La violencia como costumbre cotidiana

En la escuela o en la casa, los efectos relativos al
maltrato suelen no ser percibidos como tales. Bulling, femenicidios y las
nuevas tentativas de abordaje de la problemática.
Por Marcela Perticarari
Por padecer sobrepeso, por ser mujer, por ser linda.
Familiar, de género o en la escuela: la violencia se cuela por diferentes
ámbitos sociales y nadie está exento de sufrirla. Algunos casos terminan en el
hospital o en la comisaria, otros en la morgue.
La ley provincial 11.529 de Violencia Familiar fue
sancionada hace 14 años. Reconoce diferentes tipos de violencia: física,
psicológica, sexual y patrimonial. La mala noticia es que poco de ella se
cumple efectivamente.
A lo largo de tres meses, el Proyecto de  Extensión de Interés Social “El derecho de
las mujeres a una vida libre de violencia” (vinculado al Programa Extensión
Género, Sociedad y Universidad, de la Secretaría de Extensión de la UNL)
realizó talleres en los barrios 29 de Abril, San Agustín y El Abasto, a fin de
concientizar a las mujeres sobre la violencia doméstica, sus derechos y la
legislación que las protege, para lo cual fue fundamental analizar los
estereotipos y el  reconocimiento de
situaciones de violencia. La clave del trabajo se centró en desnaturalizar las
conductas consideradas “normales”.
Ante situaciones violentas, muchas mujeres no saben a dónde
recurrir y, en el caso de acudir a la policía, muchas veces no les toman la
denuncia. Además, no reciben mayor protección y quedan desamparadas al volver
al hogar, donde el agresor permanece.
La ley indica que cualquiera puede denunciar o poner en
conocimiento una situación de violencia. “Intentamos concientizar sobre la
importancia de no quedarse pasivas ante las agresiones. Por eso trabajamos en
cómo construir una posibilidad distinta, porque también pensamos que la única
salida no es la denuncia, en realidad esa es la última”, explicaron los
responsables del proyecto.
Cuando la denuncia llega a los Tribunales Colegiados de
Familia, se puede excluir del hogar al agresor, decretar una medida de no
acercamiento a la persona agredida y a sus familiares. También se puede
establecer una cuota alimentaria, la tenencia provisoria de los hijos o el
restablecimiento del contacto con los mismos. Además, se le debe dar protección
a la denunciante y ordenar una revisión médica completa. Todo está en la ley;
el deseo es que se cumpla.
El último eslabón de la violencia de género es el
femenicidio. En Santa Fe, en los primeros meses de 2011, las cifras de este
tipo de crímenes superaron la media de 2010, año que sumó 296 asesinadas en
Argentina. Esto implica una muerte cada 29 horas y dos por mes en nuestra
provincia. El 45% de los decesos es a causa de golpes,  predomina esta modalidad por sobre las armas
blancas y de fuego.
En Santa Fe, el 64% de los femenicidios es cometido por
parejas y ex parejas de las víctimas, de entre 15 y 44 años. En los últimos
tiempos, estos hechos son seguidos bajo una óptica diferente. Ya no son
“crímenes pasionales”: son actos que se realizan para reafirmar el sentido de
propiedad que muchos hombres sienten sobre las mujeres.
Desde el proyecto de la UNL, Claudia Montenegro señaló que
las cifras existentes no son exactas, “además estamos hablando del extremo de
la violencia. Mientras tanto, no tenemos cifras sobre la cantidad de mujeres
que son víctimas cotidianas de violencia ni sobre las que han realizado
denuncias, cuál es el estado de esas denuncias y qué medidas de protección ha
tomado el Estado, si es que las ha tomado”.
Fuera del seno familiar, la violencia escolar también se
convierte en protagonista porque gran cantidad de hechos tomaron estado público
en los últimos tiempos. Casos como los de alumnos de escuelas “rivales” que se
baten a duelo, chicas cortándole la cara a la “linda” y una profesora con su
cabello en llamas se convirtieron en fenómeno de las redes sociales. Los
argumentos más comunes se basan en la falta de límites en el hogar y una
sociedad violenta, alentada por los ejemplos de la televisión y el cine.
Casi siempre, las burlas –violencia silenciosa también
denominada “bulling”– son referidas a la raza, al país de origen o a temas
estéticos. Las estadísticas indican que la rotura de útiles y pertenencias se
da más en aquellos chicos que cursan en escuelas privadas, mientras que el
fenómeno de la burla es más propiedad de alumnos de establecimientos estatales.
Un estudio realizado por Unicef y la Flacso diferencia
conceptos como violencia en las escuelas y violencia escolar. La primera hace
referencia a episodios que no son originados por vínculos o prácticas propias
de la escuela, sino que tienen a la institución educativa como escenario,
aunque podrían haber sucedido en otros contextos. Por su parte, la violencia
escolar es aquella que se produce en el marco de los vínculos propios de la
comunidad educativa y en el ejercicio de los roles de quienes la conforman.
Pese a los escasos análisis que se realizan en Argentina,
las estrategias de prevención de los conflictos tienen que ver con el trabajo
con los estudiantes sobre la diversidad, generando participación de los jóvenes
y sus familias en órganos donde circule la palabra, donde el malestar pueda
expresarse y se refuercen los valores democráticos básicos de convivencia.
En el plano local, se realizó el curso “Violencia y
agresividad en las escuelas: Estrategias posibles de abordaje”. Allí,
trabajadores de la educación santafesinos debatieron sobre la violencia y
advirtieron sobre los riesgos de realizar generalizaciones en cuanto a la
situación, ya que las causas son siempre diversas y merecen un abordaje
singular, haciendo imposible eludir las particularidades de cada escuela, la
que “como lugar privilegiado de transmisión y aprendizaje, recibe el impacto de
los nuevos modos del lazo, las transformaciones familiares y las nuevas formas
del malestar”, observaron.
Publicada en Pausa #88, miércoles 7 de diciembre de 2011

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