Sin Patrón es un proyecto de entrevistas a protagonistas del mundo de las cooperativas y mutuales. Hoy conocemos a Espuma, un programa de transformación comunitaria que elabora productos de limpieza a partir del reciclado de aceite de cocina usado.
El Congreso Internacional “Las cooperativas construyen un mundo mejor” tuvo lugar en Santa Fe en el Año Internacional de las Cooperativas, y contó con la presencia de 120 stands de cooperativas, mutuales, Agencias para el Desarrollo y universidades.
La finalidad del Congreso, organizado por la Secretaría Provincial de Cooperativas, Mutuales y Emprendedurismo, fue visibilizar el rol que ocupan las cooperativas en la promoción del progreso económico y social, y de las formas en que el Estado puede apoyar el desarrollo cooperativo.
En ese marco se gestó Sin Patrón, un proyecto periodístico de entrevistas a protagonistas del mundo de las cooperativas y mutuales llevado a cabo por Pausa. En esta ocasión dialogamos con Nicolás Biolatto y Carolina Gauna, de la Cooperativa Programa Espuma, un proyecto de transformación comunitaria que elabora productos de limpieza a partir del reciclado de aceite de cocina usado, buscando la integración social y la independencia laboral de comunidades excluidas, a partir de una propuesta colectiva, sustentable y con potencial para su comercialización autogestiva.
Los productos elaborados —jabón de manos, detergente sólido y detergente líquido— se convierten en bienes de intercambio que fortalecen la autonomía económica de quienes los producen. Estos cuentan con el respaldo de análisis realizados por CONICET–UNR.
El programa articula una red nacional que integra a unidades productivas comunitarias, facilitando la comercialización de sus productos.
—¿Cómo nace Programa Espuma y a qué necesidades responde?
N.B.:—Programa Espuma nace primero como un programa autogestivo individual que empieza a circular en el territorio. Con el tiempo, por la magnitud que fueron tomando las acciones, vimos la necesidad de contar con una figura legal que nos enmarque. Sacamos de circulación el aceite de cocina usado, generamos capacitaciones y jabonerías sociales en barrios y comunidades vulnerables, y producimos jabones y detergentes 100% biodegradables para que la comercialización permita la independencia económica de esas comunidades. No queríamos ser una ONG y encontramos en el cooperativismo la estructura ideal: nos permite seguir siendo democráticos, incorporar más personas como trabajadoras y fomentar el trabajo como eje central, con autonomía económica y capacidad de facturar nuestro trabajo.
—Muchas cooperativas hoy trabajan temas ambientales. ¿Existe un nexo entre cooperativismo y sustentabilidad?
N.B.:—Creemos que estamos atravesando una crisis civilizatoria: no solo ambiental, sino también social, migratoria, política. No puede haber un ambiente sano si no cambiamos la forma en que nos relacionamos entre nosotros. El cooperativismo propone eso: volver a vínculos más humanos, comunitarios, a saber quién produce lo que consumimos, a tejer redes. Cuidar el ambiente implica construir comunidad. No es solo reciclar, es pensar un modelo distinto de progreso, con conciencia ambiental y social.
—¿Cuántas personas integran hoy la cooperativa y cómo es el trabajo cotidiano?
C.G.:—Hoy somos 16 personas trabajando en la cooperativa. El trabajo es intenso, pero hacemos lo que nos gusta: cuidar el ambiente y generar trabajo digno. Hay mucho esfuerzo, pero también mucho compromiso.
Ver esta publicación en Instagram
—¿Cómo funciona el circuito de recolección y tratamiento del aceite usado?
C.G.:—Recibimos aceite en comedores, puntos de acopio y otros espacios. La gente puede llevar su botellita de plástico con tapa rosca y dejar el aceite de cocina usado. A partir de ahí comienza un trabajo muy arduo de tratamiento. Tenemos distintos procesos: filtrados finos cuando el aceite no está tan usado y otros más complejos cuando viene de rotiserías, donde puede estar muy oscuro. Se filtra, se enjuaga, se desodoriza. El aceite puede traer cualquier cosa imaginable, por eso el tratamiento es clave.
N.B.:—Lo importante es que no ponemos condiciones: cualquier aceite sirve. Es fundamental sacarlo de circulación porque es altamente contaminante. Un litro de aceite puede contaminar hasta mil litros de agua. Un mal vertido doméstico puede afectar el agua que una persona consume en un año.
—¿Qué rol cumple el Estado en el desarrollo de la cooperativa?
N.B.:—Tenemos una muy buena relación. Nuestro programa es independiente, pero también funciona como herramienta de gestión. Trabajamos en conjunto en capacitaciones, especialmente con jóvenes en contextos vulnerables. Hoy estamos desarrollando nuevas instancias de formación en Rosario y otras regiones, donde capacitamos a jóvenes como jaboneros y luego muchos se incorporan a la cooperativa. También trabajamos con áreas de cooperativismo y mutuales, que confían en nuestro trabajo y lo utilizan incluso para regalos institucionales.
—¿Trabajan mucho con juventudes?
C.G.:—Sí, trabajamos con muchos jóvenes y muchas mujeres.
N.B.:—A través de alianzas con cooperativas grandes, como Agricultores Federados Argentinos, recorremos pueblos donde armamos jabonerías sociales, capacitamos en escuelas y ayudamos a resolver el impacto ambiental del aceite producido localmente. Ya llevamos 46 pueblos y ciudades visitadas. Hoy Programa Espuma está presente en 11 provincias. Las jabonerías quedan funcionando, se integran a la red nacional, usan la marca y la fórmula, y generan ingresos locales. La idea es evitar cadenas largas y fortalecer la economía de cada comunidad.
La entrevista completa









