Condenados por la paradoja

El centro de detención de Tychero, en Grecia, una “tumba” clásica con la que Europa humanitariamente recibe a los hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra y el hambre

La Iglesia de Roma tiene unidades de acción en casi cualquier barrio de todo Occidente –con autonomía relativa dentro de una red integrada, codificada y vertical– y sostuvo relaciones internacionales en todo el orbe desde hace más de 500 años. Sus minucias, sus textos administrativos, sus acciones más pequeñas y repetidas son la argamasa de su perduración, las marcas que no se borran de los humanos y su política. La Inquisición se estableció en toda Europa por el siglo XV. Recién en 1539 hay un primer hereje americano en la hoguera: Carlos Ometochtzín, señor principal de Texoco, pagano. En el edificio en donde la Inquisición mexicana operaba, detrás de los sillones del Tribunal, un ángel sostenía la inscripción Nolo mortem impii, sed ut convertatur et vivel: no se desea la muerte, sino la conversión y la vida del procesado. Las intenciones son regenerativas, casi sanitarias. Y la fórmula administrativa de la sanción resguarda al juez. El “relajamiento”, la sentencia del Tribunal, implica el pase del condenado a la acción de la justicia ordinaria, que opera la pena. Sentencia y castigo van separados, en una paradoja constitutiva de un modo de construir poder: la relación entre justicia y ejecución. Quien dicta no es responsable material del poder efectivo de su palabra, quien mata obedece mandato. La Unión Europea (UE) tiene un organismo de control de la inmigración con un nombre de empresa pop: Frontex, Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores. Con asiento en Varsovia, es un cuerpo de especialistas en inteligencia dedicados a fortalecer a los estados de la UE en la captura y deportación de migrantes. Su proceder es similar al “relajamiento”, al menos en su paradoja. Frontex coordina la acción represiva limítrofe en los estados en donde decide intervenir. Previamente, hace inteligencia sobre los flujos migratorios, bajo el título de “análisis de riesgo”. También pone infraestructura, recursos humanos y equipo. Y hasta ofrece sus servicios a países que no son parte del gran proyecto político europeo. Pero siempre hay una salvedad: toda la responsabilidad por lo que suceda con los migrantes corre por cuenta del país anfitrión. Así lo explica la Comisión Europea, el poder ejecutivo de la UE, en respuesta a un informe de Human Rights Watch (HRW) respecto de las condiciones de los centros de detención de migrantes de la zona griega del río Evros, en el límite con Turquía, donde Frontex implementa desde 2010 el programa Rabit (Equipo de intervención rápida en frontera). El portavoz de la Comisión, Michele Cercone, afirmó que “los funcionarios de Frontex han participado en el control de las fronteras exteriores y han participado en operaciones para capturar y transferir inmigrantes. El destino de estos inmigrantes lo eligen las autoridades griegas y las condiciones en las que están es competencia de las autoridades griegas”. O como dijo, más breve: “No se puede responsabilizar a Frontex de las condiciones de detención, que son competencia nacional de las autoridades griegas”. Con un presupuesto en su creación (2004) de más de 6 millones de euros, Frontex hoy recibe de la UE más de 88 millones y sostiene un staff de 272 agentes. En su conformación legal, tal como explica Cercone, “la responsabilidad por el control y vigilancia de las fronteras recae en los Estados Miembro”. Sin embargo, la acción efectiva de Frontex no se atiene a lo mismo: es un cuerpo de la UE con “completa autonomía e independencia”, su jurisdicción no se radica en los países donde opera, sino en el Tribunal de la UE, y posee capacidad de ejercicio de sus poderes de acuerdo a su regulación propia. “En consecuencia, Frontex existe al mismo tiempo como coordinador expectante y como un actor con autonomía legal”: esa es la paradoja que resalta el informe de HRW, titulado “Las manos sucias de la Unión Europea: la implicación de Frontex en el maltrato a migrantes detenidos en Grecia”. Previamente a Rabit, Frontex realizó un “análisis de riesgo” de lo más explícito: “Turquía se ha vuelto el principal país de tránsito de la migración ilegal. Los acuerdos de colaboración bilateral en la ruta central mediterránea (Italia y Libia) y la ruta del oeste de África (España, Senegal y Mauritania) tuvieron su impacto en reducir las expulsiones de los migrantes ilegales de África... Como corolario al rápido decrecimiento registrado en Italia y España, el número de cruces de frontera ilegales detectado en Grecia creció del 50% de las detecciones de la UE al 75% del total”. El 29 de noviembre de 2010 Frontex determinó que el 90% de las migraciones ilegales se encontraban en la frontera griega. Los centros de detención próximos al Evros, donde Frontex actúa fuera de responsabilidad, están poblados por humanos de Irak, Irán, Afganistán, Pakistán, Eritrea, Siria, Túnez, Marruecos, Palestina, Sudán, Argelia, Camerún, Georgia, Sri Lanka y la próxima Turquía. Es el cinturón de los afectados por las guerras antiterroristas, la OTAN, la convulsión interna o el hambre a secas. Desde la implementación de Rabit al 2 de marzo de 2011, cerca de 12 mil migrantes que cruzaron ilegalmente por la zona del Evros fueron detenidos. Pueden pasar varios meses en los centros, aunque hasta los registros de identidad son frágiles. Mientras están adentro, nunca saben cuán próxima o distante está la recepción, el asilo o la deportación definitiva. Según el informe de HRW, en el centro de detención del poblado de Fylakio se hospedan 450 personas, si bien el lugar fue diseñado sólo para 375. Los hombres y las mujeres están separados, pero hay grupos sueltos de niños sin ningún pariente mayor cerca. Las camas son cuchetas. Eso es una buena noticia para los de arriba, si se considera que las aguas sanitarias humedecen el suelo del lugar con jugo de cloaca. De todos modos no hay camas para todos, así que se rota: a veces una sola plaza sirve a cinco personas. No hay agua limpia para beber ni doctor de urgencia. De vez en cuando reciben algunas tundas de los oficiales, que se quedan con sus pertenencias. Así explicó la falta de calzado un chico de 17 años de Eritrea, frente a la comisión de HRW, que también visitó los centros de Tychero, Feres y Soufli. En Tychero hay 130 detenidos en un lugar pensado para 48 personas. Sin camas, usan cartón sobre el suelo. Para mear tienen botellas y los oficiales los escoltan cuando marchan a un campito cercano a cagar. En Feres la obscenidad también campea: hay 98 personas en un lugar con capacidad para 30. En el verano de 2011, temporada alta de migrantes, llegaron a hacinarse 120 detenidos. Hombres y mujeres, de toda edad, sin estar separados. En Soufli la situación es idéntica, salvo que un policía griego le confesó a la comisión de HRW que apenas dos días antes de la visita una mujer había sido violada. Rabit involucra 175 agentes limítrofes puestos por Frontex, que coordinan la acción de las fuerzas griegas. Operan en los centros y hasta salen en patrullas de frontera (eso sí, con al menos la compañía de un oficial griego). Además de agentes, enviaron un helicóptero, cuatro colectivos, cinco minibuses, 19 patrulleros de frontera, cinco vans con equipo de detección termovisual y tres oficinas móviles. Parece que hasta el informe de HRW no vieron lo que pasaba y lo que hacían. Cual inquisidores, no son responsables de lo que producen y, ni siquiera, de sus propias omisiones. Publicado en Pausa #84

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