El desafío de gestar otra economía

Los trabajadores de la alimentaria Galetti, en el momento en que se constituyen como cooperativa de trabajo, tras recuperar la firma.

Las cooperativas de trabajo se consolidan ante la necesidad de generar empleo genuino.

Se podría decir que al momento de indagar sobre las cooperativas de trabajo, se presenta un común denominador en el hecho de que sus conformaciones y su concepción exceden las coyunturas de crisis económica. En rigor, el asociativismo se liga a un parámetro “contracultural” o, desde otra mirada, “a una respuesta de los sectores populares al agotamiento de un modelo”. Vale decir, lo que prevalece es un espíritu contrario a los mandatos capitalistas, poniendo en juego una forma diferente de poner en práctica la economía, en todas sus etapas. Desde la producción, la distribución y el consumo. Se trata sin más de la mentada economía social o de la economía popular.

Reciclar para no cirujear

A la par de las definiciones, lo que se pone en juego es la genuina generación de empleo entre pares. Una de las experiencias más representativas en la ciudad es la Cooperativa de Trabajo Higiene Urbana Limitada que se gestó en 2011 atenta a la problemática de los cartoneros. “Decidimos hacer una cooperativa de recicladores porque en ese tiempo era el sector más postergado que había en la ciudad. Se empezaba a prohibir la tracción a sangre y no era época de trabajo pleno. Siempre dijimos que la tracción a sangre no es buena, es el último recurso que le queda a los compañeros porque no queda otra que atar el caballo y muchas veces ese caballo es parte de la familia”, comentó Rubén Sala, referente barrial de Santa Rosa de Lima y dirigente del Movimiento Territorial de Liberación.

Ese mismo año, la cooperativa obtuvo la matrícula nacional y comenzó a mantener un convenio con la Municipalidad, a partir del cual se había constituido una planta de reciclado en Naciones Unidas al 4200 (en inmediaciones al Parque Garay). “La Municipalidad alquilaba un galpón. Lo pusimos en condiciones. Conseguimos máquinas, tenemos carritos de mano para no atar con caballos –aclaró–, una grúa hidráulica, una compactadora que sirve para cartón, papel y plástico. Herramientas que nos permiten hacer la separación y obtenerle más ganancia. Porque el ciruja junta plástico, cartón, papel, metales, viene el acopiador y le paga lo que quiere”, expuso y agregó que desde la organización se había conseguido un precio “que era casi el doble”. En esa línea, el referente también recalcó el valor del reciclaje: “Es sacar el cartón que está en calle, compactarlo, venderlo y recuperarlo para cuidar el medioambiente. Debería haber una planta recicladora por cada zona de la ciudad. Sale más barato mantener una planta recicladora que llevar todo y enterrarlo”, aseguró.

Debido a que en diciembre de 2017 se venció el contrato de alquiler de ese local (entre el Municipio y el propietario), “ahora cada uno sigue trabajando por su cuenta”. “No nos fue posible volver a usar la compactadora. Estamos reciclando una casa que nos regaló una compañera, aquí en el barrio, donde vamos a montar la planta de reciclado. Lo ideal hubiera sido aquel lugar porque está cerca del hospital Iturraspe y de escuelas, eso nos permitiría tener menos costo de transporte”, lamentó Sala, al tiempo que precisó que el núcleo de recicladores alcanza a 22 personas, más aquellas otras que se asociaron para la venta sumando un total que ronda 70 mujeres y hombres.

[quote_box_right]“La cuestión del trabajo ha aflojado mucho. Y no hay herramienta para salir de esto. La cosa está dura y no hay changas”.[/quote_box_right]

Resulta inherente a la cultura y a una suerte de tradición de los cirujas ser nietos e hijos de cirujas. “Ellos son cirujas y los hijos, lamentablemente, lo serán. Con la planta de reciclado queríamos cortar esa cuestión cultural”, destacó el militante. Pero también la cooperativa está formada por hombres que se han dedicado a la construcción u otros oficios, mientras las mujeres han cuidado ancianos o han sido empleadas domésticas. Sin embargo, el golpe de la crisis provocó que la clase media también recorte y, consecuentemente, el impacto también repercuta “en nuestro sector que es el que está más abajo de todo. La cuestión del trabajo ha aflojado mucho. Y no hay herramienta para salir de esto”, planteó Sala y marcó como necesaria la ayuda gubernamental, “hasta que salga algún proyecto” porque la “cosa está dura y no hay changas; en el barrio muchísima gente vive de changas”.

La alternativa

En la provincia de Santa Fe existen 1800 cooperativas matriculadas, de las cuales 1050 son de trabajo. En el país (de este último tipo) son más de 25 mil. “Es un formato empresarial contracultural para nuestra sociedad en la que nos formamos viendo cómo se busca el éxito personal, cuando en el ideario cooperativo se busca el desarrollo colectivo”, definió Eugenio Serafino, director provincial de Promoción del Asociativismo y el Emprendedurismo bajo la órbita del Ministerio de la Producción. Desde el área, se brinda asesoramiento técnico, formación, acompañamiento y, también, “se concientiza acerca de qué se trata cuando se forma parte de una cooperativa porque amerita una formación del hombre y la mujer cooperativista”.

Como órgano de control competente, el área en cuestión opera de nexo con el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) que este año impulsó un reempadronamiento en todo el país. “El objetivo es pasar la zaranda y ver cuáles son las cooperativas que realmente están vivas. En momentos de crisis, el cooperativismo se presenta como una alternativa. Aunque el gran desafío es que no sea una alternativa ante la crisis –postuló–. Tiene que ver con otra forma de hacer economía, de producir, de consumir y de distribuir, a la que no necesariamente hay que acudir ante una crisis. Pero la realidad es que en tiempos de crisis, el cooperativismo de trabajo se multiplica exponencialmente”, esgrimió el funcionario y consignó que desde el inicio del siglo XXI, “el cooperativismo de trabajo se lleva casi el 90% de las matriculaciones de las cooperativas de todo el país”.

A instancias de líneas de créditos con tasas subsidiadas y a los Aportes No Reintegrables (ANR), desde el área también se aspira a que “se incremente la capacidad productiva de las cooperativas y tengan agregado de valor”. “Con la situación económica de hoy, muchas cooperativas solicitan un ANR para capital de trabajo, insumos o materias primas. Es algo que sucede cada vez más”, aseguró Serafino y detalló que también son “crecientes los pedidos para la conformación de cooperativas de trabajo. Estamos dando alrededor de 100 capacitaciones anuales a grupos precooperativos”.

En el presente contexto, además, “la economía social corre con desventaja” en virtud de su interacción con la “con la economía de capitales privados”. Por esa razón, resulta imprescindible lograr “una democratización de economía que hoy se encuentra concentrada” de la mano de una forma “estratégica para los años venideros”, subrayó.

Más allá de la crisis

Hace tres años en nuestra ciudad, un grupo de educadores y educadoras comenzó a trabajar en poblaciones que van desde las primeras infancias hasta adultos en procesos de alfabetización. Hoy día, seis personas se encuentran en la etapa de formación de la cooperativa El futuro es nuestro. “Es parte del Frente de Educación y Cultura del Movimiento Popular La Dignidad, y se dedica a sostener espacios de educación popular y cuidados en las barriadas donde la Corriente Barrial en Lucha coordina su trabajo de base”, señaló Florencia Alvarez, una de las integrantes, quien aclaró que el frente educativo “formó una cooperativa más de trabajo en cuidados y crianzas. En total somos 22 personas”.

La perspectiva que sustenta esta tarea comprende a los espacios asociativos “como respuesta de los sectores populares frente al agotamiento de un modelo, no solo ante la crisis. Incluso en épocas de crecimiento económico, entendemos que el desarrollo de los sectores populares no es prioritario –recalcó–. Buscamos capitalizar recursos colectivamente, generando fuentes de trabajo que nos permitan romper con las lógicas del gran capital y del patrón, renacer en autonomía”.

Bajo esa misma línea, La Dignidad prefiere alejarse del concepto de economía social y sentar sus bases en la economía popular: “la economía social es una construcción estatalista y formalista sin lectura de clase. Se propone regularizar una actividad para ‘hacerla existir’ dentro de un supuesto mismo estatus. Y no es lo mismo un emprendimiento desarrollado por personas con acceso a la formación y capitales suficientes que quienes solo llegan con un sueño y todos los saberes para producir”, distinguió la militante.

Como contrapartida, la economía popular se propone “reconocer las pragmáticas vitalistas”. Vale decir, “las prácticas que ya existen para nuestra producción y reproducción de la vida y ordenarlas de forma que nos generen mejores condiciones de trabajo”. A propósito, la experiencia central para la organización es la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular que “se erige frente al Estado y los privados como visibilizadora de los laburos que para el mercado son deficitarios, pero que son imprescindibles para el desarrollo vital, como las tareas de cuidado”, recalcó.

Las recuperadas

En términos normativos, desde 2017 rige en Santa Fe la ley 13.710 de Protección y Apoyo a Empresas Recuperadas que faculta (y obliga) a la cartera de Producción para acudir ante procesos de crisis. En la actualidad son 30 las empresas recuperadas en la provincia (contabilizando desde 2001) que se han constituido como cooperativas. “Todas, en mayor o menor medida, fueron acompañadas por el gobierno provincial. Pero hasta el año pasado no había un marco jurídico que obligue al Estado provincial a brindar asistencia”, destacó Serafino.

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