Gracias por el pescado

Por Adrián Brecha

Nuevamente estimado lector nos encontramos en esta contratapa. Quizás por costumbre o por mañoso, paso por la tapa e inmediatamente giro el periódico. ¿Vio que cada semana sale más linda la columna? No sé qué esperaba encontrar, lamentablemente no hay ni fotos de Chocho Santoro, ni plumas distinguidas. Estamos nosotros. Y bueno, es lo que hay.

El desafío particular de esta columna en este número es el de aportarle datos que no conducen a nada, pero que le pueden permitir salir airoso en una charla embarazosa. Somos un limpiavidrios en la autopista de la información.

No sé si vio o recuerda una delirante película que lleva por titulo La Guía del Viajero Intergaláctico. Adaptación de un programa radial de la BBC, que derivó luego en álbum conceptual, producción teatral y sitcom televisiva. La misma explicaba cómo hacer dedo en un viaje interplanetario.

Esta película empieza como si fuera un documental de Animal Planet: con unos delfines haciendo piruetas, y la voz de un narrador en off explicando que la humanidad jamás entendió que el sentido de esas gracias delfineras era avisar que abandonaban la Tierra, ante la inminencia de un cataclismo. Los delfines moviendo sus aletitas, mientras una canción repite “Adiós, adiós”, es sin duda uno de los momentos más cómicos del absurdo que es La Guía del Viajero Intergaláctico.

Al parecer, el dislate de los autores parece haber encontrado una razón.

Los delfines y ballenas deben ser tratados como “personas” no humanas, con derecho a la vida y a la libertad, según proponen prestigiosos científicos reunidos en la conferencia anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), la mayor del mundo, que se celebró en febrero en Vancouver (Canadá). Expertos en conservación y comportamiento de los animales consideran que estos cetáceos son suficientemente inteligentes como para que reciban las mismas consideraciones éticas que los seres humanos, lo que implica poner fin a su caza, cautiverio o abuso.

Por este motivo, apoyan la creación de una Declaración de los Derechos de los Cetáceos. “La ciencia ha demostrado que la individualidad –la conciencia de uno mismo– no es una característica única del ser humano. Eso plantea todo tipo de retos”, dice Tom White, profesor de Ética de la Universidad Loyola Marymount en Los Ángeles (EE.UU.). Los expertos que están de acuerdo con esta corriente de pensamiento concluyen que, aunque no sean humanos, los delfines y las ballenas son “personas” en el sentido filosófico, lo que tiene importantes implicaciones.

La declaración, que originalmente se acordó en mayo de 2010, señala que los cetáceos tienen derecho a la vida, no pueden ser obligados a estar en cautiverio ni ser objeto de malos tratos, ni ser retirados de su ambiente natural. De igual forma, no pueden ser propiedad de nadie. La base es que los delfines tienen conciencia de sí mismos, reconocen su imagen en el espejo. Saben quiénes son.

Algo queda claro, una de las implicancias de esta declaración es que se les termina el curro a los de Mundo Marino. Pero eso no descarta que los delfines puedan tener su propio Reality Show, trabajar en el Cirque du Soleil o sean contratados para bailar por un sueño.

Por cierto ya no sería correcto utilizar el término Delfín para nombrar a un ningún sucesor político. Por respeto al cetáceo.

Publicada en Pausa #90, miércoles 28 de marzo de 2012

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