Anonymous: el origen de la legión

Caretas blancas en la calle, horas de pantalla en el mundo
digital y nuevos activismos.

Por Libertad Vives (*)
La idea me cautivó desde el principio. Un grupo de
activistas luchando por un mundo mejor, cuyas protestas trascienden el espacio cibernético
para recibir palazos de la policía en la vida real. Y lo mejor: portando la
máscara de Guy Fawkes, con lo cual, además de intentar un tipo de
reivindicación histórica, se aprovecha del glamour que Hollywood le imprimió al
personaje del cómic V de Vendetta.
Como la mayoría de los mortales, oí de Anonymous durante los
ataques a Paypal y MasterCard, en represalia por haberle cortado el financiamiento
a WikiLeaks (pero no a grupos racistas o neonazis). Después empecé a prestar
atención al éxito de las convocatorias para ocupar las calles en contra de la
codicia corporativa y los gobiernos pusilánimes, y vi cómo las caretas se
multiplicaban en todos los rincones del mundo, desde las frías acampadas de
Wall Street hasta las calles ardientes de Egipto.
La imagen de un tunecino que, con la careta de Fawkes en
alto, agradece al colectivo por el apoyo brindado en la llamada Revolución de
los Jazmines, vale más que mil palabras. La realidad, una vez más, superando a
la ficción. Como siempre sucede en estos casos, las teorías conspirativas y los
mitos fueron creciendo a la par de una prensa desinformada. Fue entonces que mi
mejor amiga me soltó: “Anonymous es una farsa”.
—¿Qué? ¿cómo?
—Sí, sí, es la
CIA.
—Ok, ok, pero explicame un poco...
—No, no sé cómo explicarlo, mejor leé el post que está en
Taringa!, ahí viene todo.
Las dudas
Incluso antes de leer el post me imaginé de qué se trataba.
Y a mitad de la lectura, confirmé lo que era obvio: claro que la inteligencia estadounidense
había infiltrado el grupo, como lo hace con casi todo lo que existe en el
universo virtual, pero de ahí a decir que Anonymous es la CIA, mmm....
Pero, cómo explicarle a mi amiga y a su novio que lo mejor
de Anonymous es que es, justamente, anónimo. Es decir, es una idea, un grupo,
sí, pero amorfo. Gente sin rostro que quiere hacer algo, toma la bandera y
llama a más gente. “Es como los zapatistas”, me salió. Y en cierto sentido, en
el de la identificación, lo es.
Pero cómo explicarlo. Me faltaban bases, investigación, una visión
más amplia. Una que ahora tengo, gracias al excelente trabajo de Brian
Knappenberger, que acaba de lanzar el documental We are legion. The story of
the hacktivists (Somos legión. La historia de los hacktivistas).
Las respuestas
El documental, que entretiene como una película (como la
mayoría de los de la escuela documentalista post Moore), ya puede ser bajado de
The Pirate Bay (of course). Por ahora, no hay subtítulos en español y los poco
que hay en inglés no están sincronizados, pero ya hay gente de comunidades,
como Subdivx, trabajando en ello.
La obra arroja luz sobre los inicios del grupo y sorprenderá
a más de uno. Quien esto escribe, por ejemplo, no sabía que todo empezó en
4chan, uno de los sitios más caóticos de la web, pero uno de los pioneros de la
información libre.
Creada en 2003 por un flaquito de 15 años, fan del animé, la
página abría la posibilidad de compartir contenido de manera anónima. Dentro de
las categorías, había una llamada /b/ board, “sin reglas” (salvo las legales,
como pornografía infantil, etc), que rápidamente se hizo popular hasta alcanzar
el 30% del tráfico del sitio.

Se trataba de subir las idioteces más extrañas con tal de
impactar a los demás. De allí fue naciendo la comunidad Anon (de anónimo), con
chistes y códigos propios, como el famoso “trolling”, que consiste en
encabronar a alguien a más no poder.
Y justamente eso fue lo que hicieron en 2006, al invadir el
juego online Habbo Hotel con un ejército de avatares vestidos de traje negro y
peinado afro, con el solo objetivo de molestar a los demás. El éxito fue tal,
que el juego tuvo que cerrar. Fue el primer anuncio del potencial de Anonymous.
Activismo en serio
En 2007, caería del cielo la oportunidad de “trollear” a
alguien que se atrevió a molestar a un usuario reconocido del grupo. La furia
de Anonymous cayó sobre el neonazi estadounidense Hal Turner, que deliraba por
radio con un discurso ultra racista.
El asalto se coordinó a través de cientos de llamadas
estúpidas, envíos masivos de pizzas, suscripciones a escorts de Craigslist y
ataques a su página web, que terminaron minando su economía y redujeron sus
trasmisiones. Más tarde, Turner sería condenado por amenazas en contra de tres
jueces federales. Primera victoria.
Pero el verdadero poder del colectivo quedó demostrado en 2008,
durante la campaña contra Scientology (Iglesia de la Cienciología) que
intentó retirar de internet un video promocional de uso interno exclusivo,
protagonizado por Tom Cruise. Además de los ataques de denegación de servicio
(DDOS), envíos de faxes negros y llamadas telefónicas que hicieron colapsar la línea
“caliente” de la iglesia, Anonymous se propuso trasladar la protesta a la vida
real.
Para darle seriedad al Proyecto Chanology, lanzó un video
promocional, que sería el primero de los miles que hoy se reproducen en la web,
en el que convoca a manifestarse contra la iglesia en varias ciudades del mundo
y sugiere el uso de máscaras, dados los antecedentes de acoso de Scientology
contra periodistas y blogueros críticos.
La convocatoria fue un éxito en Estados Unidos, Inglaterra y
Australia, y la máscara predilecta fue la de Guy Fawkes, ese tipo que hace
cuatrocientos años quiso volar el parlamento inglés. Fue el inicio de un
colectivo que hoy suma millones de miembros.
El hacktivismo
Lo que siguió es más o menos conocido: los ataques en
defensa de WikiLeaks, la ayuda brindada a los ciudadanos de Túnez y Egipto cuando
el gobierno intentó censurar internet, las convocatorias masivas de los
movimientos Occupy...
Pero uno de los golpes maestros fue el que le dieron al
“experto” en seguridad informática Aaron Barr, quien tras fanfarronear que contaba
con datos de líderes de Anonymous (a quienes llamó “vengadores en la red”), fue
hacheado por el grupo, que se hizo de 50.000 cuentas de correo corporativo. El hackeo
reveló que HBGary Federal, la compañía para la que trabajaba, había elaborado
un plan para desacreditar los documentos de WikiLeaks con reportes falsos y
planeaba ataques a periodistas incómodos. Barr fue “renunciado”.
El gobierno de Estados Unidos también acusó recibo y llevó a
juicios a algunos miembros de Anonymous que participaron en los ataques de
denegación de servicio contra Scientology, Paypal y MasterCard, lo que puso en
debate los alcances de la libertad de expresión y las protestas cibernéticas. Los
demandados enfrentan penas superiores a las de acusados de pedofilia.
Anonymous siguió extendiéndose y alcanzó su apogeo cuando se
le unió Lulz Sec, que bajo el lema “¡Riéndose de tu seguridad desde 2011!”, se
anotó los mejores hackeos en el poco tiempo que operó: Sony, Public
Broadcasting Service, News Corporation, la CIA y la Policía de Arizona, entre otras operaciones.
Pero esa es otra historia. Hoy Anonymous está hasta en la
sopa y el próximo 5 de noviembre promete revivir a Guy Fawkes a través de la
operación Vendetta, que invita a rodear el Parlamento inglés con una escena que
podría superar a la hollywoodense. Esperalos.
Publicada en Pausa #104, miércoles 24 de octubre de 2012

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