La casa propia: ¿sueño o pesadilla?

El Censo indicó la reducción del déficit en las viviendas y
hogares precarios. Pero lejos de pagar los precios del boom inmobialiario, en
la clase media aumenta el hacinamiento.
El sueño de la vivienda propia parece ser, cada vez más,
sólo eso, un sueño. Los costos, los créditos casi nulos o con requisitos ad
infinitum, los sueldos que se come la inflación, amenazan con dejarnos como
eternos inquilinos.
Los datos arrojados por el Censo 2010 en este tema son
claros: en Santa Fe conviven el boom de la construcción y el déficit
habitacional. Al mismo tiempo que se registró en la ciudad un aumento del 30%
de departamentos en los últimos 10 años, también se evidencia un crecimiento de
la cantidad de familias que no poseen una vivienda propia. En 10 años se
formaron 8.411 hogares nuevos: en 2010 el déficit absoluto era de 12.035,
mientras que en 2001 era de 3.624. Este desajuste entre el número de hogares
constituidos en relación a la cantidad de viviendas construidas significa un
aumento del hacinamiento familiar. Es decir, que hay mayor cantidad de familias
que viven bajo el mismo techo que hace una década atrás. Además, esta situación
es más notoria en las casas y en los departamentos que en el conjunto de las
viviendas precarias (en números, 162.078 contra 3.055), lo que arroja la
siguiente conclusión: uno de los sectores más perjudicados es la clase media,
ya que, por un lado, los sectores más bajos tienen posibilidad de acceder a planes
de vivienda que están destinados a paliar esa precariedad, y, por otro lado,
los sectores altos pueden comprar incluso más de una casa. Sin embargo, los
sectores medios no tienen capacidad de ahorro suficiente para poder comprar una
vivienda: por ejemplo, si se tiene un ingreso promedio de $ 3.901 mensual se
necesitan casi nueve salarios anuales totales para adquirir un departamento de
tres ambientes de 60 m2, con un costo de $ 406.328.
Aunque se evidencia una disminución en la cantidad de
viviendas precarias (1.229 menos), las que se construyeron no alcanzaron para
cubrir el déficit habitacional.  Sobre el
tema de la precariedad y la ocupación, Paz Coniglio, del Movimiento de
Ocupantes e Inquilinos (MOI), remarcaba que “la penalización de la ocupación sucedió
en la década del ‘90 pero existe, con un alto grado de condiciones inhumanas y
de hacinamiento, como respuesta ante la falta de políticas habitacionales en
determinados sectores. En nuestra ciudad, durante el año 2003, se dio una gran
ocupación de casas como parte de los inundados y la respuesta fue un fuerte
proceso de desalojo”.
La semana pasada, el gobernador Hermes Binner se refirió a
esta situación durante su gestión y explicó: “En el tema vivienda no tuvimos
financiamiento para poder llevarlo adelante. Los planes federales, el uno y el
dos –en referencia a los programas de vivienda del Ministerio de Planificación
Federal comandado por Julio de Vido–, realmente fueron importantes para iniciar
las obras, pero después no las terminaron y hubo que invertir desde la
provincia para terminarlos”.
Pero ante esta situación poco alentadora para lograr el
anhelado sueño de “la casita propia”, siempre aparecen las alternativas. Por su
parte, el MOI, mediante la organización cooperativa, busca avanzar en la construcción
de políticas de vivienda y hábitat popular basadas en el cooperativismo, la
autogestión y la construcción de condiciones de vida digna. La ayuda mutua es
un aporte concreto en mano de obra que los cooperativistas y su grupo familiar
hacen al proceso de obra: es obligatoria y cumple dos propósitos fundamentales.
Por un lado reduce significativamente el costo de la obra y, a su vez,
consolida los grupos cooperativos a partir de la relación que se genera
trabajando todos en la misma dirección y en pos de un objetivo común.
En otra linea de trabajo, pero no muy alejada, se encuentra
Teko, una cooperativa que tiene entre sus principales objetivos promover el
desarrollo sostenible de las comunidades y de su hábitat, apostando a la
utilización de elementos del entorno para la construcción de viviendas. “Se
trata de buscar aquellos que dañen lo menos posible el medio ambiente –explica
Mariano Pautasso, miembro de la cooperativa–. Descubrimos que hay muchos
materiales que tenemos al alcance de la mano y que pueden ser utilizados
fácilmente para solucionar una problemática habitacional”.
Teko trabaja básicamente con tierra, agregándole
determinados procesos y aplicándole la tecnología necesaria para garantizar la
durabilidad, estabilidad, seguridad y el bajo mantenimiento de las
construcciones; y con los descartes de nuestro hábitat urbano, como botellas,
cartón, plásticos, lonas de cartelería, entre otras cosas. “Siempre es más
económico resolver con cosas que tenemos en el lugar”, explican desde la cooperativa,
“hoy en día construir es un problema, los costos son muy altos, pero este
proceso brinda la posibilidad de que con tu familia, con amigos, puedas también
participar, conseguir materiales, lo que que abarata mucho los costos. Pero si
alguien tiene un alto poder adquisitivo y quiere hacerse una casa de lujo con
esta técnica también puede hacerlo. Es una tecnología como cualquier otra,
dependiendo de lo que queramos puede ser más o menos costosa.  Lo que sí tiene un valor muy importante es
haber construido tu casa con tus propias manos, con tus amigos, con los chicos
pisando el barro, es algo que va más allá del dinero, no tiene valor”.
Publicada en Pausa #88, miércoles 7 de diciembre de 2011

Un solo comentario

  1. si, el problema es claro, el boom de los autos responde a que la gente tiene plata pero no para llegar a una casa, entonces trata de invertir el capital... los dijo bonfatti en su asunción, el problema no es la casa sino el terreno. plata para materiales ahi, lo que no hay es plata para la tierra. y los planes del hipotecario son un chiste, no le dan un credito ni a la madre esos

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