La falta de monedas

Por Adrián Brecha.

Sin dudas, en estos días unos de los mayores inconvenientes cotidianos es la escasez de monedas. Son de esas cosas que no son problemas macro, ni están en la agenda pública, ni generan manifestaciones. Pero son de esas sinrazones diarias que nos generan incomodidad a la hora de enfrentarnos a una máquina expendedora de boletos. Aunque si siguen los aumentos, en breve tendremos que ingresar un billete de dos pesos. Triste sería que se conforme un grupo de “autoconvocados por la aparición de las monedas” o una asociación civil que promueva la circulación de ese pequeño círculo de metal.
Pero el faltante genera situaciones de toda índole y provoca el típico mal humor de quienes habitan una gran urbe o Santa Fe. ¿Quién no ha sufrido injusticias a manos de la mafia del mostrador? (la situación del quiosquero que sin preguntar ni insinuar nada nos troca un caramelo, generalmente de menta y/o masticable, la típica del telecentro que siempre te cobra 0,25 centavos o el verdulero que te da dos mandarinas simulando una yapa) Y ya sabemos que no podemos juntar una bolsa de caramelos y cambiársela a fin de mes a la almacenera o a la API. Y menos ingresar una aspirineta en el estacionamiento medido. Es por eso que nos disponemos a generar un grupo insurgente que realice acciones libertarias, un ejército alpargatista que equilibre tantos desatinos en la vida diaria. Como primera medida de impacto, desde este púlpito de caracteres le dejamos cinco artificios para sobrellevar la penuria de metálicos:
1. Deje los prejuicios de lado y hágase amigo de los pibes limpiavidrios, malabaristas o artistas esquineros y genere una alianza estratégica, o en el mejor de los casos intente usted con el escurridor y el balde... seguro le sobran monedas.
2. Todos tuvimos un abuelo numismático, revise el placard de los ancestros en busca de ese frasco de Nescafe que atesoraba el Nono y vaya probando con las distintas monedas en distintas máquinas. Si no funciona, por lo menos tendrá nuevamente la sensación en su bolsillo.
3. Si se resiste a las grandes cadenas de supermercado y es habitué del almacén de barrio y está cansado del caramelo, vuelva a la libreta pero a la inversa. A la semana la almacenera conseguirá monedas.
4. Si le encanta vestirse para ir de shoping y pasear por interminables góndolas, al llegar a la caja resista: seguramente la cajera con una sonrisa gastada le pedirá que done los cinco centavos para la investigación de gusanos de seda del Conicet. Diga que sí pero que prefiere llevarlos personalmente. 5. Cuántas veces imagino asaltar un banco o un camión de caudales... éste es el momento. Si le queda algo de ética, intente poner cara de Farinello y pruebe cambiar un billete de 50 en la caja.

Publicado en Pausa #18, 13 de setiembre de 2008.

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