo que hacemos a diario y tiene que ser remunerado, como trabajadores.

—¿Cuál es la respuesta que viene a traer la cooperativa a esta demanda de qué hacemos con los celulares que cada dos o tres años los estamos cambiando? ¿Ustedes trabajan con personas individuales o con empresas?

—C.F.: Somos una cooperativa autogestiva, trabajamos con instituciones, empresas, municipios y comunas que pueden pagar el servicio. Hacemos convenios con universidades como la UNR, la UCA o la UTN, que nos han acompañado también en el proceso de la instalación de la planta. La planta nació a través de la Asociación Civil Nodo Tau, que nos apadrinó durante todos estos años y que este año cumple 30 años en acercar el uso de las tecnologías a comunidades vulnerables. Nodo Tau se dedicaba a acondicionar equipos que se donaban desde empresas y los cedían en uso a instituciones, y mucho de lo que recibían como donación de buena fe era prácticamente residuo, entonces, como no había un lugar para disponerlo, se creó esta planta de manera autogestiva, por la organización en conjunto con otras organizaciones ambientales, organismos del Estado y programas de inclusión sociolaboral. Se creó la planta con un grupo de jóvenes del barrio Ludueña. Ese era también un objetivo, darle solución a una problemática concreta, crear empleo juvenil y seguir disponiendo equipamiento para uso comunitario. Por eso decimos que es una empresa de triple impacto en lo ambiental, en lo económico y en lo social.

—¿Cuántas personas trabajan y cuántas son asociadas? ¿Cómo es un día a día en la cooperativa?

—L.F.: En la cooperativa somos diez socios. La planta se divide en dos sectores: la parte de reciclado, en la que todo el equipo que ya no tiene una vida útil se desarma, se divide por las materias, plásticos y metales y se recicla. El equipo que se puede recondicionar pasa al laboratorio, a la parte de recondicionado, donde se cambia de pilaa, se hace mantenimiento general, cambio de disco, de memoria, de fuente y algún tipo de reparación. El sector de recondicionado tiene dos líneas: venta y de cesión o de comunidades digitales, donde nosotros armamos las salas entregando una notebook y cuatro equipos de de escritorio. Tenemos alrededor de 64.

—C.F.: Son espacios de uso comunitario de las nuevas tecnologías. Como decía Lucas, este programa de inclusión digital tiene el objetivo de incluir digitalmente a las personas que hoy no tienen acceso a un equipamiento y capacitaciones en su uso y en la apropiación de la tecnología, porque no es solamente dar un equipo, sino también generar habilidades para su uso. El programa tiene varios actores: el Ministerio de Desarrollo a través del programa Nueva Oportunidad, el polo tecnológico con las empresas asociadas, nosotros como cooperativa Tau y la Asociación Civil Nodo Tau. Nosotros recibimos del polo tecnológico los equipos, los reacondicionamos y elegimos a las organizaciones sociales que tengan necesidades de equipamiento y que tengan el espacio para que sea abierto. Las comunidades digitales tienen que estar abiertas a la comunidad, para uso comunitario. Se hace la instalación, mantenimiento y recambio. Cuando se dice desión de uso y no donación es cambiar la lógica. Se cede el equipamiento para uso comunitario. En el caso de que la sala de la comunidad digital no pueda seguir brindando ese beneficio a la comunidad, vuelve a la planta, o en el caso de que llegara al fin de su vida útil, se recambia y se da la disposición correcta. No seguimos poniendo equipamiento en el mercado, nos hacemos cargo del equipamiento que ponemos a disposición. Por eso hoy si uno ve el mapa va a ver que estamos en 64, a fin de año el objetivo es llegar a 74 espacios entre bibliotecas, comedores y centros comunitarios, equipados y conectados a la red. Es un montón de laburo.

—¿Y eso es en la ciudad de Rosario, o en alrededores también?

—C.F.: En la ciudad de Rosario. Recibimos consultas de un montón de lados, porque dentro del trabajo que se hizo desde 2019 y la reglamentación de la Ley de RAEE provincial hubo muchas consultas. Hoy estamos conversando acá en Santa Fe para que se pueda crear un lugar acá también, y damos esa asesoría y ese acompañamiento a otros grupos que estén en la misma situación que nosotros para generar conciencia y trabajar en red. Hay mucha demanda.

—¿Por qué eligieron constituirse como cooperativa? ¿Hubo una decisión consciente en torno a eso?

—C.F.: Lo que está bueno de este caso es que no se conformó directamente como cooperativa, sino que se hizo una unidad productiva en conjunto con la asociación civil que dictaba cursos de reparación de PC en un centro de capacitación laboral y a esos jóvenes se los invitó a trabajar como unidad productiva dentro de la planta. Una vez que los jóvenes ingresan a la planta se le pone un equipo tutor para la viabilidad del proyecto: un tutor en la parte administrativa comercial, otro socioeducativo y otro en la parte técnica. Y el objetivo final era la cooperativa. Obviamente el espíritu cooperativista es algo que a nosotros nos atraviesa, es una forma de desarrollarse diariamente en sus valores y principios, pero tampoco la idea era insertarlo en un lugar así como de la nada, cuando nosotros también estamos formateados para una relación de dependencia. No somos nuestros propios jefes, no estamos hechos ni educados para eso, entonces el objetivo era llegar a ese punto. Se trabajó durante todo 2019 en la viabilidad de la unidad de negocios y después directamente se hicieron capacitaciones para llegar al 2022 ya con formación y capacitaciones en cooperativismo. Una vez que la grupalidad estaba conformada, los puestos de trabajo y los roles que cada uno quiso asumir ya estaban definidos, ahí se conformó la cooperativa en el 2022. Luca es de los orígenes, es línea fundadora.

—L.F.: A mí me invitaron en 2019 conocidos en común, yo no formaba parte de los chicos que hacían los cursos, pero conocía a los que los estaban impartiendo y querían que este proyecto saliera. Me invitaron y era lo que lo que yo hacía en ese momento, reparación de de PCs, y me gustó la idea y arrancamos. Fue en un galpón, no había nada, no sabíamos qué hacer, no había una planta en en Rosario o en la provincia, no sabíamos cómo arrancar, entonces empezamos haciendo nuestro el lugar, pintándolo, arreglándolo, y una vez que empezaron a llegar los socios y nos pudieron traer los equipos empezamos a trabajar y a armar la planta, que era algo nuevo para nosotros.

—C.F.: Claro, era como en el hacer, porque al no haber otras referencias era todo investigación. La Asociación Civil venía investigando la generación y el tratamiento de este residuo, tanto en Rosario y en Argentina como afuera. Al tener 30 años de trabajo en las nuevas tecnologías y la comunicación tiene vínculos con organizaciones internacionales y hasta el día de hoy continúan trabajando en conjunto. Por eso fue mucho en el hacer, en el compartir, vivir otras experiencias, fueron a ver otras cooperativas.

—L.F.: Sí, antes de de iniciar con la planta fuimos a Buenos Aires y vimos experiencias similares a las que nosotros queríamos llegar y vinimos cargados de todo eso y con muchas ideas para empezar a trabajar.

—Decían que hay una tarea pedagógica muy importante, porque sabemos de la obsolescencia programada, que en dos o tres años las cosas van a quedar en desuso, se van a romper, se van a desactualizar. ¿Cómo es ese trabajo de decir "a esto podemos darle una segunda vida, podemos darle otra utilidad"? ¿Cómo es ese trabajo pedagógico?

—C.F.: Desde las consultas que aparecen de instituciones educativas, todo el tiempo es concientizar. Nosotros tampoco somos una generación en la que la educación ambiental estaba dentro de la currícula o era un tema que se trabajaba. Era un modelo de consumir y directamente descartar, no pensar en el después. Hoy hay mucha más conciencia en la sostenibilidad, porque las consecuencias las estamos sufriendo, pero en lo tecnológico hay mucho desconocimiento. Todo el tiempo trabajamos con universidades, las universidades también nos han acompañado. La UCA tiene la carrera de Ingeniería Ambiental, entonces trabajaron a la par con nosotros para levantar la planta, así como la UNR, la UNL, la UTN. Después hay empresas que ya lo tienen incorporado porque trabajan con líneas de afuera, y después constantemente decir "no, esto no lo podés tirar ahí porque pasa esto", tener conciencia de lo que consumimos. La Ley provincial de RAEE, que todavía no está reglamentada de forma completa, tiene algo bueno, que es que pone en foco al productor, al que diseña el producto, porque también es una cuestión de diseño. Muchas veces las cosas son difícil de reciclar, no duran, no tenemos el derecho a la reparación, hay impresoras que recibimos un montón y no hay repuestos, directamente se rompen y se descartan. Nos pasa con los auriculares inalámbricos, que tienen dos pilas, y decís "¿qué haces con eso? ¿Lo tirás a la basura? No, la pila tiene un tratamiento diferenciado como residuo peligroso. Es contaminante 100% si no lo ponés en un lugar habilitado". Todo el tiempo hay cosas nuevas, el vapeo, todo el tiempo es investigar y concientizar de lo que uno hace. No todo el mundo sabe que es un RAEE, es complejo, pero hay buena recepción, muchas veces.

—¿Qué le dirían a los que están del otro lado, que están arrancando como arrancaron ustedes, en un galpón, sin saber mucho qué hacer, pero que eligen el modelo cooperativo o están pensando en elegirlo? ¿Por qué les parece que es importante en el contexto actual seguir apostando por el cooperativismo?

—C.F.: Yo creo que el cooperativismo es una forma de hackear al sistema actual. Hoy se están expulsando trabajadores, el trabajador es descartable prácticamente, y también se tiende al individualismo y al monotributista individual que pelee solo, que negocie solo; conformarse como cooperativa tiene eso de unir fuerzas, de relacionarse, vincularse con otros, de tener valores en conjunto que nos hacen humanamente más responsables. Yo creo firmemente que el cooperativismo es políticamente una herramienta de transformación, que económicamente le disputa en un montón de terrenos a este sistema, sobre todo a estas políticas que vienen ahora a atomizarnos, a dividirnos. Uno tiende al individualismo y a encerrarse, y el cooperativismo es todo el tiempo trabajar, trabajar con el otro.

—L.F.: Está bueno porque, por lo menos en mi caso, es una experiencia nueva. Siempre trabajé en relación de dependencia, y acomodarse y llegar a un acuerdo con tus compañeros después de charlarlo y hacer un consenso entre todos está muy bueno. Además también, por ejemplo, en nuestra cooperativa hay mucha facilidad para asimilar nuevos conocimientos, ir creciendo en la parte de tu trabajo y no estancarte en algo que decís "pucha, esto lo tengo que hacer todos los días porque si no no tengo para comer.". Nosotros podemos elegir avanzar un poco y aprender cosas nuevas, eso me parece positivo.

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